Aflojar la cuerda
es el estilo clásico del sistema partitocrático en año de elecciones. Funciona
en cualquier hipótesis. Si el partido de turno gana el juego, la victoria
permitirá un mayor aprieto del cuello ajeno para restaurar lo consumido en año
electoral. Si pierde, saldrán felices con el bolso lleno y las arcas vacías, en
clara demostración de política de tierra arrasada a la que deberá enfrentarse
el partido entrante (seria demagogia decir que el pueblo fue el vencedor, pero
lo dirán)
El BCE hace sonar
la sinfónica banda de su imprenta. Parece capitular delante de un papel que no
hace milagros, pero sabe que espejismo brillo estimula el sediento a arrastrarse en busca de
agua. Ahí reposa el milagro del santo fiduciario y también la razón para que la
economía fluya en cíclicos borbotones.
A nivel nacional,
si el estado da más de lo que recibe, tendrá su cuenta equilibrada por el
Déficit (no olvidemos que por el método de doble partida Haber y Deber son
democráticamente iguales).
Como se paga el
Déficit?
Pues recibiendo más
de lo que damos. En otras palabras, debemos vender más de lo que compramos. Y
aquí el negocio se hace hartamente complejo porque, entre naciones, solo se
compra y vende papel con la simple promesa electrónica de ser cambiada por
bienes y/o servicios reales. Habrá que destacar que es un papel muy especial
cuyo origen semántico radica en el caldo “do lar” gallego y es producido con
moderna tecnología americana.
Vivimos en régimen
forzado por obligación de vender más y comer menos. Con hambre nos hacemos
menos productivos, menos competitivo. El resultado de un aprieto de gargantas
lo vemos en el caso del metro de São Paulo. El gobierno de este rico estado
brasileño ha rescindido el contrato con consorcio español y aún le van cobrar
la multa de R$ 23 millones prevista en el contrato.
Mal agüero para el vecino 2016. Gane quien
gane, el pueblo llano tendrá que apretar el cinturón delante de un prieta las
filas, recias marciales y un caro mañana.
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