martes, 19 de noviembre de 2013

CASO PENAL XXVI

Reflexiones sobre un caso penal
Capítulo XXVI (de no sé cuantos)
TRISTEZA CON FOCO EN LA HERIDA JURÍDICA
    
Observación preliminar: Para efectos de este cuento, el testimonio proferido en ausencia del acusado vulnera el derecho constitucional  a la amplia defensa y contradictorio que pueda ofrecer el acusado. Por principio de  amplia defensa y contradictorio entiende este humilde narrador  la seguridad que se ofrece al acusado para que él pueda traer al proceso todos los elementos permitidos en ley que puedan esclarecer la verdad. Caso sea comprobado que el acusado fue inhibido de ejercer ese derecho por algún mecanismo cualquiera, el proceso puede y debe ser anulado.

Absolutamente, ningún argumento fue ofrecido al querellado para impedirle acción anulatoria, lo que nos hace pensar en algún tipo de vicio que se procesa con relativa naturalidad en casos semejantes.

 El vicio es algo que se opone a la virtud y tiene el condón de un defecto o mal hábito que, por su repetición, provoca algún prejuicio al sistema y a los que de él dependen. Dados viciados corrompen el resultado y despiertan un complejo real o imaginario de que todo, que está gobernado por esos dados, está enfermo, o es malo, incorrecto, peligrosamente arriesgado y antinatural.

 Descubierto el vicio, mismo atrincherado en un rincón, socráticamente se desencadena un proceso dialéctico, que consiste en eliminar particularidades personales y ofrecen al todo, por un proceso inductor, los mismos defectos del vicio. Creo que no es el caso, pero está muy difícil ver en un saco que huele mal las patatas que son buenas. En lo mínimo, uno debe estar muy hambriento para querer seleccionarlas.

Transcripción del vídeo que recoge el primer testigo.
Interlocutores: Juez substituto; Testigo A, voz feminina.
Juez – Buenas tardes. ¿Como se llama usted?
- Testigo A.
- Señor “Testigo A” ¿es usted pariente del  ”mister Y”? ¿Tiene con él algún parentesco?
-  ¿ El “mister Y”? No!
- Con el “ mister X”?
-También, no!
- Yo voy escuchar usted como testigo. Usted tiene el deber de decir la verdad bajo pena de responder por un crimen. Usted  está aquí hoy como testigo de una queja crimen que el ” mister X” presentó contra el “mister Y” por supuesta injuria, calumnia y difamación. ¿Tiene usted  conocimiento de algún hecho?
- Sí, estuve presente el día que hubo esa...
- ¿Que ocurrió? ¿Que fué lo que usted presencio?

- Yo estaba en la silla del dentista. Estaba tratando los dientes cuando llegó el “mister Y”.  Sonó el timbre de la puerta, el señor “mister X” acudió para ver quién era y hubo un ton…un aumento de ton, el ton de las voces, ¿no?  Enseguida yo salí de  la silla y bajé las escaleras. Allí estaba el “mister Y” y el “mister X”. El “mister X” se retiró, subió al consultorio y yo quedé allí, allí abajo, aquietando, vamos decirlo así, el “mister Y” En ese momento ofendió el “mister X” de algunas palabras de bajo calón. Después de algunos…
- Que fue lo que él ha dicho a usted sobre el “mister X?
- Puedo  decir el palabrón?
- Sí.
- Hijo de puta, va tomar en el culo. Sí, son las palabras más comunes que él usó. Usaba algunas palabras en otro idioma que yo no reconocí, no entendí.
- ¿Cuando él dijo eso para usted alguien escuchó o estaba solo usted con él?.
- Mira, yo estaba bien cerca de él, no? Había personas al lado.
- ¿El dijo eso conversando con usted?
 - Sí. Gesticulando con gesto y... además, él estaba hablando para quien quisiera oírlo, ¿no?
-  Y de ahí, ¿que ocurrió a seguir?
- No, yo volví al consultorio, el “mister Y” quedó en la redondeza, allá, tal vez hablando con otras personas la misma cosa que habló conmigo. Retorné al tratamiento. Cuando yo bajé, ya no lo encontré más. Mas, yo sé que debo haber quedado por lo menos unos treinta minutos en la silla, o más. La gente oía hablar algunas cosas allí abajo, más no se sabía lo que era. Cuando yo bajé, ya no estaba más.
- Entonces, para usted lo que él dijo fueron esos palabrones que usted cito contra el “mister X”
- Exacto!
- Estos palabrones aquí, ok. Doctores, doctoras?
Voz femenina - Me gustaría saber si el testigo llegó a oír el “mister Y” hablar alguna cosa sobre el trabajo profesional del mister... del doctor X.
Juiz – Usted recuerda si el “mister Y” habló alguna cosa sobre el trabajo de “mister X?
- Mira, a todo momento él lo criticaba ¿no? Pero, así en términos técnicos no sabía explicar lo que, más algunas veces llamaba el ”mister X” de ladrón y criticaba el trabajo que fue hecho.
Voz femenina – Me gustaría saber también, excelencia, porque, si el testigo sabe decir porque el “mister Y” llamó el doctor “mister X” de ladrón. Que motivo, excelencia.

- Por cual motivo el “mister Y” llamó el doctor X de ladrón?

No lo sé. Yo...como cogí la discusión en andamiento yo quedé sabiendo  del caso aparte, através del  señor, señor “mister X” ¿no? Sí, la cuestión de ladrón es que talvez el señor “mister X” no quisiera hacer otra reparación, creo yo, de la prótesis que él tenía.
Voz femenina – Excelencia, me gustaría saber también si el testigo sabe si existe alguna cajá económica próximo al consultorio del doctor  “ mister X”
- Mira, existe, mas no es bien próximo, por lo menos a diez o doce minutos del consultorio del señor, del doctor “mister X”
- Diez minutos a pié o de coche? – insiste la voz feminina
- Yo creo que a pié porque de coche tarda más.
Voz femenina- Gracias, sin más preguntas.
Fin del vídeo (duración +/- 5 min.).

“En las viejas telarañas de la tristeza suelen caer las moscas de Sartre pero nunca las avispas de Aristófanes. Uno puede entristecerse por muchas razones y sinrazones y la mayoría de las veces sin motivo aparente, sólo porque el corazón se achica un poco, no por cobardía sino por piedad. La tristeza puede hacerse presente con palabras claves o silencios porfiados, de todas maneras va a llegar y hay que aprontarse a recibir-la. La tristeza, sobreviene a veces ante el hambre millonaria del mundo o frente al pozo de alma de los desalmados. El dolor por el dolor ajeno es una constancia de estar vivo después de todo. Pese a todo, hay una alegría extraña, desbloqueada en saber que aún podemos estar tristes.” (Mario Benedette)


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