viernes, 30 de octubre de 2009

ROCIÓN

Roción

Mirando el mar y soñando que está junto a mí, observo como se encrespa el salpicante cántabro-atlantico. Veo el bufar obsecuente de tufos candelarios y el adstrinjente desparpajo de filípicas reprimendas al avispado monseñor, gordolobo de fina estampa y talla corta con barba postrada entre labios y narices, siempre moi dispuesto a cargar las cabras al vecino desautonomizado de la bisbarra parroquial.

No importa saber quien es el perillán del engodo majestoso, no carece saber si lo nombran por Pero Vaz de Camariñas, Don Alvaro de las Cabras o Palomo de Génova. Son personas que han hecho de su especialidad marinera poderosa industria del atraco y le dieron consistencia al cambiar el motín de la actividad corsaria por títulos de honra financiera. Son los correveidile del amor púdico, aficionados a las caricias de un bastardo adinerado, notable por la contracción de sus hojas cuando tocadas o agitadas por la moral de la civilización.

¿“Son, por así decirlo, alcahuetas del poder” los que finalmente sacan partido para partir el macabro e insólito ciclo de la corrupción? No los estigmaticemos porque algunos visten bigote y otros se cubren de barba. Los hay de cara limpia, bien afeitados, de piel sedosa de buena urdimbre y mejor trama.

Quimera de falso altruismo es desear perfecta relación entre empresas que comen el empresado y, a falta de estos, se comen entre sí, como ya lo explicaba con máxima eficacia el Mar(x) oceánico de la filosofía de la márx valía. Si a todos les gusta la carne de cordero, porque la carne de cordero, ya lo explicaba Moisés, agrada al señor, y el lobo se aprecia por no ser buen asado, ¿será posible el flirt entre la loba y el cabrón?

Candeleros de buena fajina, sin bulla ni propuestas impertinentes, es lo que se deduce del exordio de celestinos (sulfato de estroncio, encontrado asociado al azufre en autonomías volcánicas), los acá listos, y melibeas (de entre Osos y Pelos mencionados por Estrabón de Amasia), sonados a la sorna de una gaitada y el roción de un perillán sin bigote.

- Señor, querría ir cumplir tu mandato, más, ¿Cómo iré que viéndote solo, dices desvaríos de hombre sin seso?

- ¡Calla, calla, perdido! Estoy yo penando y tú filosofando.

Por ser leal padezco mal. Mas esto me pondrá escarmiento de aquí en adelante con él, que si dijere comamos yo también, si quemar su hacienda, ir por fuego. Destruya, quiebre, dañe, dé a alcahuetas lo suyo, que mi parte me cabrá.

Melibea es hermosa, Calisto loco y franco; y ni a él penará gastar, ni a mi andar. Todo lo puede el dinero: las peñas quebranta, no hay un lugar tan alto que un asno cargado de oro no lo suba. Cosquillosicos somos todos, mas después, cautivados del primer abrazo, rogamos a quien rogó, penamos por el penado, dejamos el mando y somos mandados.

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