“Tiven dous amigos que se chamaron Ramón …”En verdad, en verdad os digo que en el
transcurso de mi vida, que para bien o para mal ya supera el doble de la vida
física de la vida de nuestro señor, de quien en estos días celebramos su
nacimiento y de aquí a pocos meses celebraremos su injusta muerte, yo he tenido
muchos amigos. Dos Ramones de la modalidad araucaria que crece en la sierra
gaucha, y otros dos, también pinheiros de origen araucaria pero que han
recibido nombre, uno, en memoria del cruzado Corazón de León, el otro, en
memoria del apóstol autor de las famosas epístolas. De uno aprendí a respectar
el honor de buscar cumplir la palabra dada, de los otros tuve la enorme
satisfacción de comprobar la buena genética del bastón transmitido por mi
padre, patrón de esta pequeña nación de pinares araucanos sementados en los
regos de la selva urbana paulista.
En este momento me ataca un singelo interés
por saber si alguien sabe de qué ave era la pluma que Nicholas usó para
escribir sus famosas orientaciones a los políticos de la republica florentina.
Mucho me temo que, en este asunto, el señor Foderico, señor supremo de los
loros y con asiento en la cumbre de las torres de Mugardos, tiene responsabilidad
constitucional, al estilo de lo que se escribe en el artículo 56, parágrafo 3;
esto es, autoridad con el infinito por límite y responsabilidad dentro del
dominio del cero absoluto, sus actos fueron, son y serán siempre refrendados
por el señor Luis u otro cualquier responsable que los refrenden, eche o no eche
huevos, algo muy diferente de lo que los tratados de administración y la propia
vida me han enseñado: la responsabilidad es función de la autoridad que un individuo tiene en el
ejercicio de un determinado cargo.
Es Él, es Foderico el símbolo de la nueva
cruz. Simboliza el horror que despierte el saber que no hay empleo y el indescriptible
dolor de haber perdido el derecho al trabajo, después de haber dedicado tanto
tiempo a ese buen sacrificio social. Vivimos simultáneamente la Utopía del señor Moro, la diestra habilidad
de una mezcla de tesón y fuerza exenta de escrúpulos sociales, en ambiente también
exento de cualquier virtud y con un palco donde todas ellas son perfectamente
simuladas, al estilo literario del acusado, Maquiavelo, por la estirpe de los
borgias florentinos, oriundos de la casa de Aragón.
El fin tan amado está siendo substituido por
los medios tan temidos. La moral política sigue por el orden del caos y la crueldad del leviatán ladre su exigencia
de que es imprescindible saberlo entender. Algo muy fácil de explicar por el
señor Hobbes, de quien el señor Rousseau discuerda 200 años después, pero ahora
ambos son extremamente difícil de ser entendidos por los más de cinco millones
y sus respectivos dependientes en la era del desempleo masivo. Desahuciar el
empleado, o mismo obligarlo a donar su residencia en pago de intereses, es lo
mismo que condenarlo a muerte. En estado de guerra, Hobbes aconseja que los
ciudadanos pacten cesión de derechos al estado. En contrapartida, el estado les
garante una vida digna, explica Hobbes. Rousseau sale a campo para discutir la relación
concedida, pues constata que el estado solo está interesado en protegerse a sí
mismo.
Jesús mal acaba de nacer y ya nos preparamos
para verlo morir. Jesús, te pido, por el llanto de aquellos que no te olvidamos,
nos expliques el odio del monstruo Leviatán. Jesús, Jesús, Jesús, salva mi
patria. Jesús, te veo en la cruz y de tus ojos brotan lágrimas. Jesús habla conmigo y llora, llora como tú y yo.
Discrepo
con veludo y cetin, amigo Alfredo, de tu afirmación de lo que es actual, en la actualidad, dura pocas horas. Según la RAE, el periodo
actual apareció hace unos pocos ocho o diez mil años y muchos rezamos para que la
tierra menee el rabo por otros tantos años, con Mas o sin él. Otra cosa, que también
no es muy diferente de otros tiempos, es la transgresión voluntaria de lo que
quisimos ayer y hoy, por falta de lo que es debido o por exceso de quien nos
aplica el deber, sumergimos en un desordenamiento del que ya conocemos algunos
precedentes, y los cien mil hijos de San Luis intentaron corregir a la manera
de un Francisco primero, que no sería el único en nuestra historia, sin darse
cuenta que un retratista Goya volcaba sobre las telas la calamidad de su
impresión. Luego, observando las diferencias y mantenido constante todo lo
resto, podemos afirmar que todo sigue igual y nada se ha creado, pues lo que
parece distinto es una aberración de lo que antes era igual y en la actualidad
parece transformado. Así que de huída, nada. Y nada, aunque reiteremos
repetidas veces, es absolutamente nada.
El machado cuando cae pesado sobre el leño
hiere la corteza y pasa a exhibir la habilidad y el talento habido en su
interior. La brisa susurra cosas en mis oídos, el viento clama los misterios de
la vida y el huracán enfurece los elementos para que lancen chispas sobre
nuestras cabezas. Y todos corremos hacia donde creemos haber algún refugio. No
encontramos amparo adecuado a lo que buscamos, porque el refugio no existe. Si
existiera, otros ya lo habrían encontrado
y en sus ojos no habría lágrimas, del sudor harían vino y de la mar
saldrían peces cocidos o asados al gusto del refugiado.
No es tiempo para dar consejos, preciso es
venderlos. Para quien cree que es bueno tener un banco malo les diré con el
alma en la mano que mucho mejor será tener empleo malo y no un desempleo
perfecto, pues es a sabiendas que el paro es oriundo del desdeño de la política
mala y si ésta en su primer año va trepando suceso, en su límite nos ocupara a
todos, pues será suficiente ser sus parientes, obtenido el parentesco por un
ganancioso matrimonio con el buen interés de la intermediación plena.
Que será un buen nombre, mi señor? ¿El sonoro
nombre de Heitor Villa Lobos, compositor del modernismo brasileño, inspirado por
el choro musical de la pluma retorcida en los bares de Rio, y hoy espejada en
el club tortura del lápiz feroz de la crítica que boga en la actualidad de
estos otros días?. O será Lacerda,
miembro de la UDN, descendiente de emigrantes portugueses, de nobleza açoriana, señores da Feira e dos Lacerdas, descendentes dos
reis de Castela e León e dos de França.
Como podemos ver, mi muy estimado Alfredo, por
la mala vista del bo rego también corre
cultura de calidad, algo recesa pero de eterna actualidad, como el trato de
Amalia.
Es
dia para decir todo loi que queramos decir. Es dia para recordar preferentes de
ocurrencias pasadas en el año que se acaba. Y por ahí nos invade el hechizo de
la miserabilidad advenida de la esperanza que habíamos en los frutos de las
preferentes y , ahora maduras, se atascan en la garganta como espinas agudas,
prontas para dilacerar los ductos por los cuales algunas consigan resbalar.
Pero esas espinas del mundo financiero no son los peores huesos que debemos
roer en el nuevo año, que empezará cuando la pelota que todos queremos chutar complete
la enésima vuelta alrededor del astro Sol.
Estamos
en el quinto año de lo que ya podríamos llamar gobierno de la crisis más
sospechosa de la historia de nuestra galaxia. Crisis advenida en el apogeo de
la capacidad productiva, con inversiones a destajo en automóviles a diestro y
siniestro, en comilonas con aire de majestosa nobleza, abochornada con vinos de
calidad y humos del puro humedal habano. A nuestro parecer poca cosa nos hacía
pensar que éramos frágiles delante de una invasiva austeridad, austeridad que
fue penetrando como virosis ensandecida por todos los poros de la piel y va instalándose
con fuerza de ocupa en todos los órganos, amenazando en menos de un año poner en
jeque los órganos vitales.
Nos
piden esfuerzo, ilusión y esperanza. Sabemos que la esperanza es la última a
caer. Ella se derrumba cuando la ilusión fallece y en su lugar surge el demonio
de la frustración. Con la mirada absorta en el futuro y los oídos deseosos de
escuchar buena música, el viento ondula palabras insuflando el sentimiento de
que es necesario hacer esfuerzo colectivo para juntos salir adelante y, aunque
por inacción no consigamos dar más un paso, moriremos diciendo que intentamos
mejorar la situación sin haber mejorado absolutamente nada.
La
vida moderna es colectiva, socialista por exigencia de la sociedad en que la
vida humana y también la animal se integran. La vida puede ser socializada por
comunión de un grupo de personas, los gallegos en su ambiente geográfico o
españoles en la circunscripción ibérica. Podríamos incluso ampliar los
beneficios del socialismo aumentando la abrangencia del espacio de la Unión.
Por el esfuerzo colectivo, podríamos construir, por ejemplo, la Unión Europea,
la Unión Mediterránea, la Unión de los países del Atlántico e incluso, si a
alguien le pareciera original, podríamos inventar la Unión de las Naciones
Unidas. Todo sería bueno si la capital
de tan colosal imperio se ubicara en el junqueral de mi querida tierra.
Pero la
vida jamás se capitaliza, ni siquiera por la criogénesis. Adviniendo la
navidad, la vida sigue su rumbo sin cualquier posibilidad de ahorrar un año para
consumirlo en los años que le siguen. La vida no es capitalista. La vida es
socialista y tiene su fundamento en la unión social de dos personas, de género
opuesto, verdad, pero que se complementan. El capitalismo está ahí imponiendo
criterios para romper esta singular verdad. Ha roto la unión de dos personas dictándoles
el ejercicio de trabajos bajo la ilusión
de que ganarán vida. Después destrozan aquella ilusión mostrándoles que separados no son nadie y lo único que algo
significa es el alma de un monte de papeles que, evidentemente fuera de la
ilusión, absolutamente nada valen.
Con castañas
calientes en el rigor del invierno la ilusión se enerva y la esperanza se
renueva, por lo menos en cuanto dure la
digestión de tan sabroso fruto, ofrecido por la naturaleza y recogidos por mí en
días de frio invierno de los años de Aznar, en el bosque del colegio Fernando
Blanco y asados por el calor de mi esposa en un modesto piso de la pena.
Pero
ni siempre las cosas son como parecen. Pedir a un joven desempleado que tenga
ilusión y esperanza en el futuro puede parecer bueno, pero si ese pedido no se
concretiza en un intervalo corto de vida (inferior a una estación) es de
esperarse que el desespero vendrá y el pedido de nuestro querido patrón de la
xunta tendrá el mismo efecto que tendría si pidiese a un jugador de billar que acertase
casapa fustigando la bola con una cuerda.
Mil
perdones y otros tantos más de la repetida plegaria a orillas de cada uno de
los mil ríos de mi idolatrada nación gallega, producto filial de la Magna y Una
España, donde todos, vascos, catalanes, portugueses y extremeños de cualquier
extremo del centro, somos, sin excepción, ibéricos.
Atiéndeme,
quiero decirte algo, quizás no esperes pero debo justificarme. Sabéis que para
hoy estaba marcado el fin del mundo. Yo lo sabía desde hace algún tiempo. Mis
gurús mayas me habían avisado, y yo, claro, previdente como la previdencia
social, tomé todas las providencias para poder ver como se acaba el mundo.
Me metí
por la estrecha boca de un pozo profundo y fui bajando, bajando y, barajando
mis cuentas, alcancé una lejana isla del
sol poniente, en las antípodas. Mi pensamiento era que al iniciar los primeros
destellos del fin del mundo yo llenaría los pulmones de aire, y así, por un
desnivel de la densidad de mi cuerpo en relación a la densidad del medio, yo
entraría por el tubo y regresaría rápidamente al otro extremo de las antípodas.
En
todo cálculo siempre hay algún cálculo que despreciamos y, en el mío, no me di
cuenta que entre los extremos había dos
estaciones diferentes, detalle suficiente para que el producto de los medios
fuese diferente. Con cálculo equivocado no hay gurú que acierte ni futuro para el profeta distraído.
Luego, al reflotar sobre el balcón de mi morada pude observar el fin del otoño
y el regreso del verano, llegaba la nueva estación brillante y exuberante como
pocas veces lo había visto (presumo que la belleza se debe a los efectos de un
nuevo colirio receptado para librarme de la sombras que impiedosamente me
asombraban).
Diferentemente
de lo que se le antoja a mi eterno amigo Alfredo mis anteojos me hacen ver las
cosas de un modo diferente. Para concentrar uno de los cinco sentidos en un punto,
ahora necesito algo más de lo que dios
me ha dado al nacer. Necesito lentes para orientar los rayos de la luz y vayan
directo al punto de convergencia y no se distraigan con reflejos impropios para
una buena reflexión. No obstante, lo último es lo que prevalece y cuando lo
último se aleja algo vendrá para ocupar su lugar. Que será, será. Ya lo dice la
canción. Por la experiencia crítica del selecto club del tipo retorcido, tal
tesis no necesita demonstración para alcanzar estado permanente de sofisma verdadero.
Lo que por último se dice es y siempre será lo último, y punto.
El
problema de lo último es que hemos corrido mucho para alcanzarlo y nunca paramos
para pensar que, aunque fuéramos tartarugas o lesmas, el ritmo del tiempo fue,
es y será siempre el mismo. Profetizo, sin necesidad de cualquier coeficiente
de seguridad en mis cálculos, que cuando el ritmo se altere, como en los
movimientos de una tesitura musical, nuestro mundo será otro y dejará de ser nuestro.
Psiu!...
silencio… Hablemos bajito para que nadie nos oiga. Hablemos una lengua
minoritaria para que las mayorías no nos entiendan. Separaremos la cabeza del
cuerpo y daremos libertad a todos los órganos para que cada uno viva a lo suyo:
ojo izquierdo, a su modo; el ojo derecho que mire como le plazca; expulsemos
por la boca todo que por ella entra y tomemos por el culo todo que este crea
que es su derecho.
Los
deberes para los seres de buena voluntad y para aquellos que crean que vivir en
paz y razonablemente organizados es un pensamiento de menor riesgo y pueda
parecernos ligeramente útil para salvar el límite que por la derivada del
tiempo se produce al nacer: una expectativa optimista media, digamos, de ochenta
años. Una media que unos quieren elevarla a la edad de nuestro padre Adán y
otros hacen lo imposible para que no alcance la edad del hijo divino: paradojas
del absurdo del milagro de la vida.
Desde
el nacimiento, pasando por la primera infancia, la niñez, la pubertad, la edad
adulta y el progresivo envejecimiento hasta la ancianidad, la expectativa de
vida al nacer es de más de ochenta años, pero, por la media de los pollos que
algunos comen y la ciencia matemática los reparten entre los muchos que ni los
huesos chupan, la
edad media de los españoles va por el orden de la cuarentena, un pellizco
menos para los hombres (39,6 años) y un ligero soplo a más para las mujeres
(42,2 años). Una enorme distancia para quien es niño, una insignificancia para
quien es adulto y una enorme angustia para quien se atreve a enveredar por los
retorcidos meandros de la estulticia añera.
CiU y
ERC, ¡que siglas tan extrañas para un peligroso proyecto político de uno de sus
dirigentes! Convergencia en algún punto del tiempo tiene por límite la unión de
dos líneas, derechas al punto y no paralelas, evidentemente desde que ambas
caminen por un mismo plano. Dependiendo del sentido con que el ojo mira
estas dos líneas, principalmente si lo consideramos puesto en el punto de pacífica
calmaría, como el ojo del huracán, las líneas se alejan en tormentoso conflicto,
mandando por los aires todo y a todos que a su paso se interponen.
Después
de la segunda guerra mundial un viento transmontano con fuertes olores de unión
se espació por toda la geografía del hasta entonces considerado Viejo Mundo. Todos
que vislumbraran tan difícil ideal ya han emigrado a otro plano, del que nadie,
aquí en el conturbado plano terrestre, tiene noticia, tal vez porque los partidos del más
allá sean extremamente discretos, tal vez sean más austeros, o, ¿quien lo sabe?,
un poco más que el señor Mas del nibelungo catalán no sabe explicar.
El
mundo político del año 1931 nada tiene de comparativo con el mundo político de
los años actuales. Todo era diferente,
la vida era diferente, las personas eran otras y la esperanza de una España
mejor necesitaba ser reconstruida. En aquellos tiempos algunos grupos de
personas se unían para copiar lo que había ocurrido en las sociedades españolas
de ultramar. Mucha gente involucrada en aquel proceso parecía exhibir un
bienestar superior al habido bajo el mando del gobierno central. Por el pensamiento
de los fundadores del ERC, en aquel entonces afloraba en los catalanes un
sentimiento de emancipación social y nacional, supuestamente asfixiada en su
ideal democrático por el desfecho militar en el año 1939.
Este
sentimiento fue encausado convenientemente por Convergencia i Unió bajo la
presidencia de Jordi Pujol, uno de los artífices de las autonomías (regiones
federadas en un estado de nacionalidad española)
Hoy
vivimos en un estado de legalidad democrática. Muchos problemas que debían ser
eliminados continúan latentes. El desempleo rueda como una bola de nieve y, si
nadie la para, la avalancha será desastrosa. Hasta ahora nadie ha formulado los
medios para contenerla y lo que se ha hecho en nombre de supuesta austeridad va
contribuyendo para hacer de la marca España un instrumento de recusa de lo que
pueda salir de España, pues es muy difícil creer en la competencia de
ciudadanos que no tienen en su conjunto la capacidad de hacer productiva un
cuarto de su fuerza de producción y destruye la ilusión del 50 % de su juventud,
manteniéndola totalmente desamparada.
Pero
esto y mucho más no se arreglan con fraccionamiento de la nacionalidad española:
Barcelona, arengando sus paisanos para iniciar una nueva etapa fundamentada en
el derecho de buscar el progreso social, el desarrollo económico, el fortalecimiento
democrático el fomento de la cultura y una lengua propia diferente del resto de
la región catalana, busca su independencia para convertirse en una ciudad-estado.
Que
es lo que impide al señor Mas y al señor Uriol de trabajar en pro de tan nobles
objetivos. ¿Conseguirán los barceloneses vivir aislados del resto del mundo y
evitar alguna que otra derrota del Barcelona? O mismo, para probar el beneficio
de su independencia, ¿será capaz de dispensar Lionel Andres y clamar a los
cuatro vientos la fuerza y el poder de la raza del Barcelona F.C.?
Mucho
me temo que tal odisea en los días de hoy será una cruzada con probabilidad
nula de resultado feliz. Sin duda, los mossos de escuadra reclamarían que para
dar palo es necesario que el paleado entienda el objetivo de la mano dura, y
para gobernar a quien tenga que pagar tributo necesario se hará imponer el
código de una lengua hablada y escrita común. Mira por donde, los barceloneses ya
dominan esa lengua común y por tal milagro pueden entenderse con los
araneses y demás españoles de Cataluña.
De
momento, el bipartito arenga un absoluto sinsentido, una especie de ladrido
para molestar el sosiego del estado de gracia absoluto del pp.
Veamos
si me engaño:
1.-
Formularán una declaración de soberanía del pueblo (¿soberanía del pueblo o de
los señores mandamás de los respectivos partidos?)
2.- Incorporar
enmiendas que se consensuen con la finalidad de aprobar una ley de consultas
iniciada en la anterior legislatura.
3.-
Iniciar un proceso de negociación con el poder central, al que
constitucionalmente está subordinado el poder autonómico, para convocar un referéndum
y seccionar una parte del todo español y, así desmembrado, pueda correr mas y mejor
el trozo separado.
4.- Criar
un consejo nacional -¿de qual autonomia local? - Para asesorar el bipartito (entiéndase
procesar las órdenes de mas y uriol) El consejo deberá favorecer las decisiones
adoptadas por mas en su derecho a decidir el huno por todos los españoles.
5.-
CiU y ERC se comprometen a trabajar todos los procedimientos formales,
jurídicos e institucionales posibles para estar en condiciones de obtener un
marco legal que ampare España delante de la secesión de uno de sus más
importantes miembros.
6.-
Finalmente, se convocará una consulta al pueblo para que un trozo del cuerpo
nacional se convierta, por reproducción asexuada, en un nuevo estado español.
Sabemos
por el historial de la corriente derecha, que el nuevo estado español, como
parte del todo, será una, grande y libre para ser gobernado por la gracia de
dios. La corriente que fluye por la izquierda dirá todo lo contrario: mejor
muchas, pequeñas y desunidas para gobernar mas y uriol.
Para
mi consuelo, creo haber trovado bien bajito para que nadie me escuche y ninguno
me entienda. Además, por si las moscas rondan mi teclado, escribo con lentes
obscuras para que no vean la faz de quien ecoa tanta locura.
Hoy
el tema de mi buen amigo Alfredo sigue desastroso. Y de desastres tenemos
un largo histórico. ¿Os acordáis de la Santa María, la Gallega, cuando, con
todas las tripas rellenadas con oro, del estómago regurgitaba riqueza? Sin
ningún viento que amenazase tan rica carga, la galera se embarrancó en uno de
los puertos más lindos y seguros del mundo: Puerto Príncipe, en la antigua
Española.
Parece
obvio que la autonomía del comandante era suprema en tales circunstancias. Colon
era vice rey del mayor imperio conocido, que se construía a partir de aquel singular
momento: el gran imperio filipino. Entrementes, a la hora de decidir entre
algunos kilos de oro, algunas semientes de maíz, algunos rizomas de patatas y uno que otro vistoso y locuaz papagayo, la
decisión fue dejar más de una treintena de marineros al libre arbitrio de su
buena o mal suerte. No cabe discusión sobre el resultado del orden autonómico.
La historia no registra conocimiento del nombre de aquellos hombres, ni
siquiera el descubrimiento de sus huesos, que ciertamente no componían el cardápio
del indígena caribeño, fue redactado en las columnas sociales del plus-ultra.
Pero,
en materia de desastres marítimos no pararíamos por ahí. Pues ya lo dijo Colón:”!
Hay de ti si tú no te cuidas! Y por tan sincera frase nació Haití, hoy ejemplo
para el mundo entero de la desastrosa dependencia a la solidaridad humana. Y
claro, como en asuntos de administración humana el homo sapiens es el único
animal que se ofrece más de dos veces a una única trampa, la trampa nos acecha
permanentemente en la doblada de cualquier esquina. Así fue con la imbecilidad
de la invencible escuadra, cogida por un fuerte vendaval cuando se disponía seguir
rumbo norte, orientado por el mítico Pindoschan. Así ocurrió con el piloto del
Serpent, que creía que la línea recta entre dos puntos acortaba la distancia a
un imaginario destino, y alcanzaron fondo en la playa trece, bastión del buen rego, que
fue mi abuelo Daniel. Así ocurrió con el buque americano de cuyo nombre no
guardo memoria. Con el Casón, su carga química y 23 muertos. Con el Prestige y la paranoia
del Nunca Mais, de la que yo fui testigo en las calles de Santiago. Con el debate
jornalístico despertado por el pausado y buen amigo Luis, secundado por el, a veces, irascible y el muy comedido,
muchas otras, conde de Ourense, el inolvidable Alfredo.
El
tema de los desastres ofrece manga para mucho paño. No podemos descuidarnos,
bajo pena de que falte paño y sobre mucha manga para mangoneo de nuestra
humilde sociedad. Humildemente creo que no hay peor desastre que aquel que se cultiva
en el celebro de un (o una) joven en edad propicia al brote de su capacidad
productiva y observa como la esperanza puesta en el futuro naufraga en un estercolero,
en el que se ceba la indolencia, el beneficio pajolero, la discriminación
destructiva y la pasividad sospechosa delante de quien cree que podrá alterar
la química corrosiva del estiércol.
Espiritualmente
me uno a Monserrat Deu y Belen Somoza y amarro virtualmente mis piernas, brazos
y pescuezo a la columna del Plus Empleo, columna de calidad y digno para todos
que en la condición de amarrados a la Constitución española (artículo 35) manifiesten
el derecho a trabajar para poder ejercer el deber de pagar todas las imposiciones
impuestas desde los más variados órganos de poder - europeo, central, comunidad
autónoma, provincial, local y un sin número de poderes paralelos (asociaciones,
sindicatos, colegios profesionales y etc., etc.
Mucha
fuerza niñas para que la columna de la dignidad, los derechos que le son
inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respecto a la ley y a
los derechos de los demás continúen fundamento del orden político y la paz
social.
Dicen
que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esa razón. Tan lejos vivo y
tan cerca estoy, luego hoy que un poderoso vendaval arrastra mi barca por las
cercanías de Vimiazo, viene a mis recuerdos la odisea de mis padres cuando
tuvieron que abandonar el lar y se refugiaron en Santiago a espera de lo que
pudiera ocurrir. Por un cabo que atravesaba el Atlántico, la voz de mi madre llegaba
pura y sonora para consolarme de que la familia estaba segura y “por aquí no
pasa nada”. En Finisterre ardía el Casón y mi playa tropical se llenaba de
amargura, pero mi madre, miña naiciña querida, supo esclarecer mi sufrimiento
en estos mares de locura y, ahuyentando de mi los sufrimientos, cuidaba para
que yo no naufragase en mi vivir.
Han
puesto algunas velas en el túnel de mi existencia y esto permite que yo vea mis
manos y sepa por donde ellas quieren nadar. Los dígitos bailan, más por experiencia
que por la orden de los ojos para que pisoteen las teclas que la voluntad, de
expresar lo que quiero, digan lo que me gustaría decir. Y lo digo sin más rodeos
que el de la muela de un molino de agua dulce en el silencio de la Lagarteira.
Cuando
se produjo la catástrofe del Prestige yo cavaba mi prestigio por las cercanías
del desastre. Durante la noche un ruido descomunal del viento azotando las
ventanas, nos había dejado sin dormir, a mí y a mi esposa. Un diputado, correligionario
y entonces mi amigo, se comunicaba frecuentemente y me hacia entender que
estaba hablando al móvil con don Manuel. Y de hecho a él se dirigía cortésmente:
“sí, don Manuel; claro, don Manuel, como usted lo diga, don Manuel” y algunas
cosas más de la intimidad política. El coche en que ambos íbamos era oficial,
el motorista era un antiguo amigo mío en
los tiempos de infancia, entre los dos había absoluta transparencia y lealtad
de propósitos. Así que por él supe después que el don Manuel de los contactos
telefónicos no era el don Manuel que yo suponía ser. Empezaba a ver una verdad
muy diferente de la que yo quería que existiera. En breve pasé a ser dominado
por un dolor de cabeza insoportable. El olor de chapapote no salía de mis narices.
Si esto no fuera poco, un dolor terrible invadía mi rodilla derecha y las
caminadas que yo hacía por los montes de Cee y Corcubión tuvieron que ser
interrumpidos para siempre.
En
la crónica de mi buen amigo Alfredo, la luz de velas que ilumina el pozo
negro, en el que permanezco encallado ya hace algunos meses, se fija en el comentario
de Cadalso60 (Xan de Nadie) “Uno por su
edad, y carecer de nietos cerca a quien contar batallas, debería ser disculpado
si, de tarde en tarde, se solaza con recuerdos de la patria chuica.”
Su
recuerdo aviva el mio, y lo que dice haber oído de Xosé, un lobo de mar, yo
sabia que ocurría por la boca de algunos que rescataban objetos de la playa después
de algún naufragio marinero. En una ocasión naufragó un barco americano y a la playa
de estorde llegó un cadáver. Alguien, deseando conservar un anillo de oro, resolvió
cortar el dedo del naufrago. Pocos días después, una flota de acorazados
americanos se postaba en frente a la playa de estorde, daba para verlos desde Brens.
El alcalde de Corcubión, organizó una fiesta para recibir los marineros
americanos. Aquel día yo me sentí muy feliz, pues percibí que no había ningún competidor
americano para arrebatarme la chica que a mí me gustaba y ella no lo sabía. Bailamos,
hablamos, transmitimos nuestras preferencias gastronómicas e hicimos proyectos
para el futuro. Fue un momento eterno. No había nadie en la plaza, la fiesta había
terminado por ausencia del convidado, las luces se apagaron y los dos, María y
yo, quedamos conversamos en el tablado de un pequeño palco, teniendo por
esperanza el futuro y por testigo el murmullo de la fuente de la plaza de
Corcubión.
Já não sei se caminho morto ou transpiro vivo pelo lastro que puxeran na
cova da minha existência.
O buraco é moito fundo. Non as vexo, entrementes as sinto: moitas
miñocas perfuran a terra para oferecerme a sensação de que, ao senti-las, eu
poida afirmar, com a inteligência de um antigo orador, de que, habendo cheiro,
um está vivo. A morte é um estagio posterior no qual neñun sentidiño se activa,
porque o fedor, ao perder a alma, tambén perde a capacidade de estimular as
narices de calquer semellante a fuciñar os meadros em trevas, rumbo da rumba final, que todos,
sem excepción, aberemos de tocar em algum momento da existencia.
Hubo
un principio em el que todo era infome e vacio. As trebas cubrían o abismo. Un vento morno
ondeaba as augas do océano. Ahí apareceu Nonseiquem para ordenar: Leven luz aos oios do neno. E o neno pasou a
ver como as trevas desvanecian. E o galeguiño vio que ver era coisa boa, e
pasou a gostar de tudo que via.
Facendo vista buena a todo que veia, o neno pasou a ver de dia o que
outros non vian na noite, e durante a noite soñaba como haberia de ser o outro
dia. Por esta arte do sentidiño formal da visión, o neno foi aprendendo, e
crecendo. Em terra firme creia saber navegar. Em augas turbulentas creia saber
cavalgar a rienda solta. Prantou vegetales que daban semilla para a gloria da
reprodución, millo para ser moido nas muelas das escavanas e, a seguir, na
quentura de um forno, se transformaba em um delicioso pan de broa que podia ser
comido cando a fame apertaba o bucho em desaroio.
El
niño vio que todo ló que hacia era bueno. Y así fue pasando el primer día de su
niñez. Después llegó el segundo día en el que se creía un mancebo y, sin
percibirlo, pero registrando por sus ojos todo lo que a su alrededor pasaba,
fue pasando toda la juventud en perfecta asociación con los demás sentidos. Ningún
otro sentido se mostraba celoso o resentido con el duplo sentido de la visión,
este tenía el don de un ángulo recto por
la izquierda y un otro tanto, todavía más recto, por la derecha; ambos contribuían, sin ninguna
imposición del órgano central, a mantenerme en la paz de un fértil y plácido llano. Y así, viendo
como era bueno, me fui sosteniendo en el espacio vigilado por muchos otros ojos,
de muchos colores y razas que habitaron mi entorno.
Era
para mí la vida entera,
Como
un sol de primavera,
Mi
esperanza y mi pasión.
Sabía
que en el mundo no cabía
Toda
la humilde alegría
De mi
pobre corazón.
Ahora,
cuesta abajo en mi rodada,
Las
ilusiones pasadcas
Ya no
las puedo arrancar.
Sueño
con el pasado que añoro,
El
tiempo viejo que lloro
Y que
nunca volverá…
Decía
yo, al principio de estas bien trazadas líneas, que voy caminando por la
obscuridad de la vida. Hace meses penetré en el interior de lo que a mi parecía
un corto túnel. Entré en él ligeramente entubado por una pequeña picada en el
dorso de la mano izquierda, por allí se había de introducir un anestésico para
una operación militarmente indolora. Pero como jadea la cierva, tras las
corrientes de agua, así jadeó mi vista en pos de la luz. Y el humor vítreo,
deseoso de cantar alegría, se precipitó con un grito de dolor para alertar
todos los demás sentidos de la introducción de un elemento extraño, antes
ignorado por la izquierda y siempre indeseado por la derecha. Yo vi, resucitado
de la anestesia, como cortaban el cristalino del ojo izquierdo y se acomodaba
el derecho para que no lo cortasen también. Como una picada de alacrán, el punzón
introdujo su cuerno en la córnea, damnificando su capacidad de refracción. Al día
siguiente, cuando retiraron las vendas del ojo izquierdo, la sensibilidad
inervada mostraba el vuelo de asas de cucaracha. El humor se hizo gélido,
afectado por la acuidad de la lágrima y colirios receptados para proporcionar
el retorno de la cultura, antes muy bien iluminada por el foco del monitor y
siempre alimentado por la caja de cultura universal, que se alberga en el
interior de una insignificante máquina digital.
Hoy
vi una luz. Ávido por interpretarla, desde el estado central ordeno al pelotón
de diez dígitos para que marchen por la llanura del tinglado digital. Les pido
para que salten bajo el comando bipolar de los ojos de mi cara. A la córnea
exijo total transparencia para que permita el retorno de la luz. Me obedece sin
hesitación, pero el iris y el cristalino son afectados por exceso de
luminosidad y el nuevo iluminismo entorpece la visión de todo lo que el estado
central desea ver. Consulto mi asesor
cirujano, y este, desde su ministerio médico, recomienda el goteo de suspensión
oftálmica, un agente antidisturbios con porreta cortecosteroide. Ha funcionado
desde la primera dosis como un corta dolor. Pero como la transparencia
cristalina del nuevo ojo es absoluta, el exceso de iluminismo provoca algún
descontrol en el chip del iris y una borrasca aparece para obscurecer la tocha
que vi clareando el túnel, y a mi parecer, por capricho de mi voluntad, siempre
adherente al buen optimismo, creía entender que un poco más adelante estaba el
fin del agujero negro y, finalmente, el autonomismo de la función ojeadora
sería recuperada para el bien general del cuerpo total. Infelizmente todo se
extravía, cada cual en su carrera, como caballo desbocado en faena de
guerra. Mis ojos se cerraron y el mundo
sigue rodando. Se apagan los ecos de mis recuerdos y brilla una luz celestial.
Es dulce, piadosa, me hunde en el quebranto. Lágrimas borradas se niegan a
brotar, no dejan ni el consuelo de poder llorar.
“Por que sus alas tan cruel quemó la vida! Por que esa mueca siniestra de la muerte...
Quiero abrigarme y poco puede mi suerte,
Como me duele y se ahonda mi herida.”
Yo se que ahora vendrán cosas extrañas
Como sombras de tormento.
La vida es mentira, negro es mi lamento.”