jueves, 27 de agosto de 2015

Ora, pois pois.

Uma limosnita

Pois é. É por aí que os tiros vão, hoje, por indicação do presente, pois ontem o indicador pretérito mais que perfeito (eles irão) afirmava que os disparos foram cara a um futuro subjuntivo condicionado (quando eles forem )
Non podemos dizer que todos somos apapanados porque todos somos diferentes. Se cadra, moitos estamos pero todos non son. Auga de borralla e caldo de pedra producen o mesmo milagro cando a fe é Una, Grande e Libre ao arbitrio do santo. Santo santeiro que si é da casa todos sabemos que non e milagreiro, inda que tenha casca do carvalho ou lenha do Pinheiro.
Un cuarto de sécúlo não é suficiente para esfumar o fumo de uma boa canteira. Carbón de boa qualidade é duro de queimar e, cando queima, não deixa borralla.
Falar de uma Galicia distinta não é de bom agüero, moito menos de um buen paraguero por moi claro e preciso que sexa o colector de impuestos, pois (ora, sempre pois, pois) o humilde profissional não se contenta com pouca auga. Melhor é ouvir o que todos pensamos, e se todos pensamos pouco, pouco será capaz a señora Patria de pensar por nós. Em tais circunstancias “ Uma limosnita por el amor de Dios” poderá acalmar la tensión que ahora llamamos estres.

lunes, 24 de agosto de 2015

LAS DIEZ MALDICIONES

Y Francisco con toda su franqueza decía que una nación no se cambia en un año, necesita toda una generación para procesar el cambio. Pues bien, esa generación ha pasado. Todos sentimos la transformación, no podemos negarlo. Ahora, la generación es otra y lleva cuatro años curtiendo la metamorfosis kafkiana, con muy poca luz en el túnel que nos haga pensar que vamos salir de esta monstruosa pesadilla en los próximos cuatro años.
 Aguas fertilizaron el rojo sangre  de un pasado glorioso. Las ranas llegaron y se fueron  por los fueros autonómicos. Los piojos posaron sobre ilustres cabezas para activar el registro del tiempo. Las moscas volaron y sobre sus asas volamos por toda la soberanía nacional. Vacas y bueyes se quedaron locos. Hombres y mujeres sufrieron el chicote del temido Sida. Vimos el granizo rolar desesperado. Langostas nos inundan oriundas de Francia y su mala leche nos deja cabreados. Vuelven las sombras. ¿Qué otra plaga todavía no vemos?

sábado, 15 de agosto de 2015

DULCES SUEÑOS

Estamos en agosto de 1961. Es domingo, un día caliente y seco. Estamos en invierno, para mí es el segundo invierno en un mismo año. El clima se parece bastante con el clima de las rías altas y bajas de Galicia en el verano, pero sin la humedad típica gallega. Hoy es un día agradablemente seco. Estoy albergado en una pensión italiana, en la rua Dr. Almeida Lima, en el Bras, un barrio tradicional  de origen italiano. Me han ofrecido un pequeño dormitorio en el que hace algún tiempo vive un emigrante romano. El espacio es pequeño, caben apenas dos camas con un corredor en el medio y un minúsculo guardarropa  en el que acomodamos nuestras modestas ropas. No tiene ventana, la ventilación es por la puerta que se abre a un estrecho pasillo,  que se comunica con las otras divisiones del térreo, entre ellas: el comedor, la cocina, el dormitorio de los dueños y su hija y un pequeño cuarto de baño con ducha.  En la planta alta hay tres o cuatro dormitorios, cada uno con cuatro o hasta seis camas, todos ocupados por emigrantes europeos. Mi colega orensano, Alfonso Leira Gira, vive en uno de esos dormitorios con otros cinco emigrantes, todos italianos.

Alfonso, mi buen amigo samaritano, ha conseguido trabajo  en una rectificadora de motor de coche en el barrio del Buen Retiro. Trabaja de noche y, a los domingos, hace horas extras de día, de modo que mal nos vemos ya hace más de dos meses.

El romano es artesano de joyas formado en Roma, tiene más de treinta años  y trabaja en una famosa joyería, en una avenida céntrica de São Paulo. Es un hombre muy educado, extremamente serio, un poco agobiado por los recuerdos de la guerra. Hoy se levantó muy temprano y me dijo que iba comer en el centro de la ciudad y volvería a la noche, tal vez muy tarde.

Yo voy en el tercer mes de trabajo. Luego pasaré  el periodo experimental y me convertiré en un trabajador estable, con todos los derechos previstos en la Consolidación de la Leyes del Trabajo del Brasil desde el año de su promulgación en 1943. Mi sueldo pasa de los 22.000 cruceiros, es suficiente para devolver a mis padres  las 10.125 pesetas del pasaje y las otras cinco mil que puso en mi bolsillo para poder vivir los primeros tres meses (este dinero acabó en menos de dos meses). Aún me sobra bastante para comprar ropa, comer, alguna modesta diversión en bailes domingueros y el soñado ahorro para volver a España y tocar mi vida con quien creía que sería mi compañera por el resto de mi existencia.

Fui contratado por una fábrica de origen sueco, especializada en fundición de acero y mecánica pesada de alta precisión. Éramos aproximadamente mil empleados, distribuidos en tres divisiones: Proyecto, Fundición y Mecánica Pesada de Precisión. Fui examinado por el ingeniero jefe Lincoln Palaya y, después de aprobado, me colocaron a las órdenes de un señor portugués, el señor José, jefe de la oficina mecánica.  El título profesional que me dieron era pomposo y me dejaba orgulloso, algo vanidoso junto a mis amigos de pensión. A sus ojos, la diferencia de mi sueldo con el de ellos los dejaba algo inferiorizados;  algunos eran pintores de arte abstracta que no conseguían ganar un duro tirado de sus ingeniosos cuadros. El contrato con la empresa Acero Paulista registraba las obligaciones y responsabilidades del Inspector de Control de Calidad, en su equivalente  español, algo parecido con Aparejador o Perito Industrial. Yo debía comprobar correspondencia de las piezas con las determinaciones del diseño, con la responsabilidad de aprobarlas o reprobar las en consecuencia de su calidad o desvío de la tolerancia prevista en el proyecto. En estos dos meses y medio que ocupo el cargo me siento seguro y tengo el respecto de mis jefes y compañeros, ajustadores, matriceros, torneros, mandriladores, afiladores de herramientas, todos especialistas en fabricación de ejes, balancines, trituradores de piedra, máquinas  de alto coste y fabricadas bajo encomienda.

Hoy es domingo, 13 de Agosto de 1961, son las cinco de la tarde, en pocos minutos se hará noche. Sé que todo el pueblo ya está en fiestas organizadas por mi padre. Pienso en mi madre, pienso en mi hermana que va cumplir los diecisiete años, ella tendrá que sustituirme en las labores de la panadería.  Pienso en mis dos hermanos menores, Daniel y Fernando. Pienso en todo que he dejado para atrás, pienso en mi novia, pienso en mis amigos, pienso en mi futuro y… lloro. Lloro a los borbotones, con sollozo incontenido; el pecho me aprieta, la boca se me seca y los labios se inundan con lágrimas. Descanso en la cama que pertenece a mi amigo Alfonso, en todas las demás descansan cinco emigrantes que cuentan unos a los otros sus problemas y dificultades para construir futuro en el Brasil. Siento vergüenza, cubro mi cabeza con la almohada  pretendiendo ahogar mi lamento. Nada se mueve, escucho un silencio ensordecedor. Nadie habla, todos comprenden y respectan mi sufrimiento; sufren también, son emigrantes como yo.
Allá, al otro lado del atlántico,  ondeada por ligera brisa del mar, suenan alegres melodías  que se repiten al viento por el eco gracioso del monte del Son. La música me consuela, respiro fondo y recupero mis fuerzas; la vida continua y mañana será otro día. Muchos otros  pasarán y deberé ser fuerte, templado por la esperanza de volver al lar donde crecí y allí vivir hasta morir rodeado de dulces recuerdos.

lunes, 3 de agosto de 2015

LÁTIGO ELECTORAL

Aflojar la cuerda es el estilo clásico del sistema partitocrático en año de elecciones. Funciona en cualquier hipótesis. Si el partido de turno gana el juego, la victoria permitirá un mayor aprieto del cuello ajeno para restaurar lo consumido en año electoral. Si pierde, saldrán felices con el bolso lleno y las arcas vacías, en clara demostración de política de tierra arrasada a la que deberá enfrentarse el partido entrante (seria demagogia decir que el pueblo fue el vencedor, pero lo dirán)

El BCE hace sonar la sinfónica banda de su imprenta. Parece capitular delante de un papel que no hace milagros, pero sabe que espejismo brillo  estimula el sediento a arrastrarse en busca de agua. Ahí reposa el milagro del santo fiduciario y también la razón para que la economía fluya en cíclicos borbotones.

A nivel nacional, si el estado da más de lo que recibe, tendrá su cuenta equilibrada por el Déficit (no olvidemos que por el método de doble partida Haber y Deber son democráticamente iguales).

 Como se paga el Déficit?
Pues recibiendo más de lo que damos. En otras palabras, debemos vender más de lo que compramos. Y aquí el negocio se hace hartamente complejo porque, entre naciones, solo se compra y vende papel con la simple promesa electrónica de ser cambiada por bienes y/o servicios reales. Habrá que destacar que es un papel muy especial cuyo origen semántico radica en el caldo “do lar” gallego y es producido con moderna tecnología americana.

Vivimos en régimen forzado por obligación de vender más y comer menos. Con hambre nos hacemos menos productivos, menos competitivo. El resultado de un aprieto de gargantas lo vemos en el caso del metro de São Paulo. El gobierno de este rico estado brasileño ha rescindido el contrato con consorcio español y aún le van cobrar la multa de R$ 23 millones prevista en el contrato.

 Mal agüero para el vecino 2016. Gane quien gane, el pueblo llano tendrá que apretar el cinturón delante de un prieta las filas, recias marciales y un caro mañana.


sábado, 1 de agosto de 2015

MILONGAS

Cacao

Por mi tardío raciocinio pienso que mi descompasado pensamiento pueda mostrarse algo atrasado; retardado en el tiempo, dirían algunos, otros algo viejo dirían. En fin, en este valle de lágrimas existen sabores para todos los gustos; dulce, salado, agrio, triste, risueño, todo cocido en papel aluminio para ser expuesto es escenario de tragicomedia.
En el artículo del señor Pousa veo radiografía propria de un buen examen, apta a establecer diagnóstico de la grave enfermedad que acomete a los gallegos, en especial a aquellos que sufren de algún tipo de morbidez asalariada.
Destaco la buena posición en la baja inversión extranjera, pues la alta seria causa de muchos agobios para los paisanos que tendrían que devolver en plazos relativamente cortos el montante de las inversiones con interés y lucro.
El chocolate de Pitufito deberá ser mejorado con adicción de cacao algo más puro en su interpretación del PIB.


Y podríamos serlo, si por aquí nos permitieran trabajar empleando nuestra competencia en hacer lo que hemos hecho en otros países.
El gran problema está en la constatación de que nadie hace milagros en su propia aldea. Necesitamos milagreros de afuera para aquí adentro aproveche recursos capitalizados y diga al lugareño como habrá de hacer para aportar ideas que hagan colosal el milagro.
El milagro contado por ellos parece más rico que la realidad que nosotros vemos. Creo que es una cuestión de fe. Hemos puesto fe en el papel que los milagreros decían que era mejor. Lo fue cuando, esparcidos como plumas al viento, lo recogimos para hacer un sillón y, plácidamente sentados con manos lavadas, vimos como trabajadores sangraban por los puntales de la gloriosa corona.
Parecíamos ricos cuando fumábamos el habano importado, el Audi de lujo con sus muchos caballos para realizar el trabajo de una sola mula. Sí, ricos vanidosos cuando con nariz empinada despreciábamos el emigrante retornado.