Anduve ayer por el foro abierto de mi amigo
Carlos Rodriguez. Desde la cumbre de mi
lar le doy un vistazo todos los lunes. Es un vistazo que empieza el día
siguiente, pero siempre termina el día antes. Es un foro que transcurre en
jerga bilingüe, o casi. Transcurre por la exposición diletante de quien cree
que lo hará mejor hablando más, más alto y sin cualquier contenido en el
contenedor, del que brotan apenas palabras sin cualquier conexión con el
objetivo del foro, el que, a mi parecer, seria solidificar las ideas del oyente
vidente. Decididamente, la gran peste
que ha contaminado la unidad ibérica en la que el idioma era universal y gramaticalmente
unificado para que todos los hijos de celtas, godos, suevos, vándalos y alanos
y también ¿por qué no? los judíos, árabes y demás bárbaros, nos entendiéramos y
viviéramos en paz, se ha hecho endémica y nos deja tolos delante de las necesidades
que hay para controlar y administrar
objetivamente la construcción de la estúpida torre de Babel.
Vamos ver, la palabra austeridad en gallego y
portugués se escribe exactamente como se escribe en el español universalmente
unificado: austeridad,
así como suena, con de
final. Muchos, en el jardín escribíamos AUSTERIDA, y el maestro con su sabiduría
imperial nos corregía a fuerza de palo que austerida tiene DE final. Entonces,
en calidad de alumnos inteligentes, pasamos a escribir, todos los suevos
portugueses y gallegos bajo el mando del rey Felipe de Austria, la austera palabra
AUSTERIDA en la forma esperpéntica de austeridade, algo derivada de los austrias.
Pero, hablemos en español gallego o español de cualquiera de las comunidades que
componen la unidad española, las palabras deben traducir alguna idea que sea común
a los que hablan y escriben determinada palabra y a los que escuchan o leen esa
misma palabra. No parece ser lo que
ocurre, a lo menos actualmente, en el reino de España. Y por ahí nace esa
locura babilónica por la que en concreto no sacamos absolutamente nada de lo
que dicen durante una hora los cuatro debatedores y también lo dos
especialistas invitados, todos comandados por la batuta poco orientadora del
regente Luís.
En la Moncloa el asunto adquiere notoriedad de
tragedia nacional. Ministros hablan de respuesta contundente como si contundencia fuera un delicado velo de seda.
Otros, ministra, hablan de los efectos de origen emigrante, cuando en la
realidad de su pensamiento la idea se refiere a los inmigrantes; el resultado
es que acaba uniendo los españoles emigrantes a todos los extranjeros inmigrantes
y ni dios, eterno migrante, se entera de lo que está ocurriendo.
Recientemente, Rajoy y el Rey se referían
despectivamente a Argentina atribuyéndole poca fiabilidad en función de la
inseguridad jurídica. Luego, el Rey de España, jefe supremo de la Seguridad
Jurídica, ha permitido que, por un simple tijerazo en el estatuto de los
trabajadores, el despido improcedente se viera agraciado con abono de 33 días/año
servicio, confiscando el derecho jurídico de los cuarenta y cinco días pactados
a inicios del contrato laboral. ¿No significa esto una inseguridad jurídica? ¿No
constituye un asalto a los derechos de la clase obrera? ¿La clase obrera no
podrá en cualquier momento ejercitar el deber de exigir por deber de justicia y
mérito lo que la clase empresarial, en función de la ley, ya había retirado de
la fuerza del trabajador y ahora puede disponer para lo que quiera y le
convenga, y no necesariamente en beneficio de del reino de España?
El Edén ha sido criado por dios para beneficio
de la Humanidad. Fuimos castigados por la travesura que despierta una golosina
en la voluntad infantil. Después de la colosal inundación, los campos quedaron adobados
con el estiércol salido de la maldición. Parece
que cuanto más revolvemos la caca más moscas aparecen. Son moscas diferentes,
es verdad, pero la caca continua la misma por mucho que ajardinemos el Edén con
la serenata española.