SUBLIME MADRIGAL
¿No oís lo que cuenta la borrasca traída por
los vientos de la castaña, el caliente Abrego que, por la una, inundó los picos
de Europa y a las dos entraba por mis orejas para
contaminar mi dulce sueño, una suave pesadilla al ritmo del triste fado? ¿ No? Os lo contaré con la estridencia de una gaita de foles:
Hubo tiempos que, cuando uno llamaba
mentiroso al otro, el otro respondía con
un guantazo en la cara del uno y, por tan cariñoso trato, se constituía acuerdo
entre los dos. Una verdadera fiesta, una boda con la muerte para lavar la honra
del que viviera después que el aliento abandonara o uno u otro. Perdiendo los
dos la vida, los padrinos declaraban la tragedia y reunían a las viudas para
bailar el chotis y hacerlas emperatrices del lavapies. Nacionalistas y republicanos murmuraban:
“Madrid, Madrid, pedazo de la España que perdí” Era el murmullo de un madrigal
libertino al que se había robado la jota y la eñe para calmar la voz de Iberia
y volver a lo mismo por unión confederada.
Con los madrigales llegaba anexo un extraño
ruido. Lo interpreté como ruido de sables. Invoqué a los cielos para que me
aclarara lo contenido en tan sutil susurro. Dios me envió el ángel que tiene
asiento en el trono izquierdo. Este ángel
venia alumbrado por luz fiera de una extraña estrella del nebuloso firmamento;
caduca no, pero sí algo fría por distribución de mucha energía en el correr del
tiempo. En su saber científico él me explicó lo contenido en el contencioso de los
sables. - ¿De sables? ¡Nada!- Dijo con la contundencia que ilumina la voz de
quien sienta al lado de dios. Y continuó con su aplicativo dialéctico de
poderosa adjetivación comparativa, en
demostración de su poderosa elocuencia:
- Los sables no son sables, no son puñales , ni navajas permitidas por
la guardia civil son. Son simples imitaciones plásticas de armas hechas con
materiales orgánicos de gran maleabilidad, se modifican fácilmente por calor o
presión. Templados por fragua, gotean de sudor y subliman al instante. Todos festejaron
la victoria, El ruido no era de sables.
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