Los cuentos margen por todas las
carreteras a espera que un par de ojos se fijen en él y, por el embalo de un
vehículo veloz, alcancen algún sentido en la voracidad del amigo lector. Muchos
son libros de manualidad vacilante, perfectos para los urbanitas en boga por
los tiempos presentes, tan ausentes de tiempo aunque el tiempo sea lo único que
nos ofrecen por la austeridad del momento. Los viejos educados leímos y leemos
el buen lenguaje de Jaimito, entre otros aquel en que Jaimito fue escogido para
argumentar el hecho de una pelota haber ido parar en el balcón de una noble
señora.
“Mire usted, mis compañeros y yo
estábamos practicando el noble deporte del balón pie cuando, en lance fortuito,
el esférico describió parábola tan mal afortunada que tuvo por destino el
perímetro de su balcón… “
Admirada por el bien hablar, la noble
señora reunió el pueblo y, delante de todos, solicito a Jaimito que repitiese su
excelente argumento.
“Yo venía a coger la puta pelota de los cojones, pero esa maldita vieja … (Censurado)”
MADURO
“Santo que vê muita esmola na sua sacola
desconfia e não faz milagres, não. Gosto de Maria Rosa e quem me da prosa é
Rosa Maria . Vejam só que confusão.” Así
cantaba el compositor Ataulfo Alves y en
su prosa de carismático estribillo reafirmaba:
“Laranja madura na beira da estrada tá bichada Zé, ou tem maribondo no
pé.”
Nuestro espasmo ya no debe ser atribuido
al estoico carpevetónico en momentos de reto a ultranza. Estamos en furiosa
caída y la gran corrida de los tiempos modernos encoleriza los pies y manos.
Amarrados como estamos, nobles en los hechos y marranos en los deshechos,
seguimos hacia el reto del abismo. Nos desplomamos, no sabemos donde y cuando, pero sabemos cómo lo haremos:
será de repente, con un instante separando el antes y el después, un ligero
viento seguido de un estático movimiento.
No
me ofende la libertad sartriana ni me condena el haber admirado el perfil de
piernas bien torneadas. Quizá ya voy
maduro y la alegría que a mí afana puede ser causa de sabor amargo.
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