jueves, 23 de julio de 2015

ME FOXEN OS VENTOS

Hoy me siento algo más contento que ayer. Tenemos temperatura de invierno rozando los 15 Celsius y con nubes procedentes de la llanera pampa gaucha. Soy feliz y tengo muchos motivos para ser feliz en esta quimera de vivir en el fértil valle de colérica locura.

Hoy es un día típico de los días de mis afortunados infortunios. Sin extrapolar lo que pueda ocurrir mañana, alabo la memoria por la virtud de recordar lo que fue ayer y poder expresar lo que ya fue una parte del hoy, que dicen que es presente, pero que yo lo entiendo como un pretérito sentido partiendo del instante para huir frenéticamente del futuro acondicionado por la aspereza del tiempo.
De que me quejo cuando veo que mis ojos no lloran? Será la fatiga que cansa el musculo la razón para que no brote gotas en el manantial de la ternura? Y de que se quejan las lágrimas escondidas atrás del parpadeo que de lejos van marcando mi retorno?


Vivo sentado a la diestra de lo que puede ser siniestro. Eso me preocupa, pues razón no tengo para distinguir cual de los dos lados uno es más o menos virtuoso que el otro. Por el tabloide, que responde a la tenue presión de la yema de los dedos, me llegan noticias del lugar que yo quiera recibirlas, sea del cielo, del infierno o del purgatorio tan bien descritos por el señor Alighieri en su divina comedia. La BBC pone a mis cuidados lo que ella cree que hace sentido a mis oídos. Por el correo me entero de la opinión de los otros y discurro a mi manera por la propia mía. La voz me respeta y deja ver lo que en la villa pasa, entrepuertas abiertas, con sabor de cocido exhalando sabores de coles, lechugas y tortilla a la moda gallega.

Hoy soy feliz. Un poco más que ayer. Mañana tal vez será mejor. Si lo es, daré gracias. Si no lo es, adiós diré para que sepáis que sigo el camino del viacrucis marcado en el certificado de validad temporal.

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