martes, 13 de enero de 2015

MANOLITO FELINO

Estoy triste, muy triste me veo hoy. Tomo conocimiento de pasamiento a vida mejor de Manolito Felino. Manolito fue un gato feliz, esguio de piernas y elegante en sus caminadas por el condado. No tenía rabo preso a la autoridad de su dueño. Era soberbio, maullaba taciturno con el pensamiento puesto en la lejana infancia de la escuela de Atenas. Manolito era dueño de siete vidas y cada una tenía la solidez de un lustro. Combinado el lustro con el cabalístico siete, Manolito exhibía con desparpajo los treinta y cinco años bajo la regencia de Teofrasto, hombre libre dedicado al platonismo de la escuela peripatética. 

Manolito era vegetariano. Sus razonamientos  abogaban la causa de las plantas de las cuales retiraba un extracto de la moralidad habida en las marquesinas del tiempo presente. Había abandonado el calor del agua ardiente y en el conforto de la calefacción sorbía chocolate caliente para mostrarse  caballero. Manolito fue solvente y en un ratillo echaba de lado los ratones de turno.

Algunas manías tenia don Manolito Felino, entre ellas cierta aversión a doña Urraca y birra marcada por la toponimia local, sin excluir en su relacionamiento  un privado miado al gusto de su particular lengua. Era parrandero y amaba las pantorrillas, un auténtico don Juan en tejado caliente, en ciclo de oro.

Por lo descrito en la gaita que toca mazurca para los muertos, un choque ideológico sobre su cabeza pensante le arrancó la razón. Y sabemos que sin razón las siete vidas pierden concatenación y el sentimiento de cada una de ellas deriva para la abstracción, de donde se deduce la respuesta oncológica y consecuente parada del músculo cardiaco.

Sin los colores blanco y negro de Manolito Felino, el invierno pierde gracia, pues sin el gris que sostiene la mirada en el horizonte lejano y sin otros sabores para sostener la vida humana, la mala sombra deja huella para asombrar nuestra dulce morada.

Descanse en paz el felino MANOLITO.

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