Un juego en que algunos ganan y todos pierden
No se trata de dejar mi opinión pues yo la dejo sin necesidad de cualquier tratado. Creo ser una fatal verdad la gran confusión que arman los partidos en la cabeza de sus partidarios y tambien en la cabeza de quien no comparte el ideairio partidista. Los actos de cualquier partido en beneficio de quien no tiene partido son meramente simbólicos y no se prestan a cualquier consideración que los amparen en un realismo práctico y productivo. Luego, la cuestión es meramente política, entendida la política como un esfuerzo humano de la persona en beneficiarse del resultado de su esfuerzo.
En todo esfuerzo siempre existe una esperanza ideológica que lo compense en el futuro:un investimento del que esperamos retorno, Hecho el esfuerzo y concretizado el resultado, lo que viene a seguir son laureles y alfombras por las que habrá de caminar el laureado. Un desvio del camino trazado por la alfombra podrá significar para algunos que el iluminado no tiene suficiente autoestima para caminar sobre ella.
Ideológicamente se ha establecido que la alfombra debe ser roja, pero en Europa ultimamente el cesped se pinta de azul, como tambien podría ser de cualquier otro color retirado del arcoiris y las cosas continuarían en su estado inercial, que es la tendencia natural de todo objeto que habita este mundo. La situación en oriente muestra que la vida de las personas poco ha cambiado si consideramos que las espectativas de un futuro feliz serán adecuadamente atendidas. Si a vuelo de pájaro observásemos la figura del concello de Cee, todos diríamos que todo está cambiado, pero un vuelo profundo sobre el alma de las personas nos haría ver que la esencia de la vida continua como descrita en los evangelios del viejo y nuevo testamento y asi, por tan divina revelación, nos permitimos entender lo que de otro modo sería incomprensible a nuestra consciencia.
Los partidos son obsoletos porque todos ellos convergen en un mismo punto: el poder absoluto y autoritario de sus dirigentes. Y todo dirigente busca poder absoluto sobre sí y sobre todos que lo rodean, sin limites y con la única prudencia que su raciocinio y su relación con el peligro establezca. Ejemplo práctico de este postulado lo tenemos en los salmos bíblicos cuando piden para alabar el nombre del señor, el único nombre sublime. Y aquí no importa que se llame Antonio o Ramón, Amanda o Zaira ni siquiera Daniel Oca pregando un nuevo sacerdocio, pues todos desearán, llegado el momento, ser majestades en el reino del cielo y, como sumo sacerdotes, ofrecerán, al coste de quien tenga algo para ser subtraido, sacrificios pertinentes a sus labores de dirigentes supremos.
La política es así, exige continuos desvios de la normalidad. Son desvios de rumbo para alejarse de situaciones tormentosas, algunas vezes; otras tantas, o más, el desvio obedece a la ignorancia de las razones que alertan prudencia en el trato justo de la cosa pública, haciendo que la barca resvale por la barranquilla, rumbo al desastre de sus marineros.
Infelizmente ese sería el destino de toda nuestra costa si la vara de trobón no hubiese tocado el costado de los verdaderos expoliados por la avaricia de quien se dispone a administrar los intereses del prógimo en beneficio único de su particular interés.
De momento, el interés público ha marcado gol, un gol espectaculoso, con derecho a sinfonia de banda marcial. Aplaudimos la expulsión de jugadores que revelaran su audacia haciendo juego sucio contra los partidarios de su equipo. Pero si el juego nos emociona y por esa emoción deseamos que el juego democrático continue, necesario será que substitullamos los jugadores expulsos por otros jugadores, inteligentes, bien preparados y con suficiente audacia para alcanzar resultados que den victoria a los equipos en juego. En el estado presente de ausencia de democracia auténtica un propósito de tal envergadura sería posible?
Cada uno de los electores tendrá su particular y personal respuesta dentro de los limites que la partitocracia reinante lo permita. Votaremos en personas de una lista que no eligimos y estos pondrán un alcalde que no deseamos, y este ejercerá autoridad suprema sobre lo que a él interesa que sean nuestros deseos. Unos cantarán la suerte y otros llorarán la desgracia de un juego estúpido de gana-pierde o pierde-gana, lo que es igual, cuando la lógica del intrés publico sería un juego en que todos, sin excepción, salgan ganando.