Fai meses que ando pela obscuridade da vida.
Já não sei se caminho morto ou transpiro vivo pelo lastro que puxeran na
cova da minha existência.
O buraco é moito fundo. Non as vexo, entrementes as sinto: moitas
miñocas perfuran a terra para oferecerme a sensação de que, ao senti-las, eu
poida afirmar, com a inteligência de um antigo orador, de que, habendo cheiro,
um está vivo. A morte é um estagio posterior no qual neñun sentidiño se activa,
porque o fedor, ao perder a alma, tambén perde a capacidade de estimular as
narices de calquer semellante a fuciñar os meadros em trevas, rumbo da rumba final, que todos,
sem excepción, aberemos de tocar em algum momento da existencia.
Hubo
un principio em el que todo era infome e vacio. As trebas cubrían o abismo. Un vento morno
ondeaba as augas do océano. Ahí apareceu Nonseiquem para ordenar: Leven luz aos oios do neno. E o neno pasou a
ver como as trevas desvanecian. E o galeguiño vio que ver era coisa boa, e
pasou a gostar de tudo que via.
Facendo vista buena a todo que veia, o neno pasou a ver de dia o que
outros non vian na noite, e durante a noite soñaba como haberia de ser o outro
dia. Por esta arte do sentidiño formal da visión, o neno foi aprendendo, e
crecendo. Em terra firme creia saber navegar. Em augas turbulentas creia saber
cavalgar a rienda solta. Prantou vegetales que daban semilla para a gloria da
reprodución, millo para ser moido nas muelas das escavanas e, a seguir, na
quentura de um forno, se transformaba em um delicioso pan de broa que podia ser
comido cando a fame apertaba o bucho em desaroio.
El
niño vio que todo ló que hacia era bueno. Y así fue pasando el primer día de su
niñez. Después llegó el segundo día en el que se creía un mancebo y, sin
percibirlo, pero registrando por sus ojos todo lo que a su alrededor pasaba,
fue pasando toda la juventud en perfecta asociación con los demás sentidos. Ningún
otro sentido se mostraba celoso o resentido con el duplo sentido de la visión,
este tenía el don de un ángulo recto por
la izquierda y un otro tanto, todavía más recto, por la derecha; ambos contribuían, sin ninguna
imposición del órgano central, a mantenerme en la paz de un fértil y plácido llano. Y así, viendo
como era bueno, me fui sosteniendo en el espacio vigilado por muchos otros ojos,
de muchos colores y razas que habitaron mi entorno.
Era
para mí la vida entera,
Como
un sol de primavera,
Mi
esperanza y mi pasión.
Sabía
que en el mundo no cabía
Toda
la humilde alegría
De mi
pobre corazón.
Ahora,
cuesta abajo en mi rodada,
Las
ilusiones pasadcas
Ya no
las puedo arrancar.
Sueño
con el pasado que añoro,
El
tiempo viejo que lloro
Y que
nunca volverá…
Decía
yo, al principio de estas bien trazadas líneas, que voy caminando por la
obscuridad de la vida. Hace meses penetré en el interior de lo que a mi parecía
un corto túnel. Entré en él ligeramente entubado por una pequeña picada en el
dorso de la mano izquierda, por allí se había de introducir un anestésico para
una operación militarmente indolora. Pero como jadea la cierva, tras las
corrientes de agua, así jadeó mi vista en pos de la luz. Y el humor vítreo,
deseoso de cantar alegría, se precipitó con un grito de dolor para alertar
todos los demás sentidos de la introducción de un elemento extraño, antes
ignorado por la izquierda y siempre indeseado por la derecha. Yo vi, resucitado
de la anestesia, como cortaban el cristalino del ojo izquierdo y se acomodaba
el derecho para que no lo cortasen también. Como una picada de alacrán, el punzón
introdujo su cuerno en la córnea, damnificando su capacidad de refracción. Al día
siguiente, cuando retiraron las vendas del ojo izquierdo, la sensibilidad
inervada mostraba el vuelo de asas de cucaracha. El humor se hizo gélido,
afectado por la acuidad de la lágrima y colirios receptados para proporcionar
el retorno de la cultura, antes muy bien iluminada por el foco del monitor y
siempre alimentado por la caja de cultura universal, que se alberga en el
interior de una insignificante máquina digital.
Hoy
vi una luz. Ávido por interpretarla, desde el estado central ordeno al pelotón
de diez dígitos para que marchen por la llanura del tinglado digital. Les pido
para que salten bajo el comando bipolar de los ojos de mi cara. A la córnea
exijo total transparencia para que permita el retorno de la luz. Me obedece sin
hesitación, pero el iris y el cristalino son afectados por exceso de
luminosidad y el nuevo iluminismo entorpece la visión de todo lo que el estado
central desea ver. Consulto mi asesor
cirujano, y este, desde su ministerio médico, recomienda el goteo de suspensión
oftálmica, un agente antidisturbios con porreta cortecosteroide. Ha funcionado
desde la primera dosis como un corta dolor. Pero como la transparencia
cristalina del nuevo ojo es absoluta, el exceso de iluminismo provoca algún
descontrol en el chip del iris y una borrasca aparece para obscurecer la tocha
que vi clareando el túnel, y a mi parecer, por capricho de mi voluntad, siempre
adherente al buen optimismo, creía entender que un poco más adelante estaba el
fin del agujero negro y, finalmente, el autonomismo de la función ojeadora
sería recuperada para el bien general del cuerpo total. Infelizmente todo se
extravía, cada cual en su carrera, como caballo desbocado en faena de
guerra. Mis ojos se cerraron y el mundo
sigue rodando. Se apagan los ecos de mis recuerdos y brilla una luz celestial.
Es dulce, piadosa, me hunde en el quebranto. Lágrimas borradas se niegan a
brotar, no dejan ni el consuelo de poder llorar.
“Por que sus alas tan cruel quemó la vida!
Por que esa mueca siniestra de la muerte...
Quiero abrigarme y poco puede mi suerte,
Como me duele y se ahonda mi herida.”
Por que esa mueca siniestra de la muerte...
Quiero abrigarme y poco puede mi suerte,
Como me duele y se ahonda mi herida.”
Yo se que ahora vendrán cosas extrañas
Como sombras de tormento.
La vida es mentira, negro es mi lamento.”
Como sombras de tormento.
La vida es mentira, negro es mi lamento.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario