Cacao
Por mi tardío raciocinio pienso que mi descompasado
pensamiento pueda mostrarse algo atrasado; retardado en el tiempo, dirían
algunos, otros algo viejo dirían. En fin, en este valle de lágrimas existen
sabores para todos los gustos; dulce, salado, agrio, triste, risueño, todo
cocido en papel aluminio para ser expuesto es escenario de tragicomedia.
En el artículo del señor Pousa veo radiografía
propria de un buen examen, apta a establecer diagnóstico de la grave enfermedad
que acomete a los gallegos, en especial a aquellos que sufren de algún tipo de
morbidez asalariada.
Destaco la buena posición en la baja inversión
extranjera, pues la alta seria causa de muchos agobios para los paisanos que
tendrían que devolver en plazos relativamente cortos el montante de las
inversiones con interés y lucro.
El chocolate de Pitufito deberá ser mejorado con
adicción de cacao algo más puro en su interpretación del PIB.
Y podríamos serlo, si por aquí nos permitieran
trabajar empleando nuestra competencia en hacer lo que hemos hecho en otros
países.
El gran problema está en la constatación de que
nadie hace milagros en su propia aldea. Necesitamos milagreros de afuera para
aquí adentro aproveche recursos capitalizados y diga al lugareño como habrá de
hacer para aportar ideas que hagan colosal el milagro.
El milagro contado por ellos parece más rico que la
realidad que nosotros vemos. Creo que es una cuestión de fe. Hemos puesto fe en
el papel que los milagreros decían que era mejor. Lo fue cuando, esparcidos
como plumas al viento, lo recogimos para hacer un sillón y, plácidamente
sentados con manos lavadas, vimos como trabajadores sangraban por los puntales
de la gloriosa corona.
Parecíamos ricos cuando fumábamos el habano
importado, el Audi de lujo con sus muchos caballos para realizar el trabajo de
una sola mula. Sí, ricos vanidosos cuando con nariz empinada despreciábamos el
emigrante retornado.
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