jueves, 23 de septiembre de 2010

AQUÍ, LA PRIMAVERA

He aquí un momento en que los contrarios son iguales en un instante justo de repartición solar. La noche se iguala con el día en duración; la primavera y el otoño son fronterizos en la misma línea que los separa. Entre el dilúculo y el ocaso se interpone exactas 12 horas, las mismas horas que separan el crepúsculo de la alborada. Cruzada la línea de la igualdad perfecta todo vuelve a ser diferente. Diferente en la luz, en la obscuridad, en la tonicidad, en la intensidad, en la pobreza y en la riqueza, en el género y en el seso.
Aequus nox, noche igual, de etimología discutible en el plano igualitario que la asienta en el sanscrito sentido o en el ancestral democrático griego tomado por los latinos a fuerza de espada y declinado a su manera de adjetivo calmo, leve, imparcial, igual en proporción, cantidad y tamaño. Matemáticamente la porción de un todo que fue dividido por 2: la Galicia de mis amores, alma y corazón de España.
Aquí está la primavera. Surge de las entrañas del invierno que ahora se muestra muerto, pero está adormecido y despertará en el solsticio cuando el astro que nos ilumina se canse de dorar el día. En este juego de dioses estelares, la cuerda que sostiene el péndulo de la vida envejece por cansancio del monótono vaivén. Ahora es primavera,  una primavera, sin duda, diferente  de la primavera de ayer. Para los jóvenes, mis nietos, es luz para nuevas experiencias, para el toque con la vida que renace, para inspirar los aromas que destilan los campos, para compararse con la naturaleza que los rodea, para repetir el mismo destino que a todos acecha: nacer, crecer, vivir, cantar, sufrir y morir.
Equinoccio de septiembre abre la primavera para el mundo en que habita mi cuerpo. Paradoxalmente, muestra el otoño del mundo en que aldea mi alma. El cuerpo se alegra creyendo que rejuvenece. El alma entristece al sentir como huye la luz del sol a camino del trópico que el cáncer no consiguió extinguir. Alma y cuerpo, indisolubles en la vida, habrán de juntarse en la selva del ecuador, donde el otoño y primavera marcan rítmicamente el paso de un norte al sur y de un sur al norte, en ese monótono pero maravilloso caminar del ser tierra alrededor del ser sol.
La primavera es parte de una obra sinfónica cuya abertura tiene inicio en un determinado momento, como preludio, interludio o posludio, en contraste con secciones vocales de otros sentidos, generalmente en R mayor, para alcanzar extrema resonancia en su momento inicial y destacar sus momentos calmos, para, finalmente, terciar en un fatal instante.
Dos estaciones tan opuestas caminan simultáneamente en espacios diferentes del globo terrestre. En la primavera florecen los campos. En el otoño la flor se transforma en fruto. Esto se repite como un milagro de la creación todos los años y quiera Dios que así continúe ad aeternum. Amen.

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