jueves, 1 de octubre de 2009

FIN DE MES

Fin de mes

No es un día típico del mes de primavera. No en la impresión que mi memoria registra estos últimos cincuenta años. El último invierno en mi particular franja de observaciones también no refleja el padrón de inviernos cálidos con pequeños intervalos de masas frías procedentes del antártico. Algo ha cambiado en el clima después de aquel catastrófico tsunami ocurrido en las paradisiacas islas del plácido Pacífico. O algo ha cambiado en mí para que mis reflexiones no reflejen la bondad de esta maravillosa tierra, patria cabal y nación finalmente reconocida en mis pasos finales hacia ese mundo desconocido.

A favor de mi integridad mental están las predicciones de Al Gore y sus tesis de calentamiento por nociones del efecto estufa. El mundo a mi alrededor está cambiando y yo voy cambiando con él. Algo inconveniente para los conservadores y sus tesis vigilantes del futuro por inmersión del pasado en presente rebozado de formol. Algo impropio del iluminismo racional y su tacaña miopía delante de su ciega hipermetropía lentada en el foco de poderosas máquinas, tan insensibles delante de las más sentidas necesidades fundamentales y tan arrogantes en el ejercicio de lo absurdo, grotesco e iluso porvenir.

Durante medio siglo he ingerido más de un millar de teorías académicas, todas ellas oriundas de las más variadas organizaciones sociales. He creído estar muy próximo del bienestar supremo de los ángeles en un reino gobernado por demonios militarizados. Preocupado por el futuro, no descuidé del presente, no obstante el presente me descuidaba y cambiaba a todo momento, engrosando el pasado con un caldo pastoso muy difícil de digerir. Y una digestión complicada afecta el páncreas, da mal humor a la bilis y desata el hígado en rebelión continua, pretendiendo, en nombre del futuro, regresar al pasado. Y así voy bogando, en pasadas de regreso hacia el horizonte de mi infancia, posicionado a muy pocos pasos de esta segunda infancia que llaman mayoridad, pórtico de la desconocida Eternidad.

Y voy remando por mi propio esfuerzo, bordeando escollos interpuestos por los gestores de la providencia y observando como esos gestores también son comidos por la gesta de quien los sustituyen, en un rozar continuo de engranajes lubrificados por el temor del poder que los corrompe.

Y así llego al fin de mes: con deudas que deberé pagar antes que mis créditos sean satisfechos; con una pensión en rebaja permanente, porque no consigue más caminar al paso de la inflación; con precios de bienes calculados al ritmo de lo imponible, por méritos de los que a cada momento se desencuadernan del mofado libro de la virtud; con tributos destinados al tribuno de otras tribus, que son para pagar deudas por la única razón que mi razón no entiende. Y así voy caminando de un lado al otro, estrechando las pasadas como el péndulo de un reloj cuando se le acaba la cuerda.

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