miércoles, 20 de febrero de 2013

Melancolía


Escuchando esta serie de blues, alguien se verá inclinado a diagnosticarme un cierto estado de opresión, abatimiento  de ánimo delante de la imposibilidad de ver el brillo del sonido, ahora impulsado por el soplo bien trenado del mago musical y las cuerdas vibradoras palpitando al ritmo que le ofrece el sentido del tacto.

El superego revela su parte moral evocando mis valores sociales. Es como lo explica la teoría psicoanalítica: uno se divide entre el yo ideal, que busca el bien que es posible encontrar; el otro yo viene representado por la conciencia moral, la cual determina la naturaleza del mal a ser evitada.

Mi superego se esfuerza para inhibir cualquier sentimiento de culpa por el estado rebelde de los ojos. Recomienda al ego a comportarse de un modo disciplinado, con el conocimiento moral inyectado, desde la niñez, por los padres, familia y el medio en que uno fue creciendo. De esta forma, amparado por la desgracia de un cuerpo que decae y se corroe, uno imagina que va caminando sobre gestos, palabras y pensamientos, siempre  en la línea de la vida, que siempre conduce al mar, que es el morir del mi amigo Jorge.

Los blues me sitúan en un estado de ánimo en el que me siento calmo, muy a gusto, viendo desde la comodidad del diván como vienen y van las ondas musicales, como se forma la espuma al correr la vida sobre los acantilados, como nace el sol atrás del Pindo y se acuesta sobre un horizonte de agua salada después de haber iluminado nuestro finisterre. A medio camino de un camino bastante largo, la calma se transforma en cansancio; sin energía ni tensión el cuerpo pide descanso; al mismo tiempo, por el oído penetra el sonido agudo de una trompeta y el menos agudo de un clarinete, ambos embozados por el grave son de un violón y el repique de un tambor, toda esta maravilla sigue endulzada con el ritmo de un piano. Es hora de dormir. No veo quien para mi toca los blues que deslizan por los altavoces y encantan mis oídos, uno de los sentidos que todavía no se ha declarado en quiebra, a pesar de tanta melancolía advenida de los blues de Miles Davis.

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