domingo, 17 de noviembre de 2013

200 AÑOS DESPUES

Nuestra historia es linda. Formamos parte de un imperio que quiere establecerse en algún lugar del mundo, por ejemplo, Bruselas, Paris, Viena o, ¿quien lo sabe?, Londres. Que buenos tiempos fueron aquellos  en los que nuestros antepasados de alta mira podían pasar las horas maravillosamente acomodados y aclimatados a paleolíticos del comando magdaleniano. Matados a palo fuera del agujero que la providencia les había ofrecido como hogar, les restaba la maravillosa ocupación de dedicar el tiempo a esculpir formatos en la piedra bruta de una abrupta cueva. Con puertas infranqueables, el espíritu indócil de esta gente  fue resguardado por algunos millares de años, dando gracia humana al Paleolítico Superior. El rescate ocurrió debido a la curiosidad natural de un perro que seguía el rabo de un rabbit, o conejo español, eses simpáticos saltamontes de orejas grandes  y libido libre, encontrados en diversas partes de la esfera seca. Dicen que hay registros de que Confucio nos vio saltar entre las murallas chinas allá por los años de 2600 a.C.  En Arabia, Siria y Palestina éramos conocidos como “sphan” y por tal razón los fenicios llamaron Spain, Hispain o España a nuestro entorno geográfico,  que de aquella era más grande y ocupaba toda la península ibérica. Lo de iberia se lo debemos a los griegos que aquí venían para bañarse en el rio Ebro, cazar el toro bravo y exponer su piel por toda la península.

Es de  cajón saber que en España hay muchos ríos, y si hay ríos es porque llueve mucho. Una de las particularidades de la lluvia es limpiar el aire de cosas sucias y la tierra del polvo que la contamina. Pero, con tanta limpieza machacando la conciencia, la memoria también se apaga. Y con la memoria obscurecida por tormentas del pasado, fue relativamente fácil a los cartagineses venir con sus elefantes y, también relativamente fácil, a las legiones romanas recorrer toda nuestra geografía y limpiarla de tan abundante caca producida por los gigantes africanos. Nos llevaron la caca de los conejos, pero preservamos el estrume de la raza caprina, de la cual el cabrón, o macho cabrío, vino del desierto africano en un franco movimiento para dar cuenta de lo que restaba del íbero-celta.

Y así, por engodo de godos, visigodos, suevos, alanos y los actuales vándalos, después de expulsar el moro amigo, llegamos al emperador del imperio hispano, José el único en la historia de España.

José vino para ser bebido como Pepe Botella en España, al mismo tiempo que Fernando vivía en Francia. José se haría dueño de Iberia y de buena parte del vice reino de América durante 1808 y 1813. En 2008 España sentía los efectos de la prime americana y el inicio del desmonte del bienestar de los indígenas iberos, extrañamente precedido por un fuerte malestar de los inmigrantes y emigrantes retornados. A Godoy no le iban bien los franceses. A Rajoy no le va muy bien Europa. La comisión del norte ya nos ha tirado el sagrado cajón que guardaba la moneda española. Ahora nos muestran el Arca de la Alianza Europea, pero quien guarda las llaves del arca sagrado no vive en la península de los conejos. Cuando los guardianes necesiten maná para comer, vendrán a por los rabos y orejas y pedirán al rabbit que les ponga huevos, cosa fácil durante la pascua, pero imposible en tiempos de la austera soberbia.

Decididamente, si nos fue tan mal entre 1808 y 1813, peor va siendo el 200 años después. Cambiamos una docena por seis unidades. Les dimos un kilo, nos devuelven un pound. Llamemos los cien mil hijos de San Luis para resolver tan difícil problema en el esquema de la gran salvación.


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