domingo, 11 de enero de 2015

EXPOSICIÓN DE UN CAOS

Hay de todo para todos.
¡Ay, de todos para pocos mucho hay!
¡Eh, tú de ahí, despierta!
!Alerta, non des a esquecemento da inxuria o rudo encono!

Hola, hoy tenemos la exposición de más un caso de los muchos casos que nos abominan a diario. En nuestro banco mental de dados los hay a estajo, luego, sería de suponer que más uno, por efecto adicional del desinterés marginal, ningún sabor añadiese al caldo de berzas y nabizas sorbidas a diario.

Los bancos… Ah, aquellos bancos de arena que tanto miedo imponía a la Grande y Felicísima Armada de Alvaro de Bazan, marques de la Santa Cruz. Hay bancos para todo: bancos para asiento con espaldas o sin espaldas, banco de datos, banco de esperma y bancos que todo lo aglutinan para dejar a su merced y hechos una mierda aquellos que necesitan los favores del banco, no los otros. El cuento de hoy, escrito con pluma de drama, es de echar miedo por las balas que lleva en su cartuchera.

 Don Carlos de Lesmes, según la afirmación a él atribuida por el escritor premio Nadal de Literatura, en el sentido parece haber plagiado a mi madre, quien seguramente la copió de alguna otra sufrida madre: “Quen fai a lei tamén fai a trampa”

Alá polo ano 2002, yo encerré mi cuenta en el HSBC. Lo hice por la rabia que imponía que yo realizase el hecho. No exigieron ni admitieron documentar el registro de encerramiento. Seria automático, decían, sin movimiento y sin saldo mi cuenta sería automáticamente encerrada. Sin otro remedio que la resignación yo fui convencido por la gerente a quien conocía por más de cinco años. En aquel entonces yo vivía el drama de encontrar trabajo y, con el resultado, pagar las cuentas indispensable al suporte de la vida. Un año después de mi retorno redoblaron las campanas en señal de alerta: el HSBC perturbaba mi familia con amenazas de embargo de mi propiedad y de enlamar mi nombre en el instituto que protege el crédito.

Así justificaron mi deuda:

No había documento que probase  mi cuenta encerrada. Era derecho del banco (que no lo era en mi caso) cobrar tasas de manutención. Para reponer el saldo negativo, el banco hacia un deposito por igual valor y pasaba a cobrar intereses. Todo fin de mes, en mi nombre, la cuenta se agigantaba de un modo muy simple y a intereses compuestos: nueva tasa de manutención + nuevo crédito para cubrir el crédito del mes anterior acrecido de sus respectivos intereses. Después de dos años y sin el menor esfuerzo de mi parte, mi deuda se había hecho colosalmente rica. Si yo había permitido que el vientre creciese por el hecho de no poner sobre la i su debido punto, la lógica del banco mandaba que yo pagase el parto. No pagué por dos motivos: En la apertura de mi cuenta el contrato rezaba exención de tasas; la muy horrada gerente testimonió que yo le había pedido pechamento da conta y ella había transmitido  ese pedido al responsable por los registros.


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