Velaiqui la llave
para descifrar el hieroglífico de la santa hermandad europea: el piramidal
despilfarro de la usura por la más valorizada moneda del mundo en el momento
presente. La
hermanoarquia de la Señora Non (frau Nein, nein, nein) vende eurobonos con
una ligera pérdida de 0.07 por ciento al año.
En una proyección de largo plazo, la señora Non se quedará sin un tostón
de aquí a casi un milenio y medio (interés simple).
Por la misma fórmula
de la simple y sagrada capitalización, el mister Raza, hoy vendiendo deuda con el impulso que da el
interés de 7 por ciento, en 14 años verá totalmente dilapidado el ingreso de su venta.
Ahora cabe destacar
quien compra Deuda y los medios que utiliza para comprarla. Tanto la señora
Non, tanto el mister Raza, hoy son detentores de derechos por una riqueza
fiduciaria salida de las emisiones monetarias prensadas bajo la vigilancia de
sus respectivos bancos centrales.
¿Coste de esas emisiones?
Son (deducida la
amortización de máquinas y edificios), el pan, vino y otras migallas retiradas
de la cosecha local para consumo final de un pequeño número de funcionarios. Toda
esa riqueza ilusoria, añadida al poder real que la ilusión produce sobre la
moral, necesita una correcta administración para que el agua visto en el seco
desierto no se transforme en una dura pelota de arena engasgada en el recto de
la vida humana. Es precisamente por el tamaño de esa solida pelota de arena que
nosotros, los administrados, conocemos los resultados y, por consecuencia, la
inteligencia de nuestros gestores.
Por el poder supremo
que emana del pueblo, cada pastor de ovejas tiene derecho a cuidar de la manada
y a darle entretenimiento comiendo el césped,
siempre con la productiva utilidad de sacar provecho de la lana, leche y carne
y mantener el césped estéticamente nivelado al gusto del gestor. Como el rebaño
en condiciones de bienestar crece rápidamente, se hace necesario promover adecuada
división y delegar poder a otros pastores, siempre sobre la supervisión del gestor
mayor (para un determinado pasto, hoy el mister Raza, y para el otro, la señora
Non, ambolosdous temporarios jefes de
las respectivas bancas de melenas laníferas). Eses banqueros adquieren, en
función de su lealtad al pastor mayor, cuotas monetarias de la ilusa producción
de la oficina central. De ahí en adelante, el poder de cada subsidiado crece en
proporción con la cuota subsidiada. Con el pasar del tiempo, el interés sobre
el nada que ilusiona se hace más importante que el todo que produce, y las
cosas y casos axiña se transforman al
arbitrio de una legalidad indecente. Y como todo que es indecente rebaja la
moral, las cabras se cubren de miedo, los cabrones invisten los cuernos y el césped
pierde color en el peirao de la gloria.
La señora Non,
dedicada ama de la cría del mercado norte-oriental europeo, bien conoce que la
utilidad del eurobono haría rebajar el poder del euro sobre su guarda. El mister Raza,
austero tozudo, mal entiende que el brillo de su austeridad ilumina la cobija
del banquero oriental y este, por el
principio de la capitalidad, no pierde oportunidad para arrancar taja de la
buena disposición del mister Raza.
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