domingo, 4 de diciembre de 2011

NACIÓN EN STOP


La semana próxima pasada fue más una semana que se hundió en el túnel del tiempo sin que nuestro comandante haya hecho cualquier cosa capaz de inducir moral a la creciente tropa de trabajadores sin trabajo. Fue semana que, a cuenta del mes de noviembre, ha agregado a ese enorme colectivo más de once mil unidades gallegas, todas con poder de fuego y disposición para el combate. De los 20 % de empleados sin empleo en la desunida España, casi 20 % somos gallegos. Sabiendo que los gallegos participamos con aproximadamente el 7 por ciento de la fuerza intelectual y muscular de la unidad España, descompuesta en 17 subunidades, todas armas del estado español, al 20 % del todo atrincherado en los fogares de Breogan corresponde la honra de ser la unidad más improductiva de la reciente unidad de las 27 subunidades del sacro imperio germano romano.

Por otro lado, a nuestros padres, hermanos o hijos en acción, todos marineros o caballeros de la orden campostelana, corresponde el glorioso mérito de buen mulá patriótico por llevarnos en sus hombros y aplacar nuestra angustia durante la dificil travesura del mar rojo y, aún más, por asperger humedad en nuestras gargantas en la horrenda secura que sentiremos al seguir en el rumbo de la rumba que cantaremos en la paseata del desierto. Si bien sucedidos, al final del estrecho tubo, festejaremos la suerte de habernos librado de las plagas que asolaran el faraón.

Nuestros camaradas salen a luchar, parados, sentados y adormecidos en el diván, qué igual da si ya sabemos que nos consideran capital humano de gran calidad. Somos capital moderno, muy diferente del antiguo, que luego que adquiría el aprobado, por sucesión de algunas experiencias buenas o malas, nos ponían de patitas a la calle, dado que la casa de los padres no era refugio de mangantes.

Felizmente nos hicimos magnates de la chula prosperidad, sacamos los peces del mar y les ordenamos que crezcan en la tierra, dominamos el ímpeto volador de Ícaro y ahora le exigimos que vuele por los trillos, a la sombra del paraguas para que no se quemen las alas del pie. Con el orgullo villano de un perfecto aldeano salimos al mundo y le dimos nombre de aldea global. Somos la nata del saber humano a quien ahora y por la hora de nuestra muerte van queriendo exportar.

¿Exportar para donde? ¿China? ¿Brasil? ¡Que más da! El negocio será arrancarnos de donde estamos  y llevarnos a otro lugar, desde donde no estorbemos el placido sentar del gobernador local. Es la vieja recepta de la magia feudal, galera con largos remos y un patrón infernal, con látigo en la mano y rugido de fiero león en la lengua.    




Por la gran unión que quisimos organizar desde los escombros de dos mil años de desavenencias y deslealtades nacionales vamos creando un nuevo estado. Es un estado con características de sociedades bárbaras, unidas por la conciencia de familias partidas y desamparadas por la unión de  estados capitalizados desde las fructuosas sociedades del negro  carbón y del brillante acero.

Los cinco millones de parados en España ya constituyen una población superior a la población sumada de cinco países de la UE, a saber: Malta, Luxemburgo, Chipre, Estonia y Eslovenia. Son más que la población de Irlanda y están muy cerca de la población total de Finlandia, Eslovaquia o Dinamarca.  Es una población que por su cantidad sería suficiente para dar origen a una nueva odisea. Es población que por su calidad en la formación intelectual, en la fuerza muscular y experiencia en relaciones complejas, conocen y sabrían como organizar nueva nación en la economía  global. Sería una sociedad que a semejanza de la nación de Moisés conseguiría  vivir en el desierto arrancando agua de la piedra con un PIB cero.   A esa población de parados españoles, por aquello de que el hábito pinta el monje, podría sumarse la población de parados europeos.
  
Ese nuevo estado de la federación europea ya cuenta con población superior a 21 millones de almas, todas hambrientas, todas con sed y mucha gana para hacer lo que saben hacer. Oupamos  amplia extensión territorial  de pertenencia a algún señor con mucho capital. Somos activos  sin liquidez y pertenecemos a señores que, por la soberbia de lo que les sobra, desean desalojarnos de las tierras y hogares que hemos siempre cuidado y ahora  creen que serían mejor gestionadas por el trabajo brujo del capital cibernético, sobejamente  excelente y mejorado por tecnología extraída del capital humano, ahora despreciado y arrojado al foso profundo de la bruta intolerancia.

Derechos fundamentales, como los conceptos  de dignidad, igualdad, solidaridad, ciudadanía y justicia, reflejan ideas bonitas, políticamente agradables por el sentido que da la lengua común a los representantes del Consejo Europeo, Consejo de Europa, Consejo de la Unión Europea y Comisión Europea, todos, sin excepción, acomodados en la cumbre del bienestar por el efecto narcotizante del tributo que también pagamos todos los parados.

In varietá, concordia para vivir unidos en la diversidad. Pero de la adversidad profunda y continuada siempre surge la discordia.

La DISCORDIA no amalgama las fuerzas de la diversidad. La discordia aglutina las fuerzas diversas en lados opuestos, radicaliza su posición y, cuando un lado siente que puede atacar el otro, toma iniciativa y va al ataque. Infelizmente repiten el ataque de triste recuerdo entre los que llevamos grabados en la memoria la experiencia de tiempos pasados.




Todo gran incendio surge de una pequeña llama. El sol, que tanto bien hace a todos que vivimos en la Tierra, también quema, y por las heridas que producen en nuestra piel, cuando de su poder descuidamos, uno también puede morir. La artrosis  que mis piernas atacaron hace diez años atacó con mucha más virulencia la pierna del rey. Yo me curé con brebaje de ajo.  El rey cojea con artroplastia de rodilla. A él nadie tira el pelo pero, como a mí, la edad se encargó de hacerlo. Quiero decir que, por la naturaleza humana, todos somos semejantes y si viviésemos juntos, el rey y yo, en una isla perdida, viviríamos solidariamente los dos como vivieron Crusoe y el indio que Crusoe salvó del canibalismo antropófago.

Infelizmente, el progreso tecnológico nos va hundiendo por el desespero que da el vernos incapaces de competir con la productividad de las máquinas. No debiera ser así, pues las máquinas fueron creadas por el hombre. Y el hombre vino a este mundo por la mano de Dios. Y es la voluntad de Dios que algunos adinerados desean destruir al querer revocar la única ley que perdura desde la expulsión del paraíso. Ganarás el pan con el sudor de tu frente y no con la lágrima de tu vecino.

Para reducir el caudal de la lágrima hemos creado la máquina. Fue un esfuerzo de toda la humanidad. Fue un esfuerzo que para ser útil debe ser aprovechado por todos encauzados en el marco de los derechos fundamentales.

En Europa no podemos reclamar de la falta de opciones en política económica. Fuimos inventores de todas ellas. No tenemos envidia de ningún régimen político, los experimentamos todos. Somos creyentes cristianos en las más variadas formas de cualquier particular creencia. Despreciamos la idolatría y la adoramos en las distintas formas de santos y dioses paganos. En la pirámide demográfica censuramos la estrecha base con miedo a que la cumbre incline como la torre de Pisa y por ella se pierda la seguridad.




En el lejano oeste, aquel que ilusionaba el pensamiento de un niño después de ver una película de blancos zurrando indios y viceversa, en teatro de absoluta miseria, la gran idea que azotaba la razón en desarrollo era la existencia de buenos y malos, todos rodeados por una legión de indiferentes, abanderados por símbolos que servían de refugio de gran utilidad a la sustentabilidad de la fe que habían elegido, sea por algún incidente accidental o por  evolución natural de la vida.

¿Como justificar la baja oferta de dinero en el mercado si el principal producto de la cosecha bancaria es el dinero en sus dos modalidades, crédito y débito?

Uno de los principios básicos de la economía de mercado en equilibrio supone que la demanda sea abastecida por equivalente oferta. Cuando la demanda excede las posibilidades de abastecimiento, el mercado reacciona aumentando los precios de la cantidad que puede abastecer. Precios más altos contienen la subida de la demanda en una nueva situación de equilibrio. Precios más altos también suponen lucros más altos y esta nueva riqueza incentiva crecimiento del consumo, que hará crecer los precios a un nuevo descanso y, como consecuencia, el equilibrio del mercado se mantendrá estable por algún tiempo, limitado siempre a factores exógenos de poder desconocido o a factores endógenos con potencial bien observado, como son el clima y las condiciones naturales que imprimen el ritmo de la producción.




¿Como justificar el desempleo en tasas tan elevadas en este nuevo descanso en que el abastecimiento del mercado está equilibrado en función de precios que reducen la demanda? 
Todo hace suponer que los precios debían bajar a escaño de nivel inferior, lo que motivaría las fuerzas del mercado a producir lo mismo con la misma gente que antes tenía. Muy a lo contrario, los precios se han enrojecido y el desempleo se muestra inflexible, duro como una roca de hielo que la vemos crecer al rolar por una ladera de nieve.

Hasta hace poco tiempo el mercado de préstamos se equilibraba en función de la ley de Say, “la oferta cría su propia demanda”.   A cada oferta de dinero aparecían promotores de algún negocio que le daba destino. El mercado bogaba con viento en popa ofreciendo empleo a todos que querían ser remeros. En cada puerto se aumentaba la eslora, doblaban la manga y hacían crecer el puntal  y, para no encallar, dragaba-se el suelo en un gran esfuerzo de inversión.

Fue el viaje con mayor crecimiento que hemos sentido al navegar por todos los vientos. El dinero repetía el milagro de los peces. Era dinero ofertado de corazón para que el  corazón lo devolviese coronado de flamantes arterias. Con mucha gracia en el salero y mucha grasa en las venas, sentimos como nos fuimos entupiendo en el caudal de la deuda y ahora nos vemos estancados en el tubo que ofertaba conducirnos a ningún lugar. De tan obscuro y sucio ya vamos sintiendo miedo por la incerteza que va afectado nuestro comportamiento.

El dinero era neutro, o así lo creían los economistas. El dinero servía como referencia y reserva de valor y medio de cambio. Algunos agentes sociales se ofrecieron para darle protección en arcas bien protegidas, a las que llamaron bancos. Altruísticamente nada cobraban por tan difícil servicio. Cebaron nuestros sentidos para que fisgásemos el anzuelo. Después pasaron a ofrecernos el dinero que era nuestro y también el de los otros. Nos enrollaron   con renovación de los préstamos a bajo precio y largo tiempo para pagarlos. Cuando nos vieron viejos, cansados y ciegos, necesitando algún dinero para la conservación en estado indoloro,  cerraron el puño, con el medio erizado en clara alusión de que nos mandan enfilarlo en el tubo del reto, ahora tan tristemente oprimido. Nos dividen en clases de riesgo y por su equivalente interés somos seleccionados para la división de los efectivos adversos  cuando nos alejan de la división que nos mantenía en la línea del incentivo al préstamo efectivo. El argumento lo sacan de la información imperfecta y residual que ondea en el mercado de préstamos después que los bancos evalúan su aplicación. Cuando el interés del dinero afecta la naturaleza del préstamo no podemos sentir que el mercado trabaja con transparencia; pensamos saber que la selectividad es conducida en función de la diferente probabilidad que el riesgo lleva en cada particular préstamo en la expectativa de que será recuperado. Con esto, los préstamos pierden su naturaleza social para convertirse en producto del lucro. Paradoxalmente, el prestamista que ofrece menor riesgo paga un interés menor por el dinero. Al prestamista más necesitado le es ofrecido dinero a un precio que nunca podrá pagar, justamente porque el interés del banco le retira todo que necesita para vivir y en el principal se ahoga por no poder pagarlo.

Este largo escrito de  dos mil ciento y veintiséis palabras, dichas para el relleno de un tiempo vacio del hombre de la nación en stop, bien que podría recibir subsidio de cualquier estado. Serviría para rebajar el precio a bajo cero y hacerme deslizar mejor  por el monte de mi amada armada, escuchando el eco real que suena por el monte del Son.

El video que cuelgo a seguir es película impropia para impacientes parados. Su duración consume la paciencia de quien se dispone a perder 3 h 45 m. Tengan todos un feliz domingo y padezcan de una buena diversión.





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