lunes, 16 de diciembre de 2013

CASO PENAL XXIX

ALTERNATIVAS
Reflexiones sobre un caso penal
Capítulo XXIX de no sé cuantos)

- Caramba, amigo relator, ayer has escrito un rollo que me ha dejado el día entero con un tremendo dolor de cabeza. Ni en los días más críticos, en los que el chapapote teñía de negro toda la hermosura de la bahía fisterranea, yo me sentí más atribulado. Si cuando escribes en la lengua ibera que reinaba en tiempos de Felipe II, por cierto una buena mezcla de todo que se hablaba en todas las regiones del estado-imperio peninsular, resulta complicado el entendimiento entre personas que desean entender y buscar significado a tú cuento, ¿qué podemos pensar  cuando tú decides escribir en la lengua de mi amigo Megalofes?

- Salve,” mister Y”, folgo por verte hoy más animado que en otros días.

- Hombre, tú también devias estarlo. Temperatura amena, cielo azul, aguas cristalinas, ¿qué más podemos desear?

- ¿Dices devias? El dever no se aplica en España, amigo “mister Y”. Aquí debemos porque queremos deber y por libre arbitrio no nos da la gana de ser livres, como los portugueses lo son desde la batalla de Alxubarrota, en la cual los gallegos perdimos la nota “j” y ahora sufrimos la denuncia-crime del querellante Megalofes, en sus pequeñas discordancias con nuestro noble conde, (Xeografia, Xunta, Xinzo, Xelmirez, etc.) que deberán ser analizadas por el tribunal nacional en las altas torre de la ciudad culta, ubicada en los dominios de la diosa Gaia, nacida del dios Caos y que en el caos permanece.

- Uf, me admira tanta verborragia emanada de tus labios. En estos tiempos austeros, la elocuencia puede ser un lujo peligroso. Mejor será no abrir la boca, por aquello de que en boca cerrada no entra mosquito.

- ¡Ni salen las puntas corroídas clavadas en tu boca por el ilustre sacadientes y amado evangelista! ¡No te xode…!!!

- Ah, tienes razón. A eso es a lo que yo voy. Ok, pongo mis orejas de elefante para poderte oírte mejor.

- En el cuento anterior quise demostrar el gran equivoco del juez por firmar un documento que no cabía a él firmar, por estar ausente. Al simular  presencia le da todo aire de  legalidad necesario y alguien, ahora, tiene poder de imperio para imponer su capricho por los caminos de la ley.

- Bien, lo sé pero como quedo yo ahora?

- Existen tres posibilidades para que un hecho semejante a ese ocurra. Uno es que el sistema que te juzga actué totalmente ignorante de la ley. Una segunda hipótesis es que el juez actúe por plena confianza en la lisura y competencia depositada en sus asesores. Una tercera posibilidad es que el sistema padezca de algún mal que lo quema por dentro y, así, la firma fue fraudada, no corresponde a la autoridad de que presume ser.

- El sistema está  enfermo y quien va morir soy yo. ¡Valla cuento que tú me cuentas!. Prefiero arcar con todas las consecuencias de la súmula del árbitro Resende a tener que pensar que todo a mi alrededor está podrido y que yo soy la única patata sana que han puesto en la olla donde se cuece el rico pacú criado en el rio Cuiabá.

- Por favor, no digas esas palabras, que son de mal agüero en nuestro caso. Ellos están con castañas asadas en la mano. El calor de sus ascuas hará que las suelten y ellas irán para algún lugar. Hay que estar atento a su destino y denunciar a todo instante el menor desvío del objetivo justo y legal que deberá alcanzar.

- De acuerdo, voy llamar el doctor Sherlock Holmes para qué tome cuenta del cuento.

¿Y yo? ¿Me vas incluir en un ERE?

- Jamás yo haría eso contigo. Lo que tú a mi me cuestas ya lo he pagado y continuaré pagando por el resto de mi vida. Es la naturaleza de la imposición tributaria que manda que yo cumpla ese deber. A esta altura de mi vida, lo cumplo por satisfacción del deber cumplido.



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