sábado, 1 de agosto de 2015

MILONGAS

Cacao

Por mi tardío raciocinio pienso que mi descompasado pensamiento pueda mostrarse algo atrasado; retardado en el tiempo, dirían algunos, otros algo viejo dirían. En fin, en este valle de lágrimas existen sabores para todos los gustos; dulce, salado, agrio, triste, risueño, todo cocido en papel aluminio para ser expuesto es escenario de tragicomedia.
En el artículo del señor Pousa veo radiografía propria de un buen examen, apta a establecer diagnóstico de la grave enfermedad que acomete a los gallegos, en especial a aquellos que sufren de algún tipo de morbidez asalariada.
Destaco la buena posición en la baja inversión extranjera, pues la alta seria causa de muchos agobios para los paisanos que tendrían que devolver en plazos relativamente cortos el montante de las inversiones con interés y lucro.
El chocolate de Pitufito deberá ser mejorado con adicción de cacao algo más puro en su interpretación del PIB.


Y podríamos serlo, si por aquí nos permitieran trabajar empleando nuestra competencia en hacer lo que hemos hecho en otros países.
El gran problema está en la constatación de que nadie hace milagros en su propia aldea. Necesitamos milagreros de afuera para aquí adentro aproveche recursos capitalizados y diga al lugareño como habrá de hacer para aportar ideas que hagan colosal el milagro.
El milagro contado por ellos parece más rico que la realidad que nosotros vemos. Creo que es una cuestión de fe. Hemos puesto fe en el papel que los milagreros decían que era mejor. Lo fue cuando, esparcidos como plumas al viento, lo recogimos para hacer un sillón y, plácidamente sentados con manos lavadas, vimos como trabajadores sangraban por los puntales de la gloriosa corona.
Parecíamos ricos cuando fumábamos el habano importado, el Audi de lujo con sus muchos caballos para realizar el trabajo de una sola mula. Sí, ricos vanidosos cuando con nariz empinada despreciábamos el emigrante retornado.

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