lunes, 3 de agosto de 2009

PROTESTA

PROTESTA

Penso que temos que ir aprendendo algo máis nas escolas, porque o bilingüismo é bo para as nosas mentes, ser galegos é un orgullo e que non nos fagan crer menos os que só queren falar en castelán e sentirse español nesta comunidade. Somos galegos e eu querería que os meus fillos aprenderan do noso idioma e cutura”

Este parágrafo extraído de un individuo defensor de la manutención en Galicia de una segunda lengua normalizada creo que me cuenta mucha cosa. En un primer momento me parece una manifestación pura y sincera de alguien que quiere decir alguna cosa. Estoy seguro que él ha dicho lo que quería decir dentro del marco de aquello que él entiende por cultura. El gran problema está en que nadie consigue decir exactamente nada si en el otro lado de la comunicación no existe alguien que entienda o quiera entender lo que un comunicante expresa por la voz o por señales gráficos.

Es de comprensión generalizada y universal el hecho de quien nace en Galicia es gallego. No es concepto menos universal el saber que, habiendo nacido en Galicia, un individuo es reconocido español por las leyes de la normativa universal. Siguiendo por el mismo túnel de raciocinio logístico, al final de su recorrido, nos ilumina la sensación de que es necesario proceder a la simplificación de modos y formas de explicar las cosas para que nosotros mismos podamos entenderlas y precisar lo que hemos querido decir cuando de regreso a la obscuridad del túnel. Fue, así me lo parece, la primera intención del primer normatizador de las lenguas vulgares, Antonio de Nebrija.

El culto inducido desde las escuelas a este histórico humanista, destacado por su Gramática Castellana, ha despertado sentimientos de emulación por parte de algunos cultores deseosos de substituir el caballo petrificado del general Franco por la estatua de su propia persona momificada en piedra. Pero en la historia es impiedosa con los imitadores y no permite que haya dos cervantes inventando la original novela, ni dos nebrijas primando la gramática como base de cualquier ciencia. Y en el caso del cultismo gallego no poseemos lumbreras capaces de dar sentido etimológico a los desvíos ortográficos. La prosodia natural, de encanto gallego, es frecuentemente ignorada por los gestores de las galescolas, para no generalizar el escándalo tipificado por el habla sintética, fragmenta en la frecuencia y el ritmo del habla tradicional, muy al gusto de los articuladores políticos.

El orgullo de ser gallego no depende de ningún protesto de quien tenga el legítimo derecho a protestar lo que quiera. Ser gallego es algo más que el encanto de un cantar a orillas del miño. Ser gallego es esencia virgen, todavía mal definida por los símbolos de la comunicación.

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