miércoles, 22 de septiembre de 2010

TRANSFUGUISMO

A mi buen amigo Luis:
Si tú y yo no hubiéramos tenido piernas para emigrar de la Magdalena, en este momento estaríamos al pie del cruceiro tirándonos mutuamente el pelo. Confieso que de mi parte sería una cobardía, pues tus manos, tentando arrancar los míos, resbalarían na eira calva que protege os miolos, razón de mi existencia. Ya las mías… retornarían repletas de tufos hilados y preñados con excelente sabiduría. Excuso decir quien saldría ganando, por supuesto no serías tú.
Pero el tema de hoy no es el pelo. Hablaremos de la ciencia idiomática y del imperio dictatorial de algunas palabras.   
Se pretende estereotipar la palabra tránsfuga, estigmatizándola, pervirtiendo el sentimiento ideológico de un paisano anclado a la estructura ideológica de un partido político o cualquier otra agremiación de cuño social. En política, o cualquier otra agremiación con mando piramidal, es extremamente conveniente la composición de miembros con fe destacada entorno de algunos principios, de algunas ideas, de determinados objetivos y aun de determinadas estrategias capaces de conducir las propuestas a una determinada meta.
El transfuguismo es un fenómeno que, como una granada que explota en el aire, ocurre en cualquier sentido de la dirección que se atribuya a sus partículas. El involucro granadino es sin duda la base que sustenta el verticilo que se postula en el mismo plano de un tallo. Cuando ocurre la inflorescencia, cada flor tipológicamente se posiciona en formación de umbela, espiga, racimo o ramillete. Es la inflorescencia el momento adecuado para establecer comparaciones y verificar su relación genealógica, ideológica y otras afinidades que no eran patentes por ocasión del cruzamiento morfológico.
En algún momento de mi vida yo testimonié la sensación de ser poca cosa dentro de la sociedad gallega y el de ser mucho menos que poca cosa dentro de un determinado partido político. A ese partido yo fui conducido por su ideología explícita de centro democrático, moderado y modernista. En su célula aldeana, obviamente  yo me consideraba perfectamente apto a la fiscalización práctica de la pureza sentimental de lo que yo suponía su estructura ideológica. Nada más equivocado yo podría estar, justamente en el seno de lo que yo imaginaba evolución político-cultural en la historia de Cee. ¿Que hacer, pues, cuando las propuestas, trufadas por chambergas seguidillas, no son coherentes  con el sentimiento presente de un acólito votante? Pues, ¡eso!: arrancar la sotana y llevar la misa a otra freguesia.
A eso llaman transfuguismo. Y el sentido ideológico podría estar asociado con el de un soldado que se fuga de la posición en que va estallar un mortero. También podría estar implícito en el de un hombre puro, por honesto y sincero, que se fuga de las directrices sibaritas y muere en la cruz, no por traición, sí por honrar el espíritu de su padre y lealtad a los principios por Él transmitidos y ahora, en el desabrochar de la flor, constata que no son los mismos de la cumbre partidaria, aunque estén presentes en toda estructura de la base social.
El transfuguismo, entendido como fuga que trasciende la ideología de un filibustero, no es perversión del sentimiento. Contrariamente al sentido que se le quiera atribuir, el transfuguismo detecta transparencia de los verdaderos sentimientos que mueven el ente político y es perfectamente coherente con la legalidad y legitimidad  de cualquier pasión que mueve el cuerpo humano. Imponer su ilegalidad seria transfigurar el legítimo orden constitucional, concretándolo en un pozo de hormigón, blindado al buen sentido de la razón humana, algo que solo la razón de uno aprende y nadie nos aprende, puesto que aprender no es prender. Ough!

No hay comentarios:

Publicar un comentario