ALTERNATIVAS
Reflexiones sobre un caso penal
Capítulo XXIX de no sé cuantos)
- Caramba, amigo relator, ayer has escrito un rollo que me ha dejado el
día entero con un tremendo dolor de cabeza. Ni en los días más críticos, en los
que el chapapote teñía de negro toda la hermosura de la bahía fisterranea, yo
me sentí más atribulado. Si cuando escribes en la lengua ibera que reinaba en
tiempos de Felipe II, por cierto una buena mezcla de todo que se hablaba en
todas las regiones del estado-imperio peninsular, resulta complicado el
entendimiento entre personas que desean entender y buscar significado a tú
cuento, ¿qué podemos pensar cuando tú
decides escribir en la lengua de mi amigo Megalofes?
- Salve,” mister Y”, folgo por verte hoy más animado que en otros
días.
- Hombre, tú también devias estarlo. Temperatura amena, cielo azul,
aguas cristalinas, ¿qué más podemos desear?
- ¿Dices devias? El dever no se aplica en España, amigo “mister Y”. Aquí
debemos porque queremos deber y por libre arbitrio no nos da la gana de ser livres,
como los portugueses lo son desde la batalla de Alxubarrota, en la cual los
gallegos perdimos la nota “j” y ahora sufrimos la denuncia-crime del
querellante Megalofes,
en sus pequeñas
discordancias con nuestro noble conde, (Xeografia, Xunta, Xinzo, Xelmirez,
etc.) que deberán ser analizadas por el tribunal nacional en las altas torre de
la ciudad culta, ubicada en los dominios de la diosa Gaia, nacida del dios Caos
y que en el caos permanece.
- Uf, me admira tanta verborragia emanada de tus labios. En estos
tiempos austeros, la elocuencia puede ser un lujo peligroso. Mejor será no
abrir la boca, por aquello de que en boca cerrada no entra mosquito.
- ¡Ni salen las puntas corroídas clavadas en tu boca por el ilustre sacadientes y
amado evangelista! ¡No te xode…!!!
- Ah, tienes razón. A eso es a lo que yo voy. Ok, pongo mis orejas de
elefante para poderte oírte mejor.
- En el cuento anterior quise demostrar el gran equivoco del juez por
firmar un documento que no cabía a él firmar, por estar ausente. Al simular presencia le da todo aire de legalidad necesario y alguien, ahora, tiene poder
de imperio para imponer su capricho por los caminos de la ley.
- Bien, lo sé pero como quedo yo ahora?
- Existen tres posibilidades para que un hecho semejante a ese ocurra. Uno
es que el sistema que te juzga actué totalmente ignorante de la ley. Una
segunda hipótesis es que el juez actúe por plena confianza en la lisura y
competencia depositada en sus asesores. Una tercera posibilidad es que el
sistema padezca de algún mal que lo quema por dentro y, así, la firma fue
fraudada, no corresponde a la autoridad de que presume ser.
- El sistema está enfermo y quien
va morir soy yo. ¡Valla cuento que tú me cuentas!. Prefiero arcar con todas las
consecuencias de la súmula del árbitro Resende a tener que pensar que todo a mi
alrededor está podrido y que yo soy la única patata sana que han puesto en la
olla donde se cuece el rico pacú criado en el rio Cuiabá.
- Por favor, no digas esas palabras, que son de mal agüero en nuestro
caso. Ellos están con castañas asadas en la mano. El calor de sus ascuas hará
que las suelten y ellas irán para algún lugar. Hay que estar atento a su
destino y denunciar a todo instante el menor desvío del objetivo justo y legal
que deberá alcanzar.
- De acuerdo, voy llamar el doctor Sherlock Holmes para qué tome cuenta
del cuento.
¿Y yo? ¿Me vas incluir en un ERE?
- Jamás yo haría eso contigo. Lo que tú a mi me cuestas ya lo he pagado
y continuaré pagando por el resto de mi vida. Es la naturaleza de la imposición
tributaria que manda que yo cumpla ese deber. A esta altura de mi vida, lo
cumplo por satisfacción del deber cumplido.
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