domingo, 18 de diciembre de 2011

AUSTERIDAD


De la dureza del tiempo.

No, mi dignísimo rey, no vienen tiempos muy duros. Hace algún tiempo ya han llegado, y para quien no tiene un patacón, le sobra capital humano para invertirlo y no le dejan tocar los grelos ni cazar berberechos, porque hoy, para quien tiene boca y no puede chupar el dedo, tal actividad es susceptible de ser penalizada con gravosos impuestos, esa alarmante frase se muestra más blanda que la lechuga tierna, aquella que mi madre plantaba en la huerta de caminos chans y que yo recogía para alimentarme por el camino de los primeros 20 años de la gloriosa revolución nacional sindicalista de la España que decían Una, Grande y Libre, así con inicial mayúscula para hacerla mucho más una, mucho más grande y mucho pero que muchísimo más libre.

Otra fresca y contradictoria frase que yo recojo en el correr del furioso vendaval, moderadamente atormentado con gotas de champan y el reflejo del rayo iluminado con flores de varios colores, la guardo en el cesto de ropa que con mi madre iba a lavarla en las aguas rasas del rio Madriñan: ‘consumar la victoria definitiva del cobarde y estéril terrorismo’. Consumar en definitivo es redundancia prohibida por el concepto estéril que sacamos del terrorismo y no debiéramos a él recurrir, aún reconociendo que, en su forma impersonal del infinitivo, tal consumo sea permitido conducirlo al cabo que se quiera dar a su cumplimiento.



Al sur de la frontera, documental traducido al español. Duración: 1:31:57



Del pinto azul.

Ando por las nubes y no es para menos, tengo complejo de ave. Viví entre las aves. Eran gallos y gallinas que se alimentaban de lo que sobraba de una modesta familia. Eran gallos y gallinas que las metíamos en el papo en algún día especial del año. Pero no eran solo gallos y gallinas que yo veía a mí alrededor, estas corrían pero no volaban. Había muchas palomas. Algunos amigos las cazaban y las ponían a hervir en una cazuela de la que extraían un jarabe de huesos y plumas. Es por eso que en aquellos tiempos  fueron engendrados tantos plumíferos en mi villa-aldea, entre los cuales yo me encuentro para contarles este agrio cuento.

Somos hueso duro de roer, pero susceptibles de ser comidos y, por el ansia del infinitivo consumir, un definitivo consumar nos va haciendo  estériles del producto cobarde. Había gaviotas. Eran muchas y tocarlas era tabú. Pero yo las miraba y contemplaba su vuelo en días de tormenta. Yo quería ser una de ellas. Yo fui una de ellas cuando por la furia del viento abrí las alas de mi chaqueta y me vi volando. Fue un vuelo muy corto y desastroso. Me rompí el pico en el suelo. Y no perdí la cabeza porque el suelo era blando. Cosas increíbles, que no pueden pasar, pero a mí pasaron.

En plena efervescencia de la construcción civil volví a vivir la gloria de ser ave. Pasé a volar todas las noches. No como la coruja, que vuela silenciosa atrás de insectos y arañas y hacen la pelota que vomita con fragmentos de hueso y penas para muestra de la cultura plumífera; yo volaba como el ave que conserva su vida presa en una jaula y se alimenta de la esperanza de un día volar tan alto como pueda y, como pueda, regresar a la naturaleza de su natural hogar. Soñaba con repetir el vuelo que cuarenta años atrás llevara Domenico Modugno a las nubes de la gloria. Como él, pinté la cara y las manos de azul, salí corriendo hasta verme atrapado por el viento; me dejé conducir por la suavidad de sus manos aladas y, por breves instantes, alcancé el infinito, volando, volando oh, oh, nel blu di pinto de blu. De lejos mi mundo se hacia pequeño pero, al aproximarme a la barrera de edificios que se interponían en mi camino, la jaula crecía en altura y lo hacia con velocidad superior a la velocidad del viento. Sentí como el sudor se transformaba en piedra pesada, mis ojos se ofuscaban y yo insistía en la ilusión de volar, oh, oh, volare, oh, oh. El pecho ardía; el corazón alucinaba bombeado arterias para purificar las venas; mis alas humeaban y yo quería volar más veloz que el viento y más alto que la torre más alta que impedía mi salida. Volé como el viento que vuela dando vueltas sobre el ojo del huracán. Volé al ritmo de la música, escuchando la melodía que mil veces yo había escuchado en la ribera sacra de la costa viva, en mi villa natal.


Non cho dixen?

Si, ome, ti cansaches de dicilo. En unha mesa e meia estarían postos todos los paraos gallejos.

Antón? Para que teño que repetilo tres anos despois?

Bom, temos unha novidade espetacular, Galicia non ten tantos paraos coma o resto das comunidades xuntas da España. Alen do mais, o lume da esperanza está encendida e no fin do túnel é moito posible que encontremos unha fagulla ar diente. Ata o fin do ano que ainda non naceo, ide mirando pra lua co papo ben aberto e argallado no ar. Quizabes do AVE caian algumas fagullas e imos de estar atentos para aproveitar calquer oportunidade que, como dixen, a velas se ven. E non me retrato, faltaria mais, teño fotógrafo na planta do orzamento que fai meior ca eu ese trabaio de retratista.


Del por qué la Austeridad no tendrá suceso.

El déficit cero hará desnecesario la emisión de dinero por parte de la casa de la moneda. Sin inflación los interese por el dinero caen. Sin expectativas de ganar alguna cosa, sin que nos cueste una gota de sudor para ganarlo, las personas guardarán en sus cajas personales todos los ingresos del trabajo; les parecerá mucho más seguro. Las empresas aplicaran el lucro liquido en nuevas formas de producir más y mejor con menos gente. El gobierno dejará de recibir dinero en función de lo que las empresas descuentan del lucro bruto para amortización del equipo, la depreciación técnica y gastos crecientes de manutención preventiva. Habrá un déficit presupuestario a ser compensado en el año siguiente en que naturalmente habrá un presupuesto menor. Presupuesto menor exige cortes dolorosos en todos los sectores, que si no eran deficitarios ahora pasan a serlo por la cicatrización expuesta del acto quirúrgico.

A los que no tenemos patacón nos encuadrarán en la clase de los con defecto colateral y nos pondrán en los depósitos de la pública sanidad, la cual se destacará de la privada por la gran honra de sernos muchos más. Será una gran honra  que nos privará de los remedios reservados  a la clase principal. Dirán  que servirá para encortar expectativas de vida infeliz para los sinpatacon y aumentar el sufrimiento de los que habrán de morir viendo como les huye de las manos el millón. Cuestión simple de un simple punto de vista.

Hay que ver el lado positivo de todas las cosas. Por la Austeridad vamos acabar perdiendo esa ansia loca de consumir el futuro. Volveremos a vivir en el presente perfecto, sabiendo que si alguna cosa ha sobrado del pretérito imperfecto esa cosa será de nuestra legítima propiedad y no de aquellos que habrían de llegar si llegado hubiesen.

España quiere vivir de la austeridad. No cabe la menor duda. La austeridad fue refrendada en las urnas. Alcanzó mayoría absoluta entre aquellos que votaron en el pasado veinte de noviembre, aniversario del pasamiento del caudillo de España. En nombre de la Austeridad, del Déficit Cero y del Poder que el pueblo otorga, crecerá lo que se impone para que unos vivan más y mejor, y otros, menos y peor. Es la ley del supuesto equilibrio que por suposición popular nos va poner a todos acostados en paralelas horizontales. Los ricos arriba y los pobres abajo. Los primeros con el deber impopular de recaudar tributo arrancado del atribulado segundo. A los primeros el Estado les reserva la dificil misión de hacer declaración de lo que retiraron del consumidor, sin ninguna discriminación por cuenta de si tiene o no trabajo, si están parados o corren para escapar de la miseria, pues en materia de palo todos somos iguales y a todos duele cuando aplicado por igual, y más si son dados en nombre  de la noble austeridad. Y por aquí la verdad también duele mucho pues van diciendo que quieren hacer con España lo que ya han hecho con Galicia, esto es, adelantarla en medidas y reformas y buscar la eficiencia que le permita la certeza de no salir adelante si no es acompañada de una crisis estable, bien apuntalada por la ruina de una ilusión pasajera.

Austeridad no es oficio de empresarios. El empresario lo que quiere es derrochar competencia y sacar los réditos que pueda de la exuberancia mostrada en las minas del subsidio. Sabe que frases bonitas son leves y con un soplo suben a donde una ligera brisa las disipa en el aire. La austeridad no ampara las buenas relaciones que informal e informalmente tiene con el Gobierno. Empresarios y gobernantes, aunque sean individuos de castas diferentes, forman un tejido estrechamente unido y dependiente, pero, desde el punto de vista de los gastos y beneficios, los individuos que integran las relaciones simbióticas se diferencian por lo que podríamos denominar mutualista, comensalita y parasitario. El mutualista es un crítico contumaz a la intervención del gobierno y le gusta navegar entre aguas del liberalismo clásico y el socialismo de elite, busca libertad de contratación con apoyo pero sin interferencia del gobierno o la ley. El comensalista distingue el otro lado de la relación como individuo diferente, de quien aprovecha los restos para alimentarse; es una relación armónica puesto que los diferentes no se perjudican entre sí. El parasitismo es una relación simbiótica destructiva de la sociedad; la buena voluntad de uno, hospedero, es siempre aprovechada por el otro, parasita, que succiona de la relación social todo lo que puede y no le importa un pito todo el mal que pueda ocasionar.

Austeridad en economía significa recorte de gastos. El gasto puede ser neutro, bueno y malo. En su relación simbiótica también podríamos clasificarlo como mutualista de la acción política aparentemente neutra. En otros momentos el gasto viste la figura de un buen aprovechador que da rienda suelta a los ingresos tributarios. Pero por lo que últimamente se destaca de los informativos sobre malversación de fondos, el gasto es un terrible y cruel parasita que nos consume y que acabará fagocitándose a sí mismo.

No confundamos el señor Gasto con el señor Coste. Todo gasto es un coste, pero ni siempre a un coste podemos llamarle gasto. Solo al gasto bueno podríamos denominarlo coste. De la misma forma, un coste malo será siempre un gasto parasita.

Cuando hablamos de austeridad, todos entendemos que sus promotores van recortar gastos hasta lo ideal, que sería su total eliminación de la receta presupuestaria. Pero, dentro de la dualidad ambigua del arte político, lo que vemos llegar son más gastos. Nos alcanzan por el camino de la tributación excesiva, por el camino de las tasas perdularias, del mal coste que avanza por la vía de aumento de precios para el lucro abusivo, por el despilfarro de tanta fuerza humana carente de una buena ocupación, por una pléyade de parasitarios políticos sin ninguna vocación para sacar de la cuenta presupuestaria la buena razón de un ejemplar análisis del costo beneficio.

Sí, a la Austeridad, cuando ella represente eliminación de gastos. No, a la Austeridad, cuando la quieren confundir con costes indispensables a la esencia de la vida, con contratos definidos, con empleo estable, morada, educación, sanidad, respecto y cuidado de los viejos por todo el tiempo que la naturaleza no reivindique el precio justo de nuestro consumo, el coste de la vida, que a la hora de la muerte se transforma en un horrendo gasto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario