“Tiven dous amigos que se chamaron Ramón …” En verdad, en verdad os digo que en el
transcurso de mi vida, que para bien o para mal ya supera el doble de la vida
física de la vida de nuestro señor, de quien en estos días celebramos su
nacimiento y de aquí a pocos meses celebraremos su injusta muerte, yo he tenido
muchos amigos. Dos Ramones de la modalidad araucaria que crece en la sierra
gaucha, y otros dos, también pinheiros de origen araucaria pero que han
recibido nombre, uno, en memoria del cruzado Corazón de León, el otro, en
memoria del apóstol autor de las famosas epístolas. De uno aprendí a respectar
el honor de buscar cumplir la palabra dada, de los otros tuve la enorme
satisfacción de comprobar la buena genética del bastón transmitido por mi
padre, patrón de esta pequeña nación de pinares araucanos sementados en los
regos de la selva urbana paulista.
En este momento me ataca un singelo interés
por saber si alguien sabe de qué ave era la pluma que Nicholas usó para
escribir sus famosas orientaciones a los políticos de la republica florentina.
Mucho me temo que, en este asunto, el señor Foderico, señor supremo de los
loros y con asiento en la cumbre de las torres de Mugardos, tiene responsabilidad
constitucional, al estilo de lo que se escribe en el artículo 56, parágrafo 3;
esto es, autoridad con el infinito por límite y responsabilidad dentro del
dominio del cero absoluto, sus actos fueron, son y serán siempre refrendados
por el señor Luis u otro cualquier responsable que los refrenden, eche o no eche
huevos, algo muy diferente de lo que los tratados de administración y la propia
vida me han enseñado: la responsabilidad es función de la autoridad que un individuo tiene en el
ejercicio de un determinado cargo.
Es Él, es Foderico el símbolo de la nueva
cruz. Simboliza el horror que despierte el saber que no hay empleo y el indescriptible
dolor de haber perdido el derecho al trabajo, después de haber dedicado tanto
tiempo a ese buen sacrificio social. Vivimos simultáneamente la Utopía del señor Moro, la diestra habilidad
de una mezcla de tesón y fuerza exenta de escrúpulos sociales, en ambiente también
exento de cualquier virtud y con un palco donde todas ellas son perfectamente
simuladas, al estilo literario del acusado, Maquiavelo, por la estirpe de los
borgias florentinos, oriundos de la casa de Aragón.
El fin tan amado está siendo substituido por
los medios tan temidos. La moral política sigue por el orden del caos y la crueldad del leviatán ladre su exigencia
de que es imprescindible saberlo entender. Algo muy fácil de explicar por el
señor Hobbes, de quien el señor Rousseau discuerda 200 años después, pero ahora
ambos son extremamente difícil de ser entendidos por los más de cinco millones
y sus respectivos dependientes en la era del desempleo masivo. Desahuciar el
empleado, o mismo obligarlo a donar su residencia en pago de intereses, es lo
mismo que condenarlo a muerte. En estado de guerra, Hobbes aconseja que los
ciudadanos pacten cesión de derechos al estado. En contrapartida, el estado les
garante una vida digna, explica Hobbes. Rousseau sale a campo para discutir la relación
concedida, pues constata que el estado solo está interesado en protegerse a sí
mismo.
Jesús mal acaba de nacer y ya nos preparamos
para verlo morir. Jesús, te pido, por el llanto de aquellos que no te olvidamos,
nos expliques el odio del monstruo Leviatán. Jesús, Jesús, Jesús, salva mi
patria. Jesús, te veo en la cruz y de tus ojos brotan lágrimas. Jesús habla conmigo y llora, llora como tú y yo.
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