jueves, 7 de abril de 2011

PIN, PAN Y PUF



Los de mi edad, aquellos que nacimos bajo la gloria del miedo y la esperanza de un futuro feliz, hemos conocido y vivido el gran salto hacia la modernidad. Me acuerdo de los pañales traidos por un primo emigrado a America: era una maravilla de tejido sintético, mi hermano de tierna edad se meaba y se cagaba en el recinto de los pantalones sin que una gota de líquido o trozo de sólido orgánico emigrase al exterior.

Yo fui privilegiado por los primeros sonidos de radio oidos en la Costa da Morte, jamás me olvidaré del sentimiento extraño que un monte de personas comprimidas dentro de una cajita de madera produjeron en mi alma.  Despues llegó el aiga de mi primo Manolo, era tan ancho que se atascaba en las calles del pueblo. La nevera en el Nueva York y la orquestra de discos movidos a peseta. La penicililina, esta sí que fue una gran novedad cultivada en una jarra en la casa de Moncho, el cartero, donde yo aprendí el nombre de los días de la semana cantarolando luns, martes e mercores, tres; xoves, venrres e sábado, seis. Siempre havia uno en el grupo de parvos que debia chillar: e domingo sete, señora!. Ah, el brasero extendido en una enorme losa de piedra, en la que se apoyaban las patas de un pote de hierro ennegracido por el humo de siestas y tojos, hacía las delicias de mi vida en los rigores de los primeros año de mi invierno infantil.

Que tiempos aquellos! Para amainar las tormentas se rezaba horas a estajo. Cuando la secura amenazaba la siembra, eran las procisiones a diario entorno del pueblo avisando al diablo que ya se estaba pasando de lo prudentemete soportable.

Conoci la pluma que mojada en tinta negra se desgastaba al revelar sobre el papel algunas pocas letras. La pluma metálica era más eficiente pero tenia vicios adaptados a la personalidad de quien con más frecuencia la usaba. Creo que procede de estos tiempos el dicho de que pluma y mujer no se empresta a nadie. O esto era lo que querian que pensásemos antes del advento de la modernidad en la Costa da Morte.  

Mientras tanto, se dio el juego de remanye cuando el gato maula chuleaba con el mísero raton, para dejar el mate lleno de infelizes ilusiones, haciendo que los triunfos verdaderos no pasasen de una vana pretensión. Tuvimos que emigrar para ganar la vida y, cuando despues de muchas odiseas nos fuimos dando cuenta que el tiempo era otro, vino la jubilación con toda la fuerza de un trabajo hecho para honrra de máquinas intelectuales arengando a los dioses del capital que ellos (las máquinas) trabajarían mucho más y mejor.

Y no causa repugnancia pensar que el iluminismo de las batallas fogueteras son tan criminales como el rosario de una metralla rezando ra-ta-ta-tá. Si cruzando el aire el plomo impacta sobre la sien, no será peor que morir de hambre consolado por un padre nuestro y tres ave-marias.

Los niños de mi edad, en esta doble estulticia, alcanzamos el periodo final de un ciclo que es continuo y se repite a todo momento. Creo, sin mucha convicción, que vivimo el momento que por ser el más distante tambien es el que más se aproxima del origen de la vida. Es el nuevo estilo del Big Bang que despues del Pin del 36 dió Pan a los sobrevivientes, esos que ahora estamos prestes a tener un radical Puf para dormir tranquilo en un eterno RIP. 

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