miércoles, 2 de septiembre de 2015

VOCACIÓN DEL OIDO

Despertando la vocación del oído

Zeus vive muerto y Eu, después de una zurrada existencia, se aproxima al limiar de una nueva vida. Qué miedo este nuevo medio me da! Me harán sátrapa en el reino de los medos? Tal vez griego fuese mejor. Fe necesito para no creerme el fenicio que inventó el analfabeto y provocó el romano a promover sus guerras púnicas con el yugo y flechas de la JONS. Se me traba la lengua cuando pienso que sin pensar yo no existo. De mi ceguera se aprovecha el rey de Roma para roer, cómo el rato, la estéril roca del colorado xisto, en gesto ejemplo para anular la xesta y barrer del monte el amarillo de la primavera gallega. Prima esta que está ahora muy triste delante de la audacia de la bella prima de riesgo.
Para qué sirve el batón  rojo cuando la noche es negra? Lo mismo que el bastón no sirve para remar en aguas turbas, el ojo que deja la retina a un lado de muy poco le sirve la pupila azul con su halo de estrella fulgente. Por el más allá de la sutil razón, sabemos que el fondo ciego carece de vocación para la lectura. Por lo que a mi cabe y por el deber de ofrecer moral a los sentidos que me defienden, con el alma en la mano y ciego de un ojo, clamo al oído para que asuma sus deberes vocacionales y, por el sonido libre de interferencias nefastas, me devuelva la percepción de la vida en la plenitud que, antes de ahora que la visión se aleja, la vista me ofrecía.

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