martes, 12 de junio de 2012

AJARDINANDO EL EDÉN



Anduve ayer por el foro abierto de mi amigo Carlos Rodriguez.  Desde la cumbre de mi lar le doy un vistazo todos los lunes. Es un vistazo que empieza el día siguiente, pero siempre termina el día antes. Es un foro que transcurre en jerga bilingüe, o casi. Transcurre por la exposición diletante de quien cree que lo hará mejor hablando más, más alto y sin cualquier contenido en el contenedor, del que brotan apenas palabras sin cualquier conexión con el objetivo del foro, el que, a mi parecer, seria solidificar las ideas del oyente vidente.  Decididamente, la gran peste que ha contaminado la unidad ibérica en la que el idioma era universal y gramaticalmente unificado para que todos los hijos de celtas, godos, suevos, vándalos y alanos y también ¿por qué no? los judíos, árabes y demás bárbaros, nos entendiéramos y viviéramos en paz, se ha hecho endémica y nos deja tolos delante de las necesidades  que hay para controlar y administrar objetivamente la construcción de la estúpida torre de Babel.

Vamos ver, la palabra austeridad en gallego y portugués se escribe exactamente como se escribe en el español universalmente unificado: austeridad, así como suena, con de final. Muchos, en el jardín escribíamos AUSTERIDA, y el maestro con su sabiduría imperial nos corregía a fuerza de palo que austerida tiene DE final. Entonces, en calidad de alumnos inteligentes, pasamos a escribir, todos los suevos portugueses y gallegos bajo el mando del rey Felipe de Austria, la austera palabra AUSTERIDA en la forma esperpéntica de austeridade, algo  derivada de los austrias. Pero, hablemos en español gallego o español de cualquiera de las comunidades que componen la unidad española, las palabras deben traducir alguna idea que sea común a los que hablan y escriben determinada palabra y a los que escuchan o leen esa misma palabra.  No parece ser lo que ocurre, a lo menos actualmente, en el reino de España. Y por ahí nace esa locura babilónica por la que en concreto no sacamos absolutamente nada de lo que dicen durante una hora los cuatro debatedores y también lo dos especialistas invitados, todos comandados por la batuta poco orientadora del regente Luís.

En la Moncloa el asunto adquiere notoriedad de tragedia nacional. Ministros hablan de respuesta contundente como si contundencia fuera un delicado velo de seda. Otros, ministra, hablan de los efectos de origen emigrante, cuando en la realidad de su pensamiento la idea se refiere a los inmigrantes; el resultado es que acaba uniendo los españoles emigrantes a todos los extranjeros inmigrantes y ni dios, eterno migrante, se entera de lo que está ocurriendo.

Recientemente, Rajoy y el Rey se referían despectivamente a Argentina atribuyéndole poca fiabilidad en función de la inseguridad jurídica. Luego, el Rey de España, jefe supremo de la Seguridad Jurídica, ha permitido que, por un simple tijerazo en el estatuto de los trabajadores, el despido improcedente se viera agraciado con abono de 33 días/año servicio, confiscando el derecho jurídico de los cuarenta y cinco días pactados a inicios del contrato laboral. ¿No significa esto una inseguridad jurídica? ¿No constituye un asalto a los derechos de la clase obrera? ¿La clase obrera no podrá en cualquier momento ejercitar el deber de exigir por deber de justicia y mérito lo que la clase empresarial, en función de la ley, ya había retirado de la fuerza del trabajador y ahora puede disponer para lo que quiera y le convenga, y no necesariamente en beneficio de del reino de España?

El Edén ha sido criado por dios para beneficio de la Humanidad. Fuimos castigados por la travesura que despierta una golosina en la voluntad infantil. Después de la colosal inundación, los campos quedaron adobados con el estiércol salido de la maldición.   Parece que cuanto más revolvemos la caca más moscas aparecen. Son moscas diferentes, es verdad, pero la caca continua la misma por mucho que ajardinemos el Edén con la serenata española.

lunes, 11 de junio de 2012

EL SENTIDO PERDIDO


¡Caramba! amigo conde¡, veo como algunos de sus plumeros se lucen poniendo bajo sus pies los espinos que arrancan de las rosas, al mismo tiempo que el perfume que de ellas emanan la introduce por sus narices en un continuado esfuerzo para solventar la aromaterapia de la retaguardia guerrera.

Es el caso del incendiario Nero, antiguo contubernio  en la paz social de los ocho años pasados. ¿Os acordáis cuando este señor se escandalizaba por los escritos de Ceeíbero, cuando este relataba las maravillas del pirarucú, la carne deliciosa del bayacú después de arracarle, con los cuidados de un  pescador experiente, su mortífera bolsa de veneno?. Eso para no hablar del dulce sabor de la carne de un gigante pirarucú. Para no hablar otro día, quise decir, pues la leyenda del pirarucú se encaja perfectamente en la estructura dialéctica del guerrero Nero.

Pirarucú vive lleno de vanidades, con algún egoísmo y excesivamente orgulloso del poder que piensa obtener de la tribu popular. Pirarucú es un bravo guerrero, yo diría bárbaro como cualquier gurrero que usa el poder bruto de la fuerza cuando cree que la fuerza es solo suya.

Pirarucú desciende de un hombre de buen corazón y también cacique de tribu, pero es un poco perverso y le agrada criticar a los dioses.

Tupá es dios de los dioses y observaba Pirarucú desde hace algún tiempo. Un día Tupá decidió castigar Pirarucú ordenando que por la ribera se esparramase el rayo más poderoso de toda la historia. Substancialmente ciego por el brillo del relámpago y algo sordo por el ruido del contundente trueno,  Pirarucú no percibió la enorme torrente de lluvia que bajaba del cielo para cubrirlo junto con otros pescadores, que pescaban en las agua revueltas de nuestra ría muerta. Cuando Pirarucú sintió la llegada de las ondas reventando furiosamente sobre las rocas, simplemente las ignoró con un sonriso macabro y palabras de desprecio. Entonces Tupá envió Xandoré, diablo que odia los hombres, para arrojar sobre la cabeza de Pirarucú todos los rayos que podía sacar del polvorín y, así, fulminarlo   con una estaca que la furia había arrancado de un envejecido árbol crecido en las tierras del oro. El gallo acertó el corazón de Pirarucú y este, tremendamente asustado, buscó el refugio en las produndezas de la ría y allí se transformo en un enorme y obscuro pez.

Bueno, la gesta de Nero no es la misma cosa que la gesta de Pirarucú, y en nada los dos se parecen. El sabor de Nero es radicalmente acedo, agrio, picantemente rojo bordado de sangre ayer. El sabor del pirarucú es dulce, objetivo deseado por cualquier hacienda empeñada en el cultivo de linguados y sus respectivos fines de dominio costero.

Los errores, de haberlos, e habelos hailos,  son los mismos,  y el estado de las evidencias conducen al mismo fin. El fin del cachondeo por el que el último que ríe reirá como ríe un loco al verse solo, vagando en este mundo. A donde vamos parar cuando nos dicen que deuda no es déficit y déficit no es deuda, que hay que gastar solo lo que se ingresa y gastamos a destajo por los prestamos que vamos pidiendo para darlo a los que mucho ya han arrancado y no han dejado un pacú de empleo para poder pagarlo y rescatar o intervenir en los azares, mal sueño y sentido perdido del pirarucú .


jueves, 7 de junio de 2012

TIEMPOS GALLEGOS



Hoy, mi buen amigo Conde, desperté bajo el murmullo de una intensa lluvia que llegaba para azotar  el temple morriñoso de este que ya fue un joven y esperanzoso gallego, de estirpe española y resachado por el embrujo de infindas culturas, todas tamboriladas desde el pisoteo de una cruenta historia, hecha por el derecho de conformar el viejo hueso, que ahora, con milenios en la genética y decenios en la compostura física, va tocando las cornetas muy cosquillado por el avance de la presencia de lo que se ha denominado fin. El fin de mi fin y el principio de una nueva ocasión.

Estos días de pasado reciente acompañé mi viejo amigo Juan en sus andaduras por el nuevo mundo. Lo hacia mi señor con el mismo ingenio ingenuo del caballero de Castilla, o el arbitrio decidido del bizarro Pizarro, pero siempre con la percepción política de los primos de riesgo, Hernando y Francisco, corteses de la reluciente mancha castellana. Mi cabeza refriega en su memoria el zumo concentrado de todas memorias de España y, de hecho en mi memoria, la he revivido en los multiplex juegos infantiles por las calles, prados y montes de una modesta colonia a orillas de la ribera de lo que insisten en llamar costa morta y, sin embargo, muy viva la recuerdo.

Corre muy lejos el dulce recuerdo de cuando yo corría mas veloz que una bala y, haciendo el camino inverso que yo suponía que el caramelo debía hacer, llegaba al tambor de la garrucha en tiempo para impedir que el indicador de la mano apretase el gatillo y del tambor repicase el estallido de aquel alarido histórico que tanto atormenta a nuestra consciencia social.

Corpus Christi era una ceremonia para resaltar la fe en la esperanza de que el hijo regresara a al mundo del cuerpo ceeleste que dos meses antes había abandonado. Creo que era así como en la consciencia de mi madre el pan y el vino se transmutaba en cuerpo y sangre de su hijo para hacerlo presente en aquel antiguo año de 1961. Como en todos los años que el recuerdo invade mi memoria, la carestía se repetía bajo el palio que daba sombra a la figura del cura, quien transportaba en sus manos la taza hecha de oro para albergar el rico tesoro en su ilusoria forma de cuerpo y sangre.

Mi madre, en su bien temperada fe, creía en los ángeles y a uno de ellos había atribuido el deber de protegerme en todos los momentos de mi vida. No fue el mismo que dio protección a mis hermanos.  Mi ángel tuvo que empeñarse mucho más para arrancarme de serios apuros durante el transcurso de los idos más de setenta años, que decirlos cuesta poco y contarlos, poco más de un minuto. En el mar, el ángel me arrancó del tridente de Neptuno cuando este se disponía a fritar mi cuerpo alrededor de un brasero bajo las aguas de la ribera. En el cielo, apagó el fuego de un motor que daba vuelo a un pájaro de acero. Cuando acosado por la peste del desempleo, aquel ángel siempre eterno omnipresente, pidió, con la calma que en mí se hacía ausente, que yo santificase el nombre del padre nuestro y mirase a los cielos para ver cómo era dulce su reino y aquí en la tierra se cumplía su voluntad para darnos el pan nuestro de cada hora; eso sí, ahora y siempre que nuestras deudas estuvieran al día en la cuenta de los acreedores.

Aquí, hoy llueve. Ahí, hoy llueve mucho más. Aquí, hoy se celebra el corpus Christi, en España, lo celebrarán después. Tal vez porque el mundo es redondo. No lo sé. Tal vez para que no quiera ir al disfrute de un jueves santo el cuerpo pálido, ya sin sangre por el paro del año entero. Aquí llueve, ahí también. La lluvia es un pedazo del cielo que se esparrama sobre el suelo  para indicar el camino que nos lleva al mar. Y ya lo decía el Juan Segundo, recordando el apóstol Pablo, cuan indigna es la eucaristía en un contexto de discordia e indiferencia por los pobres. Por eso, en verdad yo os digo que entre nubes de algodón nos habremos de encontrar en el cielo, haga sol o haga lluvia, cómo nos encontramos hoy en el recuerdo de mis tiempos gallegos.

lunes, 4 de junio de 2012

BRINDE ENTRE HERMANOS



El Rey ha dado el primer paso. Cabe a nosotros, los españoles, y en especial a nosotros, los gallegos del mundo, ofrecer el correspondiente respaldo a esta histórica iniciativa y, así, eliminar el mal sentimiento que en la euforia del bienestar hizo que el rancio de una falsa riqueza transformase nuestra virtuosa humildad en arrogante y hostil vanidad.

Un brindes entre hermanos para el bienestar de toda la familia.