En la clase de gramática medoña, que
hoy me toca regentar, deseo hablar de fonografía estética, rebozada por pelos
que debemos poner sobre la cabeza de algunas vocales, todas ellas exigente de
extrema obediencia a los cánones de un excelente huerto, bien planchado con coles gráficas de
un colérico nebrija.
Como técnica capaz de reproducir vibraciones
sonoras, la fonografía se encarga de plasmar, en buen sentido, la idea que
transporta una palabra. Para no ser prolijo y para evitar que alguien, en mal
intencionada ponencia, me tire del medio para ponerme en medio de un altar,
posicionado en la cumbre de un montículo de lixo regido por Sogama, me voy
concentrar en el ritmo que marque la batuta de dos palabras, medianas en la
jerga castellana, Estas dos palabras son: “Como me gustas”. No, perdón, esas
son las tres palabras de mis angustias. Las dos palabras de quien ellas quieren
hablar son: como más.
“Como” puede ser lo que es. Lo que
es, por esencia de algo explicado en un libro de religión, es Dios. Y dios es
el verbo en forma de hombre y, también, en forma de costilla arrancada de su
pecho bajo el aullido en una clara noche de luna nueva. Sobre su génesis, busco
el pelo que quiero poner sobre la o. ¿Cómo? ¿No existe, en todo que yo como, un
pelo sobre el huevo de la segunda o? ¿Me queréis negar el sentido que a mis orejas ofrece la palabra “comó”? Mas, “quemó” vosotros
la identificáis como tercera persona del verbo que todo transforma en cenizas.
Muy bien, señores, si “comó” no existe
y como es una palabra paroxítona, en su gravedad ortográfica el acento se ubica
en la penúltima silaba. Luego, es menester obedecer a la regla que nos impide
acentuarla gráficamente en todos los casos en que la palabra paroxítona no sea
finalizada con “n” o “s”.
Pero ahora nos llegan las voces de la
correcta ortografía para echar retos sobre la fonografía y poner guindas al
pavo e impedir que yo los ponga en la pava.
Como el heno y su sabor me sabe a
mierda. ¿Cómo? ¿Cómo la caca puede saber como el heno? Eso bien lo explica
Refoxo, y yo os remito a él.
La otra palabra del unísono canto
gregoriano es el oxítono más. Mas es una palabra muy mona, monosílaba por
excelencia. En calidad de adverbio cuantitativo representa mucho, mas, en su
acepción adversa, se descojana en la conjunción y pierde el pinto que la
pintaba más grande. La ortografía en sus dictámenes ortográficos determina
acento gráfico para diferenciar monosílabos de igual forma, mas de sentido
diverso. Ahora, me digan los terroristas del idioma ¿cómo se acentúa
fonéticamente mas para distinguirla de su homónimo mas, mas, con sinónimos
diferentes? Definitivamente, mas es un nombre complicado, muy agitador en la
expresión catalana y muy conclusiva cuando se escribe con erre dobrado y ese a
la gallega: Marx.
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