Hola Lolita:
Antes de nada, mis sinceras condolencias por el
fallecimiento de tu padre, mi inolvidable amigo Juan, ocurrido el 19 de
octubre. Fueron dos meses y medio de profundo sufrimiento para él y para los
entes queridos, en especial sus hijos y nietos. Me imagino el opaco verano que
debéis haber pasado, observándolo inerte y sin fuerza física para enfrentar su
última prueba en este mundo tan complicado. Sé que Juan supo administrar sus
últimos momentos con fe y resignación. Durante toda su vida, las vicisitudes de
su existencia, muy tercas en la exigencia de esfuerzos, muchas veces
despropositadas, fueron modelando su peculiar modo de vida. Durante los casi
dos años que he convivido con él me transmitía un ejemplo que yo deseaba imitar
si la vida me concediese el premio de alcanzar la edad que él tenia.
Mas de una vez, regresando desde el Pindo, paré mi
coche en la bajada de la Ameixenda para sumergir en lo más profundo de mi
pensamiento al observar una luz bogando por la ría de Corcubión. En
determinados momentos, reflejos de nocturnas luces del pueblo hacían destacar
la silueta solitaria de un viejo espíritu, muy determinado en su intención de
preescrutar los recodos marinos y extraer savia para el sustento del
alma materializada. Yo sabía que aquel espíritu remador conducía el cuerpo de
mi amigo Juan, y esto me dejaba extasiado por largos momentos en un paisaje que
yo conocía íntimamente desde los años de mi infancia.
El cuerpo de Juan ya no existe, pero su recuerdo
perdura en mi propia existencia y su imagen dará aliento a la mía, hasta que
ella desplome en un fatal aliento.
Lolita, este año, que ahora dirige la
proa para su fin, fue un año que marcará profundamente los recuerdos de mi
vida. La pesadumbre puso mancha indeleble en mi historia. Renato, mi hijo, está
sin trabajo y vive un periodo muy complicado en su existencia. Junior, mi hijo
mayor, al regresar de una pescaría en el Pantanal, territorio central del
Brasil, cayó enfermo por una aparente fuerte gripe. Desconfiaran primero que
era dengue, después pulmonía, a seguir tuberculosis, y como la fiebre no cedía
con ningún antibiótico, un examen detallado descubriría que estaba con cáncer
en el pulmón. Internado en uno de los mejores hospitales de São Paulo,
experimentó la suerte de encontrar un excelente cirujano, que lo sometió a una
delicada operación para extirpar toda la parte dañada del pulmón. Perdió un
tercio de su pulmón. Tuvo alta después de un mes hospitalizado y vive con mucha
esperanza de que está definitivamente curado.
Margarita sufre el peso de la edad que avanza sobre
nosotros. A veces parece deprimida. En casa no nos falta nada, pero vivimos un
momento de cansancio por la monotonía de los días que se suceden. Ya no hacemos
planes para el futuro. Él está ahí, presente de cuerpo y alma. Es cómo es.
Después del futuro nada más existe, aunque a mí alimenta la fe de estar
equivocado.
De cualquier modo, cuando se avecina la navidad
todos vivimos un momento de júbilo, y este momento debemos aprovecharlo para
reforzar los colores y sabores de la vida. Yo no quiero perder tan magnífica
oportunidad y aprovecho para desear a todos vosotros, mi querida familia
gallega, un feliz Nadal y un nuevo año, muy próspero en la amistad, en el
cariño, en la unidad familiar y en la solidariedad de todos los vecinos.
Bicos a todos, míos y
de Margarida.
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