Es mejor bueno desconocido que malo para descoser. Y por ahí seguimos
cociendo nuestro matinal caldo de piedra, bien temperado con las piedrecitas
que le escapan a Sisifo en su diario subir y bajar de la bolsa, llena de sabe
dios que cosas lleva.
Asusta ver la bolsa bajar cuando mucho
más debía asustar ver la bolsa subir. La correa
aprieta la barriga queriendo promover su vacio, y, audaciosa, ya sube al
cuello donde le cuesta alcanzar el morro que exhibe El País. Inspiramos el
perfume de la flatulencia emitida en la privada de la buena fortuna y ya nos
vamos preparando para sorber la caca y lamber el culo del cojonudo as no de
palos y si de la cosecha deshecha. En
este ano no hay aceitunas que se atasquen. Si las olivas se ajasen como flores,
las ramas mostrarían espinas de las rosas y los clavelitos vendrían vestidos
con mantón de Manila y calzón chinés.
Al
lado del cronista bien humorado había unas morenitas que observaban el desconocido
brebaje que este sorbía.
En la esquina de quien se va es derecha y
de quien viene es extremo izquierda, una gitana leía en mi mano que con el
tiempo me salvariaaaá. No creo que esa gitana este en lo cierto porque para
mantenerme en pie, el café perora a destajo, el aire llega pesado, la rótula no
se doblega y el curandero me llama de impío.
Desde el diván de mi portal observo gente
que va y viene por fuerza de su diario quehacer. Todas muestran su particular
toque de color. Ligeras de ropa para soportar el calor, algunas con perritos
falderos, es verdad, pero ninguna vestida de astrocán. Son gente normal,
ocupadas en caminar con leveza sobre este enorme lodazal, salpicado de verdes
primaveras y viejos otoñales.
El acero refleja en su brillo la sonrisa
de quien maneja interés por la décima potencia. Porque no vivir alegres ahora
que el trabajo se esfuma en la bruma de un caballero temporal? El trabajo fue
instituido como castigo de Dios, eso es desconocido?
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