PASTILLAS
No, señor Conde! No, no y no! No fue
usted atacado por la carcoma de la melancolía. Yo se lo aseguro, aunque seguro
de nada ya soy. Puede ser usted carrancudo, un serio bien humorado al desear la
Soledad por compañera. Le sobran razones, la soledad es mujer.
Algo más de la mitad de mi vida diurna yo
pase en el interior de un albergue industrial revolviendo los miolos en busca
de soluciones para el bienestar de lo que hoy en las grandes ciudades
representa un necio malestar: el carro, el coche, el automóvil, ese animal
tecnológico que ya camina desanimado y absorto en su mecánica melancolía. Ayer
supe de su triste dolencia al oírlo cantar “un cocherito, leré, me dijo a
noche, leré, que el quería, leré, montar en coche leré”. Y yo le dije, leré,
con gran salero, leré: “al boticario, leré, que el boticario, leré, dará
pastillas, leré” Ay de mí, hoy temprano, con el sol mostrando un dulce amarillo
a mi despertar, yo pensé: para qué dar pastillas a la calma tartaruga?
El Gran Grifón
A los periodistas que periódicamente
intervenimos en los servicios ecléticos de un dedicado informador de asuntos
sociales también nos ocurre vivir exentos de sentimientos impropios a nuestra
próvida inclinación. Cuando decidimos
hacer un comentario calcado en el comentario de un periodista, que a nosotros
alcanza por la gracia del correo, lo hacemos desprovistos de armas letales.
Pero puede haber excepciones, por ejemplo: los hay quien aman la jota y bailan
el rock and roll; los hay quien ama la Xis, pero prueban un deseo mórbido por
decapitar la Xeografia gallega para poner a sus pies la equis del imperio
romano. Los hay que también son apasionados por el Griffon y los hay quienes se
enteran de la historia por palabras que poco cuentan de nuestra historia. Por
ejemplo: buscando Griffon, la tela de mis ojos se inundan con imágenes del Gran
Grifón. Sabemos mucho del Serpent de la playa Trece, pero muy poco de aquel
galeón, tripulantes y soldados del Gran Grifón. Conde les da vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario