jueves, 15 de octubre de 2009

HEREJE O TRANSFUGA

HEREJE O TRANSFUGA

“La afiliación a un partido político es libre y voluntaria. Nadie puede ser obligado a constituir un partido o a integrarse o a permanecer en el mismo”. (Ley Orgánica 6/2002, de 27 de junio, de Partidos Políticos)

Tránsfuga. Maravillosa palabra derivada del gallego que se fuga y un castizo que navega entre ideologías que cambian, y personas que no abandonan el recinto que se muda, y ambos resisten, como los saguntinos, a toda prueba del cerco elefantino. Y no solo han resistido a los elefantes como a seguir sobrevivieron a las hordas bárbaras de alanos, suevos, godos y bizantinos, antes de ser tomados por el esplendor árabe, y, en secuencia, sintieron perfecta adecuación al imperio de la Colada y Tizona, siglos antes de verse martirizada por dos coronas rivales en la guerra de Sucesión, seguida de los cambios provocados por la guerra de Independencia y las desastrosas y fratricidas guerras carlistas. Todo en capítulos bien delineados como en una buena novela de la TV gallega. El tránsfuga es un héroe que nunca abandona su plaza, ni el sillón de la pequeña Silleda, aunque desde Santiago les derramen bizarros títulos y sobre ellos viertan palabrerío virtual, arrojados por la boca de quien quiera que quiera dominar, con tozudez animal, el alma noble de la virtuosa libertad que alberga en las gentiles almas, que creen existir en la fuerza del pensamiento y opinión la esencia que motiva nuestros más nobles impulsos.

A veces, el tránsfuga político se parece a una estrella fugaz: aparece de súpito, brilla momentáneamente y desaparece cuajado en el cielo estrellado de una noche primaveral. Desaparece del escenario. Pero no se aleja del entorno en que fue desarrollado, muy sabedor de que no fue el habito que lo hizo monje, ni la chula corona afeitada en su cabeza lo hizo santo, ni el mando de un vasallo tributario le hacen doblegar sus rodillas cuando éstas rezan por el credo de la gota y son gestionadas por el martirio de la artrosis.

La política española y, como consecuencia, la política gallega vienen dominadas por un histórico geocentrismo muy al sabor del antiguo aristotelismo. Llega a nuestros días salpicada por tendencias inquisitorias, rebozadas por conceptos de herejía muy al gusto de los mandatarios tribunos, interpuestos bajo los poderes abracadabra de césares imperiales, quienes fundamentan, como el apóstol Saulo, toda su fe en el poder que tienen por obra de la divina visión de un ángel muy dogmático, poco democrático y extremamente selectivo en sus visitas a este mundano rincón. De este modo, son, los prófugos, combatidos por la sapiencia indiscutible de templarios, desobedientes de las razones papales en su busca por el santo Graal en poder de los cátaros, estos también hombres buenos y puros creyentes de la Santa Dualidad. Dualidad caracterizada por la creencia de que el mundo vive soberbiado por el dominio de dos poderosos espíritus: La Virtud, creada por Dios, y el Vicio a las órdenes de Satán. Cualquier pensamiento divergente de la santísima dualidad será severamente castigada por los demiurgos de la no menos santa inquisición y, a ejemplo del galileu galilei, el tránsfugo del pensamiento ombligoríano y geocentrista se verá obligado, por orden del inquisidor demiurgo, a permanecer bajo arresto político todo el resto de sus vidas y abandonar el proceso de pensar, por cuenta y riesgo proprio, sobre todos los actos que envuelve la cultura local.

De cierto modo, es un fin mucho más feliz que el impuesto a la carrera de nuestro prisciliano monje al ser declarado hereje por sus contubernios peninsulares, Higinus, Bispo de Córdoba, Hidatius, bispo de Mérida y el papa gallego Damasus. De otro modo, de hereje a mártir hay un corto rego por el que también desliza el agua que despliega adoración a las raíces que extraen sabor del entendimiento y lo conducen a la cumbre de una cabeza alba, por la que discurre reflexión difusa y herética de los cátaros prófugos del hereje transfuguismo.

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