miércoles, 16 de diciembre de 2015

SUBLIME MADRIGAL

SUBLIME MADRIGAL
¿No oís lo que cuenta la borrasca traída por los vientos de la castaña, el caliente Abrego que, por la una, inundó los picos de Europa y a las dos entraba por mis orejas para contaminar mi dulce sueño, una suave pesadilla al ritmo del triste fado?  ¿ No? Os lo contaré con la estridencia de  una gaita de foles:

Hubo tiempos que, cuando uno llamaba mentiroso al otro,  el otro respondía con un guantazo en la cara del uno y, por tan cariñoso trato, se constituía acuerdo entre los dos. Una verdadera fiesta, una boda con la muerte para lavar la honra del que viviera después que el aliento abandonara o uno u otro. Perdiendo los dos la vida, los padrinos declaraban la tragedia y reunían a las viudas para bailar el chotis y hacerlas emperatrices del lavapies.  Nacionalistas y republicanos murmuraban: “Madrid, Madrid, pedazo de la España que perdí” Era el murmullo de un madrigal libertino al que se había robado la jota y la eñe para calmar la voz de Iberia y volver a lo mismo por unión confederada.

Con los madrigales llegaba anexo un extraño ruido. Lo interpreté como ruido de sables. Invoqué a los cielos para que me aclarara lo contenido en tan sutil susurro. Dios me envió el ángel que tiene asiento en el trono izquierdo.  Este ángel venia alumbrado por luz fiera de una extraña estrella del nebuloso firmamento; caduca no, pero sí algo fría por distribución de mucha energía en el correr del tiempo. En su saber científico él me explicó lo contenido en el contencioso de los sables. - ¿De sables? ¡Nada!-  Dijo  con la contundencia que ilumina la voz de quien sienta al lado de dios. Y continuó con su aplicativo dialéctico de poderosa adjetivación comparativa, en  demostración de su poderosa elocuencia:  - Los sables no son sables, no son puñales , ni navajas permitidas por la guardia civil son. Son simples imitaciones plásticas de armas hechas con materiales orgánicos de gran maleabilidad, se modifican fácilmente  por calor o presión. Templados por fragua, gotean de sudor y subliman al instante. Todos festejaron la victoria, El ruido no era de sables.

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