Rescate sí, rescate no. Ayuda para mejorar o ayuda para peorificar.
¿Confiar en los divinos? !No, señor, ni hablar!
El mar
no está para peces y en las praderas sobran corderos. El escenario, sí, está
bueno para lobos en el campo y tiburones en el mar. Sobra el aire, pero el aire
nos llega contaminado por todos los lados y ya no hay dinero para prevenir los males de un aire saturado de malos
políticos, piratas financieros y raposos hambrientos delante de un gallinero al
descubierto. En lo alto, vigilando la ría, queda el loro Foderico un pouco
canso da vista de tanto fincar o ollo no casco da mariña gasificadora.
El gran negocio actual es vender DEUDA a destajo. Para vender DEUDA, necesario se
hace disponer de un estoque razonable de DEUDA para que los mercados confíen en
el resultado que sus gestores inteligentes habrán de obtener en ese iluminado y soberano
mercado de DEUDA. Luego, señores dueños autonómicos, todos por uno y uno por
todos: ¡JUNTOS A LA DEUDA!
Nuestras ventajas son muchas para alcanzar la
cumbre en el maravilloso mercado de la Deuda libre. Por ejemplo, somos más pobres que los
alemanes, luego podemos pagar más intereses para contraer Deuda y así nadie
desconfiará de nadie, pues es natural que los pobres paguen más intereses, más
impuestos y contribuyan hasta el extremo de sus fuerzas a favor de la DEUDA
gigante.
Decía mi Señor, porque él lo ha dicho, que es
bueno que haya gente trabajando para que se puedan pagar las pensiones a la
gente que ya no está en condiciones de trabajar (ya sabemos, no pueden trabajar
en virtud de aquella plaga lanzada por dios al hombre como castigo, al haber
sido desobedecido en su lamentable broma de impedirlos de comer una miserable
frutita en el paraíso perdido. Es bueno que haya gente trabajando y, por tal
razón, ofrece todas las facilidades para que la gente no trabaje, y eso fue lo
primero que mi señor ha hecho por medio de lo que se pretende denominar
poderosa reforma laboral. Y se explica: las
pensiones se pagan con las cotizaciones de las personas que están trabajando en
estos momentos, y las pensiones nuestras se pagaran con lo que coticen cuando
seamos pensionistas. En algún otro momento, usted, mi señor, dice que tal
vez nuestros patricios no le entienden porque ustedes no lo explican bien. Y no
es verdad, ustedes lo explican maravillosamente bien, lo explican tan bien y
mejor que los curas de mi autonómica Perceebes, cuando pedían a nuestras madres
y abuelas que anduviesen por las calles rezando compungidamente para que la
lluvia llegase en tiempos de secura profunda; lo explicaban por la profunda fe
que transmitían a la gente de buena fe que
pasaban a desconfiar que sus lágrimas no eran suficientes para llenar el cielo
de nubes y provocar el buen riego de la cosecha marchita. Más de una vez yo
observé, señor, como el agua llegaba a cantaros sobre el campo después que la
cosecha estaba perdida. Es verdad que usted, mi señor, lo explica bien. Pero la
explicación, carente de cualquier fundamento verdadero, no pasa de una simple
plegaria, sin efecto secundario que otro que no sea usted se lo cree. La
pensión que cobra la gente trabajadora la han pagado ellos mismos, del mismo
modo que la pensión que cobrarán los que hoy están trabajando la está pagando
los que hoy trabajan. Habiendo cualquier duda a este respecto necesario se hará
buscar el paradero de las contribuciones hechas con tanto sacrificio del arduo
trabajo hecho por nuestros héroes jubilados y, también, la de aquellos que, por la imperiosa
vicisitud de la vida, han contribuido y fallecido, sin nunca haber recibido un
patacón de la Seguridad Social de la más autonómica de todas las autonomías,
ahora feudo del capricho de los mercados financieros, sin nombre, sin cara y
sin vergüenza.
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