lunes, 14 de diciembre de 2015

AGUITA

AGUITA
Yo también tuve un amigo - que era no ruso, no chino, no polaco, y ni siquiera yo de él amigo era, pese a la proximidad de nuestros pueblos unidos - el cual participaba, con riguroso furor del fluido y rojo sangre subido a la cabeza, en concursos de la bohemia extrema. En su portentosa fuerza de carácter  urbano, afirmaba jamás haber degustado lo que comía, y lo que bebía lo depuraba a golpe de caña, pues creía que su tronco era más fuerte que el colmo del arroz, el trigo o la cebada, sus raíces no provienen del agua y su dulzura tiene el talle hermafrodita de la cepa romana. A bajas temperaturas instilaba etílico sin la menor necesidad de vestir casaca, a lo bruto, con pecho abierto y trasero expuesto a su libre arbitrio. La última vez que lo vi, oí como se quejaba, inconsolable, angustiado por el resultado del concurso de la famosa agüita. Decía: “No entiendo como no he conseguido superar los escaños propuestos (5 litros de caña) si pocos minutos antes, en plan de entrenamiento, había bebido seis litros de la famosa agua”

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