martes, 7 de mayo de 2013

CAMINO SUAVE


Sobre la tierra caminando, la mayor cumbre por mi alcanzada tenía la altura de 1500 metros. Clima suave y aire oxigenado para hacer rejuvenecer el derecho de haber nacido humano.

Algunas otras veces subí mucho más alto, más alto que las nubes, más alto que el aire cálido que hace soportable la vida en esta amada caverna de mi vieja altamira. A mi derecha, a través de la escotilla podía yo observar cuan frágil la vida es en la Tierra y rogaba a dios que el dolor no me fuere indiferente, que la reseca muerte no me encontrase en el vacío, solo y sin haber hecho lo suficiente para huir del engaño y vivir desahuciado por haber trillado en cultura diferente.

Me dice que le han dicho que toda persona recorre un camino a lo largo de su vida. Es un camino en que todo cambia: cambia lo superficial, también lo profundo; cambia el modo de pensar, todo cambia en este mundo. Cambia el clima con los años, el más fino brillante en su brillo cambia. Cambia el rumbo el caminante, no es extraño que todo arriba cambie cuando cambia lo que está abajo. Pero no cambia mi amor por más viejo que parezca y más lejos que me encuentre, ni el recuerdo, ni el dolor de mi pueblo y de mi gente.

El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos. En cada encuentro, en cada cuento hay siempre un pedazo de razón  y otro tanto de emoción. Por eso hay gente que va por el camino y canta una, diez  o mil veces la canción que alienta nuestro mal vivir, queriendo seguir sin muchos tropiezos hasta el sendero del trapecio final.

Un día de los idos pasados volví al pueblo, busque el árbol que había plantado en un glorioso día del árbol, en el primer año de la segunda paz mundial. Reviví mi primer premio en el salón de actos del colegio fundacional. Subí a los montes y  baje por sus laderas, en un descenso pausado con sólido bastón de mano. Alcancé el mar. Por la blanda arena que lame el océano su pequeña huella no vuelve más. Un palco profundo de pena y silencio habría sus cortinas para el lento descenso, un camino de pena y silencio, envuelto en espumas de angustia, arrullado por el canto de caracolas marinas hasta el fondo del mar. Cinco sirenas me llevan por caminos de algas y coral, fosforescentes caballos marinos hacen ronda a mi lado, sobre las marolas soplan las velas para que los años azotados por viento y sal requiebren el alma y, ciego de amor, me lleven dormido al más allá… como la Alfonsina vestida de mar.

Acompañado, el camino se sigue más a gusto, y con menos disgusto el camino se hace más suave, ni más alegre ni más divertido, apenas suave.

No hay comentarios:

Publicar un comentario