No sabría decir donde la gallina puso el primer huevo. Unos dirían que fue en la Tierra de Santa Cruz, cuando las aves, que en su arca descubridora llevaba Colón, se asustaran delante de la impetuosidad de las amazonas en el rio que hoy lleva su nombre, o en la gran Tierra de los cántabros, cuando, a su regreso de Irlanda, Breogán puso los milestones en orden para burilar, con toda la paciencia del mundo, el músculo pétreo de Hércules, en tierras da Ruña.
Mi amigo Trasno, aquel que epistolaba sus comentarios, que también no se decir si lo hacia desde un morro de cara a la bahía de Guanabara o escribía desde una pacata playa, al pie de un montículo en la isla escogida por el venerado premio nobel lusitano, moriría de risa al leer en este espacio lo que tan despacito, al ritmo de un bolero raveliano, explica el conde y eterno amigo, don Alfredo.
Decir que la principal fuerza económica, fuerza que jamás haya existido en la humanidad descendiente de la nación de Cain, es ilegal es poner un huevo en pie, encima de la i que no llevaba pelota. Y ahora la pelota es interpuesta con el atrevimiento de quien nunca chuta al aire y piensa dos veces para escribir lo que escribe (una, en el inmortal gallego y otra, en su derivado castellano) para demostración de absoluta solvencia.
Decía yo que no sabría decir donde la gallina puso el primer huevo. Verdad absoluta. Absoluta como la verdad que resuelve la duda de los que dudan sobre el local donde el señor dibujó la primera pena de la humanidad y la transformó en asa de tan preciosa ave.
Asa recuerda brasa. Brasa recuerda madera que, por sus tintas rojas, los exploradores de la tierras bajas denominaran palo-brasa y, por la extensión de la gran quemada, la isla de Santa Cruz pasó a ser identificada como tierra del Brasil.
Así, en un orden creciente en que la ocasión hace el ladrón, surgía la dignidad del robo divino, que por ser divino tiene que ser extremo, ni grande ni pequeño, mucho a lo contrario de lo que puede suponer la fiscalía de delitos monetarios, quien, delatante de tan extremado anatema se pierde, como el robot se pierde ante el orden de un off/on y su equivalente paga sin relinchar, de engodo céltico. Apenas un moron in a hurry (infante apresado) es capaz de escandalizarse delante de tan proverbial escándalo de la sociedad cleptomaniaca.
Paga y no relinches, porque relinchando unos te dirán caballo, otros te llamarán mula y los del medio, los que no son capaces de promover distinción por la confusa similaridad de los placentarios équidos, afirmarán que somos cebras de rayas blancas y no a lo contrario como antes suponíamos. Y por cá, en tierras de la santa cruz, la rayita blanca cobra, con cara dura y sin temblarle la mano, mas de 300 % al año, a título de pena por el olvido burro de pagar una cuenta en el tiempo aplazado. Y no reclames, pues el funcionario dirá que cumple su obligación de fiel peón. A tocar bolero que vivimos en folga.