martes, 23 de diciembre de 2014

TIEMPO, ADELANTE!

Tiempos atrás, cuando yo era algo más joven de lo que usted es hoy, en pleno apogeo del corralito, decidí juntar mis trapos y volver a la patria querida. Como es sabido, las queridas dejan de serlo cuando no se las tienen al uso. Mi caso con ella era diferente, al cruzar la mar serena yo me daba cuenta de lo que atrás quedaba, y pensaba “Ay, ay, ay, voy a morirme de pena viviendo tan lejos de ti”. El tiempo transcurrió y percibí que mis sentidos continuaban vivos lejos de ella. Pero había dejado una huella indeleble timbrando en mis oídos el deseo de regresar. Y regresé con todo el estilo de un emigrante al revés. En mi bagaje no había trapos planchados para la misa del domingo, ni viejos libros corroídos por el antiguo bachiller. Las maletas cargaban  el pesado fardo de la experiencia vivida en empresas multinacionales, todas ellas con más gente de las que yo había dejado en el pueblo. Diplomas y certificaciones de todo lo que había aprendido y sabia no faltaban.

A mi llegada tocaron las trompetas de bienvenida sopladas con la firma de Aznar. Sentí el calor de los amigos y las autoridades a mí se aproximaban. Volví a rezar misa y a depositar un euro por cuenta de mi futuro ingreso en la cofradía del paraíso. Un amigo se lamentaba “Coño, el año pasado yo daba un duro y el cura me lo agradecía, ahora exige un euro y dice que es poco”. Es el precio del bienestar - pensé yo en las tres mis lenguas de uso.

La peseta, en su último suspiro, mostrara que tenía valor y por la alcurnia de sus blasones fue gratificada con una súper valorización en el mercado (20 % por la cuenta de los mínimos). Eran tiempos del milagro económico. Y lo celebramos con abundante perejil y mucha disposición para trabajar en Afganistán.


Poco a poco empezaron a aparecer las cuentas y el cuento del bienestar pasó a mostrar la ruña y su maleza. Hoy tengo el sombrero puesto y una razón para vivir. La vida es hermosa y ofrece todo lo que necesito; ella es atractiva para mí; en este nadal calienta mi corazón con alegría y felicidad. ¿Que esperanza tienen los más decididos y más preparados? Dejad que el tiempo siga adelante y tendrán la misma esperanza  que tengo yo: fe inquebrantable, que la vida irá a mejor por el año que viene  ahí.

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