domingo, 25 de diciembre de 2011

SABOR DE NAVIDAD

Do lar

Decía Paul A. Samuelson “en la era de la generalización, a veces me siento el último generalista en economía”.

Como premio nobel del año 1970, cabía a Samuelson decir lo que le apetecía en el arte de la ciencia económica, y lo hizo hablando profusamente sobre la moderna riqueza económica, su dinámica, el keynesianismo económico, teoría del comercio internacional, la selección lógica y la maximización. En 1948 publicaba “An intruductory análisis” que fue considerado el mejor libro de texto de todos los tiempos.

Con el fin de la segunda guerra mundial, algunas voces creían en los EEUU que la depresión y el desempleo volvería como consecuencia a una demanda reducida del equipo bélico. Norteamérica estaba en posición de ventaja militar y económica frente al resto del mundo, pero su mercado capitalista, para sobrevivir, necesitaba comprar y vender, esto es, necesitaba mercados cativos esparramados por toda la tierra. Para evitar la gran catástrofe de los años 30, el presidente Franklin D. Roosenvelt idealizó una nueva orden internacional para operar en tiempos de paz, con vistas a abrir nuevas oportunidades al flujo de capital internacional, removiendo restricciones históricas.

En 1944, en clima de tierra arrasada, se establecían las reglas de gestión de un sistema monetario internacional para las relaciones económicas y financieras entre los mayores estados industriales. Nacían aquí nuevas oportunidades para el enriquecimiento acelerado de los dueños del dinero.
España, y yo con 4 años,  estaba fuera del sistema y nuestra única oportunidad era arrancar leña a los montes, sachar la tierra, comer pan salido de la masa con maíz y centeno, temperarlo con sal grueso y darle mucho sudor ao calorciño de una enorme lareira.  

Caramba, como yo fui útil al sistema monetario internacional morando en mi viejo lar. Lar, oh dulce lar, eu era un menino do lar y no la sabía. Pero sí lo sabían los norteamericanos, pues un hermano de mi madre, casado con la tía Magdalena, era marinero de un buque yanqui y de él sacaron la idea de dar a un papel con promesa de transformarlo en  oro el dulce nombre que evocaba la memoria do lar.

Los americanos no reconocen este hecho pues por aquellos tiempos había un franco gallego que les daba la lata argumentando que era caudillo por la gracia de dios y no un presidente cualquiera de la democracia popular. Pero, como los demócratas y republicanos todo lo explican en sus mínimos detalles, recurrieron al padre de María, que dicen se llamaba Xoaquin, un tal Xoaquinthaller y, en un chisco  del ojo izquierdo, labraron an act stablishing a mint para regular el coño de la moneda dólar, haciendo de ella unidad corriente de hacienda en las transacciones del comercio internacional.

El dólar, cuñado con esfinge de la libertad y la figura de un presidente, lo componía 15 partes de plata pura por cada parte de oro, también puro. Todas las monedas eran sometidas a un teste de calidad en el último lunes de cada mes de julio. Si no cumplían lo establecido en las normas que regulaban su composición y peso, los responsables por el desfalque eran condenados a pena de muerte. Como curiosidad adicional, la subunidad mas baja del dólar era el milésimo de dólar, lo que acaba dando una ligera idea de la devaluación de la moneda en poco más de 200 años.


Astucia

Hablábamos de Paul Samuelson y Paul hablaba que las naciones podrían controlar la inflación o depresión por medio de políticas fiscales y monetarias. Los economistas siempre dicen cosas de la conveniencia de los gobernantes más fuertes. De hecho, Samuelson vivió obsesionado atrás de instrumentos que permitiesen medir con precisión lo que ocurre en los bastidores de la teoría del consumo y en el comercio internacional, en sus aspectos macroeconómico y financiero. Por la paradoja del ahorro se explicaba que aún aumentando el ahorro individual la economía podía dar marcha atrás. Vivimos tiempos de recesión y nos piden para que ahorremos todo lo que podamos, con esto la demanda agregada cae, el crecimiento económico se reduce por falta de consumo, las ganancia retiradas del consumo también disminuyen, y también los impuestos, lo que impide que se haga inversión,  y sin inversión no hay trabajo.

Puede que sea así, pero también puede ser de otra forma, como lo explica la falacia de la composición, “lo que es verdadero para las partes lo es para el todo”. Sabemos que por ahí la cosa no resbala, si los españoles pagasen sus deudas, el gobierno, representado todos los españoles, pasaría a tener un presupuesto equilibrado, sin déficit. Podría hasta ser verdad si no fuese por lo que nos explican en la fábula de las abejas: el hombre es un ser posesivo, insaciable, egoísta y movido por la fuerza de su pasión. El hombre no conoce límites para su deseo de poder, busca posesiones y se las amaña para buscar seguridad al coste de la inseguridad ajena. Su cerebro vive una incesante revolución calculando al mil por uno todos los aspectos fuertes y flacos de su particular interés. Muchas veces, ni siquiera a la razón que se permita el lujo de ofrecerle consejos el hombre escucha. El hombre siente orgullo de ser entre todos los animales el más astuto y no hesitamos ser sujetos de la astucia, aún sabiendo que también somos objeto de la astucia ajena.

Samuelson fue influenciado por la astucia de Keynes e incorporó a la macroeconomía un tema relativamente nuevo, que consideraba la fuerza del gobierno como peso adecuado al equilibrio económico de una nación. Su libro fue guía para muchos cursos de economía y su influencia tuvo fuerte impacto en la opinión de muchos economistas.


Marcha

Hoy, como entonces, los dirigentes mundiales buscan alguna fórmula que sea capaz de explicar el desempleo. Keynes encontró en el gasto público la forma de combatir el desempleo. Escribió Teoria General del Empleo, del Interés y del Dinero. Samuelson pasó a decir que era un libro mal escrito, repleto de confusiones y falacias como el desempleo voluntario, equivalencia entre el ahorro y la inversión, eficiencia marginal de la tasa de interés, ahorro forzado, tasas de interés específicos y muchos otros conceptos ambiguos. A seguir, después de reconocerles entendimiento, pasó a explicar que eran conceptos obvios, propios de un genio de la ciencia económica.

Consecuencia del genio fue la institución del Banco Mundial y el Fondo monetario Internacional,  instituciones que me erizan los pelos cuando recuerdo las desgracias que provocaron en la economía brasileña hasta que apareció un genio más modesto, metalúrgico de origen humilde y sin estudios formales para mostrar a los financistas y a sus amigos economistas, como yo,  como se podía gestionar la riqueza de un país sin tener que recurrir a la usura de banqueros internacionales (después que fue elegido presidente la usura interna anda por las nubes, pero eso es tema para otro cuento).

Los desempleados no tienen nadie para ampararlos. No pueden esperar la ayuda de la mano invisible, ni la de papá Noel, ni la los reyes magos para que lleven a sus hogares los bienes y servicios mínimos a su sobrevivencia. Están solos y a un paso del abismo.  Si Keynes y Samuelson estuvieran vivos nos dirían que el Estado, por intermedio de una política económica coherente con el momento que sufrimos, tiene la herramienta justa y necesaria para salvar esos más de cinco millones de parados, inyectando con grasa monetaria todos los engranajes del sistema laboral. Ya no se trata de saber como se puede financiar una guerra contra los parados. Es hora de decidir como deben marchar con cara erguida y pecho estufado, con moral y valentía en sus puestos de trabajo, produciendo riqueza  para felicidad propia y beneficio del régimen capitalista.

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