jueves, 10 de octubre de 2013

CASO PENAL XIX


LA LETRA Y EL ESPÍRITU DE LA LEY (III)

Reflexiones sobre un caso penal

Capítulo XIX (de no sé cuantos)

Las palabras decían “tres mil pelas” y Antonio las interpretó por el sentido que convenientemente queremos dar a las palabras. Falló al no querer o no saber buscar el sentido que esas palabras podía esconder en la mente del señor Shilock. En la cabeza de Shilock  el espíritu tramaba por una ley que permitiese retirar del cuerpo de Antonio algunas migajas de carne al cambio de algún servicio. Argumentaba que una libra de carne retirada del lugar del cuerpo que a él  apeteciese no tendrían cualquier valor en el mercado, lo que, nuevamente, tales palabras traducidas, mismo analizadas por el peor sentido etimológico, no debía causar seria preocupación.

En sus reflexiones jurídicas, Hernany Veytia Palomino dice que “el derecho suele seguir a la vida, se presenta como soluciones a problemas que plantea el quehacer diario”, y acrecienta, “la literatura plasma en forma artística esa realidad”.

Shilock prestaría un servicio a Antonio. Dolosamente seria un servicio mal hecho, tanto en su apariencia como en sus consecuencias para la salud del que consideraba su alma enemiga. Existía una clausula penal contra el desorden público, contra la deshonra, contra el deshonor. No le sería muy difícil buscar condición suficiente para aplicarla. Era rico, bien conceptuado en su medio, tenia instrumentos suficientes y la víctima le caía en sus manos como dadiva del cielo.

-        Señor Antonio, veces y veces en el proceso anterior me habéis maltratado a propósito de haberle reclamado una deuda que no teníais conmigo. Tengo usted por solvente, sin embargo sus recursos son hipotéticos; tiene usted una jubilación que pierde valor año a año; eres dueño de una casa que valoriza por imposición del ayuntamiento y te hace pagar más impuesto, la viejez ha tocado techo en vuestro hogar y ni siquiera un cochinillo de Indias ya sois capaz de cuidar. No obstante, como os considero hombre solvente, pienso que te podré cuidar aceptando como pagaré su fiel amistad.

Armado estaba el arco y tendida la cuerda, necesario era evitar la flecha. Anciano, ¿qué pretendes?
¿esperas que el miedo imponga silencio al deber, cuando seducido por vanas palabras inmolas tu poder a la lisonja?

En el pasado histórico había precedentes en Tyburn   Tyburn, como todos sabemos, es sinónimo de pena capital aplicada durante muchos años a mártires católicos acusados de traición al soberano legislador.

¡Qué fisionomía semejante a un hipócrita publicano! – Pensaba Shilock, el sacadientes cirujarno,- Le odio porque es católico, pero mucho más todavía  porque, en su pequeña simplicidad, hace sus favores gratis y provoca a la baja la tasa de usura por favores pagos.

Antonio, toma cuidado con esa amistad .- Susurraba el ángel siniestro a los oídos de Antonio.

Bah, estoy seguro de que no debe ser malo. De que serviría una mala amistad? - Contra argumentaba el ángel diestro.

El alma de Shilock respondía dejando a las claras el verdadero espíritu de la letra de su ley,


-        Para cebar a los peces. Alimentará mi venganza, si no puede servir para cosa mejor. Ha arrojado el desprecio sobre mí, me ha impedido ganar mucho dinero; se ha reído de mis perdidas, se ha burlado de mis ganancias, ha menospreciado mi religión, ha dificultado mis negocios, alejado a mis amigos; y ¿qué motivos tenia para todo esto? Un ligero dolor por el servicio que yo le he hecho? Prevenid a los santos evangelios: ¡quiero tener su corazón en mis manos!

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