Y Francisco con toda su franqueza decía
que una nación no se cambia en un año, necesita toda una generación para
procesar el cambio. Pues bien, esa generación ha pasado. Todos sentimos la
transformación, no podemos negarlo. Ahora, la generación es otra y lleva cuatro
años curtiendo la metamorfosis kafkiana, con muy poca luz en el túnel que nos
haga pensar que vamos salir de esta monstruosa pesadilla en los próximos cuatro
años.
De
cualquier modo, la generación que ahora llega a su fin por una imposición
biológica ha visto, paso a paso, la evolución de las diez plagas:
Aguas fertilizaron el rojo sangre de un pasado glorioso. Las ranas llegaron y se
fueron por los fueros autonómicos. Los
piojos posaron sobre ilustres cabezas para activar el registro del tiempo. Las moscas volaron y sobre sus asas volamos por toda la soberanía nacional. Vacas y
bueyes se quedaron locos. Hombres y mujeres sufrieron el chicote del temido
Sida. Vimos el granizo rolar desesperado. Langostas nos inundan oriundas de
Francia y su mala leche nos deja cabreados. Vuelven las sombras. ¿Qué otra
plaga todavía no vemos?
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