El poder, cualquier poder, caro Pancho, en ninguna circunstancia es confiable. La característica de todo quien puede es inmiscuirse en la vida de todos que ellos juzguen poder ejercer su poder. Y lo hará siempre, cuando y donde su voraz apetito de poder le pique la voluntad de querer testar hasta donde alcanza los limites de su poder.
Los poderes por si mismos no se entienden. No hay miscigenación posible entre ellos. El poder es puro y no se mezcla, a no ser por alguna estrategia temporaria en la intención de derrumbar poderes antagónicos. El hombre, considerado como ente autónomo de poder, busca en su entorno el monopolio del poder, para ejercerlo bajo el arbitrio de su voluntad. Socialmente, y para reforzar las características de su poder, delega el ejercicio de su poder a alguien condicionado a obedecerlo ciegamente. La constitución delega en el pueblo toda la fuerza que el político extrae inmediatamente. A seguir, y con el extracto, pasa a mostrar la fortaleza divina de su poder personal, haciendo que el pueblo pase a entender que su poder, supuesto poder del pueblo, no pasa de una limalla suspendida por el poder polarizado entre fuerzas antagónicas.
Montesquieu ha muerto hace muchos años. Estuviera vivo seria condenado al ostracismo por la burocracia estúpida de la nobleza togada, en la cual Montesquieu tuvo asiento y de ella fue ardoroso defensor.
Cuando la hermenéutica se utiliza con fines exculpatorios, cruje la Ley y se resquebraja la Justicia. Todo abogado defensor busca retirar culpa de su cliente (teóricamente). El ministerio público (o el acusador particular) formula juicio de culpa. Ambos consiguen extrema competencia en el arte de la controversia dialéctica. El juez decreta sentencia en función de lo que determina su convicción, extraída de la acusación y de la defensa, sin que en la mayoría de los casos la víctima y reo del proceso tengan cualquier oportunidad de reparar el mal causado y restaurar por si mismos la paz social en su entorno.
La extravagancia profesional se fundamenta en conceptos ideológicos del régimen que la sostiene. Los poderes son cachondos y se cachondean entre sí al embrujo de los parrales fermentados en las bodegas de Baco.
En el doloroso raciocinio circular de mi muy estimado Pancho destaca la credibilidad de salir de lo roto agarrándose a lo rasgado. Y para librar el poder judicial de las mácelas políticas, acusa un partido (PSOE) al mismo tiempo que recurre a otro (PP) excusándolo del poder que habrá de ejercer para ordenar al dependiente poder legislativo a legislar a favor del poder judiciario.
La acción de prohibir es propia del imperio del poder. Pienso que la regeneración de la justicia puede empezar por una sutil limpieza del moco que brota de las narices, fea o bonita que cada quisque tiene por orden del Supremo Poder, Dios, y que ningún otro poderoso jefe, tocado por cualquier otro poder, pueda macular.
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