Mi motivación en pro de este video son las
centenas de veces que yo me vi obligado a respirar el humo de carburos metálicos,
subiendo la cuesta de Brens que le hacía frontera. Algunos dirán que no debía ser
muy malo, por el hecho de que yo consigo acordarme después de más de medio
siglo de haber sufrido aquel horror.
Yo tengo el privilegio de haber nadado en
las aguas limpias de la maravillosa playa de Brens, de haber compartido el sol
con mis padres en sus arenas cristalinas y, infelizmente, de haber reparado en
el primer flujo del primer lodo viscoso, inicialmente surgiendo de la arena
como si un manantial fuese y, después, como un riego continuo que aumentaba su
caudal con el pasar del tiempo. Los nietos de mis padres jamás pudieron compartir
la belleza ecológica ofrecida por la ría de Cee en todo su contorno natural.
Pena para nuestra conciencia.
Mi mundo se descompone, y lo descompuesto
difícilmente se compone. Aunque mis ojos ya vayan perdiendo su natural sentido
del poco que les sobra, me hacen sentir el buen sentido y la buena cordura de
los promotores de la defensa de nuestro patrio suelo. El oro, mismo siendo un
metal precioso, no paga la pena para que nuestros nietos, con sus ojos en perfectamente
funcionamiento, sientan la amargura de no poder ver la belleza que Dios ha reservado
a los hijos de Galicia.
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