viernes, 13 de diciembre de 2013

IBERIA NACIÓN

Dicen que la distancia es el olvido y yo puedo comprender esa razón, pero seguiré siendo cautivo de los extraños caprichos de lo que siempre creí ser nación.
Bueno, ¿y qué es lo que yo entiendo por nación?

Una barca que sepa esclarecer mis pensamientos, que ahuyente de mi los sufrimientos, que me lleve a una playa limpia de locura, que tenga una cama firme y segura para las noches de amor; que tenga un timón para que yo pueda dirigirla cuando las velas al viento la lleven a mares de amargura; para cuando yo me sienta cansado de trabajar y el sol se valla apagando, tenga en su palo mayor un rastro de amor y que diga: cuando quieras regresar, por ti estaré esperando.
Nación puede ser muchas cosas, todas diferentes e integradas en una comunidad con sentimiento cultural y político, que hace que esa comunidad viva consciente de su unidad, grande o pequeña pero coherente con los intereses de las familias y personas que componen las familias.

Hablar de Cataluña es hablar del imperio de Barcelona. Barcelona, fundada por Hércules fue acogida por el cartaginés Amílcar Barca que, después, la cedió a los romanos, que allí llegaron con sus espadas floreadas con espinas de rosales.

Cuando una aldea crece, su destino es convertirse en capital de las aldeas que no crecen, y Barcelona fue la capital del condado de si misma. La Hispania Citerior, provincia romana seria cedida a Servius Sulpicius Galba por Nero. Desde la Hispania, después del suicidio de Nero, Galba aceptaba el título de Cesar y se fue a Roma, dejando Hispania dividida en dos provincias.

Después que los visigodos vandalizaran Roma en 410, los germanos entraron en la península ibérica por la Hispania tarraconensis y tomaran para si todo que les daba la gana, incluyendo los ártabros, gallos y lusitanos. Más tarde, en el reino de Aragón, Barcelona continuó siendo una ciudad próspera y las aldeas a su alrededor continuaban colonias vasallas. Durante el reinado del general franco, que procedía del la Gallia más occidental del reino romano, Barcelona y, por consecuencia, Cataluña recibían hordas procedentes de todo espacio ibérico, del que Cataluña es parte indivisible y las familias que allí viven, quiera mas o quieran menos, serán dependientes de lo malo o de lo bueno que ocurra en toda la geografía peninsular.

 Colaboremos todos los iberos de esta generación peninsular para que lo malo que ya hemos vivido no se repita en las generaciones de la nación de los iberos que nos sucedan. Unir, siempre. Romper, nunca.


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