lunes, 26 de diciembre de 2011

ANTINOMIA


Me ha pellizcado usted hoy el nervio de la vana envidia, amigo Conde. Lo digo sin cualquier intención de huir del realismo que me aqueja y aqueja a todos que desde hace bastante tiempo, inspirados en las virtudes de la generalidad española, deseaban trabajar, comer, vivir y sentir la patria como yo quería sentirla cuando tenía edad y fuerza para amarla.

Pasaran quince años cuando muchos de la quinta, que antecede la suya en cinco años, escuchamos la voz del capitán del buque-españa en que algunos jóvenes, poco más que niños, navegábamos cara el mañana que nos prometía patria, justicia y pan. No decía exactamente lo que yo escribo con letras bien trazadas, pero el eco se amañaba para explicarnos por líneas retorcidas el camino reto que debíamos tomar. Y muchos lo tomamos como un jarabe muy amargo, que no se podía despreciar sien riesgo de ser conducido al patíbulo, aguijonados por punta de espada o de bayoneta celadamente muy callada.

He dicho vana envidia, pero también puede entenderse como celo patológico por la amenaza que va rompiendo los hilos de la cuerda que durante más de medio siglo me mantienen unido a la gallega Santa María. Los hilos que se rompen son aquellos rígidos que se entrelazaban en mi cuerpo para darle la sensación de que su perdida daría causa a un dolor mayor. Y así fui nadando con toda la fuerza despertada por el egoísmo personal, que en muchas circunstancias nos hace olvidar que aquel buque que creíamos nuestro jamás nos irá  pertenecer.

Delante de la evidencia de tantos defectos a marcar su fase horrenda en el despeñadero de un ciclo que se creía austero y acomodado a los beneficios del bienestar, fuimos calando el fondo de una severa crisis económica para dar libertad a una brutal actitud financiera. De esa actitud se vislumbra el regreso de hábitos y comportamientos aparentemente alejados por el embrujo del tiempo.

Si durante los últimos quinquenios nuestro comandante supo guiarnos por las costas del progreso, ¿que pasa al timonero que ahora a la sombra de tanta experiencia e infinita humildad viene al puente para decirnos que el mapa del rumbo está equivocado?   

Si el mapa nos engaña ahora es porque mintió antes cuando decía que estábamos en el rumbo verdadero. Mentira piadosa, dirán algunos. Engaño de la España que nunca dejó de ganar, dirán otros. Un ligero desvío de conducta que no altera la generalidad de un comportamiento masivo y abusivo por la astucia de conducir al desamparo a la casi mitad de España, de la que la otra mitad en plancha bien asentada desea olvidar, como exigencia de un enorme sacrificio a ser recordado  por actos simbólicos de solidaridad a la memoria de aquellos que hemos sido vulnerables en la virtualidad de tiempos pasados como en la realidad de este turbulento presente. 
  
Por la inutilidad de mi fantasía, fantaseo mi envidia adjetivándola con vanidad. Oso duro de roer, dirán los afoitos gramaticales, nostalgia por el recuerdo de una dicha perdida, diría el conde amigo, a la que yo añadiría añoranza morriñosa a título de paradoja irresoluble, por lo que se me priva todo año que yo muera en la cena del  día treinta uno.

1 comentario:

  1. BRAVOpor el texto.
    Y el video no necesita adjetivos, basta verlo.
    Feliz Navidad, que se puede ¿o no?

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