“La utilidad pública, que debe servir de fundamento legal a la expropiación, comprende todos los casos en que se procure la satisfacción del bien común, sea este de naturaleza material o espiritual”. Es así que se califica la utilidad pública en la ley 21499 del régimen de expropiaciones argentino. El artículo 18 de esta misma ley dice: “no habiendo avenimiento, el expropiante deberá promover la acción judicial de expropiación”. El 19 ordena: “el processo tramitará por juicio sumario, con las modificaciones establecidas por esta ley y no estará sujeta a los juicios universales”.
Por en cuanto, el proceso de expropiación de 50,01% de YPF, dicen, es un borrador, sin identificación de responsabilidad, elaborado para declarar de utilidad pública 96,6 millones de acciones de Repsol y 100 millones del grupo Eskenazi.
Dicen autoridades europeas que Rajoy es hombre valiente, honesto e inteligente. Yo así lo creo, pero la prudencia también es una gran virtud que debe, por el bien de España, ser manejada con extremado cuidado y no dejar que ministro vaya por ahí dando de valentón, poniendo sobre amenaza lo que es de fuero legítimo de otra nación libre y soberana y, además, lo tienen escrito en ley que antecede la existencia de la monarquía parlamentaria española.
A modiño, señor José Manuel, que los santos son de barro. ¿No son gestos de cobarde hostilidad social los continuos desahucios de trabajadores involuntariamente desempleados?, ¿de viejos jubilados, cuyo único crimen fue dar aval a la usura financiera y ahora se ven obligados a residir bajo los puentes?, ¿de los inmigrantes llamados para aquí construir la riqueza de la capitalista España?
Hombre, que el nuevo gobierno va abriendo frentes por todos los lados se observa con pública insistencia. Reformas laborales, despidos inconsecuentes, reforma sanitaria para perjudicar la salud del pobre, reforma tributaria, el lio de Sarkozy, la disculpa de Mario Monti, más de cinco millones de parados, incondicional propuesta de apoyo a las empresas para regenerar la confianza perdida con tantos despidos, y, ahora, esa alarmante voz de amenaza a un gobierno hermano y democráticamente soberano.
Las empresas no son entidades divinas que se instalan en la Tierra por un mandamiento de la ley de Dios. Las empresas son parte de un conjunto mayor, que es la sociedad de la que ellas tanto dependen y a la que deberían respectar y trabajar para ella y con ella. No es lo que parece en la escandalosa crisis financiera. No fue lo que parece haber sido la empresa de Colón en Cuba de los reyes católicos, ni la telefónica en Brasil, tachada como campeona de reclamaciones, ni la Repsol en Argentina. Si queremos ser confiables a los mercados internacionales, primero debemos ser confiables en los mercados internos, y en este tema los alarmes no cansan de tocar avisos de seriedad profunda, que ya van generando pánico en las familias que han perdido techo para los bancos y no tienen lo que comer, pues el gobierno los vigila para que no practiquen lo que dicen que es economía sumergida.
Como consejero, yo pediría a mi paisano Rajoy que llame a Cristina Kirchner y le pida mil disculpas por la imprudente y alarmante manifestación del ministro Soria. Sin amenazas, la paz se inclinará sumisa al buen concierto entre las dos naciones.
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