Despertando la
vocación del oído
Zeus vive muerto y Eu, después de una zurrada existencia, se aproxima al
limiar de una nueva vida. Qué miedo este nuevo medio me da! Me harán sátrapa en
el reino de los medos? Tal vez griego fuese mejor. Fe necesito para no creerme
el fenicio que inventó el analfabeto y provocó el romano a promover sus guerras
púnicas con el yugo y flechas de la JONS. Se me traba la lengua cuando pienso
que sin pensar yo no existo. De mi ceguera se aprovecha el rey de Roma para
roer, cómo el rato, la estéril roca del colorado xisto, en gesto ejemplo para
anular la xesta y barrer del monte el amarillo de la primavera gallega. Prima
esta que está ahora muy triste delante de la audacia de la bella prima de
riesgo.
Para qué sirve el batón rojo cuando
la noche es negra? Lo
mismo que el bastón no sirve para remar en aguas turbas, el ojo que deja la
retina a un lado de muy poco le sirve la pupila azul con su halo de estrella
fulgente. Por el más allá de la sutil razón, sabemos que el fondo ciego carece
de vocación para la lectura. Por lo que a mi cabe y por el deber de ofrecer
moral a los sentidos que me defienden, con el alma en la mano y ciego de un ojo,
clamo al oído para que asuma sus deberes vocacionales y, por el sonido libre de
interferencias nefastas, me devuelva la percepción de la vida en la plenitud
que, antes de ahora que la visión se aleja, la vista me ofrecía.
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