domingo, 26 de abril de 2009

PASADO, PRESENTE Y PENSIÓN

Mi caso contado en la Voz de Galicia.

Sí, yo temo todos los días por el futuro de mi pensión. Una parte me la come la inflación, otra parte se la papa el seguro privado de salud, de otra parte se encargan los tributos corregidos en todo que compro para poder vivir.

Cuando llegué a este país que hoy me sostiene, mi deseo era hacerme con dinero y regresar muy breve a mi tierra, llevando felicidad material a mi familia. Todos los 18 emigrantes de mi concello emigraban con pensamientos muy parecidos, divergíamos en el tiempo y esfuerzo necesario para conseguirlo.

Mi primer sueldo fue pura manifestación de alegría. Quince minutos de trabajo diario pagaban los alimentos exigidos por el cuerpo para mantenerse sólidamente sano y expectantemente feliz. En un año de trabajo me fue posible economizar las 15.125 pesetas, aportadas por mi padre para la aventura del viaje, y devolvérselas con el interés de un justo y merecido agradecimiento. Mis primeros treinta días de vacaciones fueron ocupados en viajes de reconocimiento en tres estados federados a este gigante país. Eran tiempos en que el mundo hervía dentro de una inmensa olla, internamente borbollando separados por dos grandes ideologías: el comunismo de Moscú y el capitalismo de Washington. Manifestaciones estudiantiles y sindicales se oponían entre si, liderados por artífices de las dos ideas, en que destacaban, de un lado, el eterno Fidel Castro y Janio Quadros, y, del otro, el oscuro poder de la mano armada del capitalismo salvaje.

La primera nómina recibida despertó profundamente mi atención. Entre otros descuentos de naturaleza obligatoria había una deducción correspondiente a un porcentaje sobre el límite de diez salarios mínimos. Era un descuento destinado a la Seguridad Social por cuenta de la futura jubilación. Para entender el alcance de esta inversión obligatoria, fui a la sed del mayor sindicato de América Latina y allí, muy cortésmente, me explicaron todos los derechos que el deber de contribuir a la Seguridad Social aportaría sobre mi futura jubilación, en aquel momento 35 años distante.

De mi parte, inicialmente contra los intereses de mi volutad que proyectaba pérdidas por ocasión de mi regreso a España, cumplí con todos los deberes impuestos por la administración previdenciaria.

La expansión de la Revolución Industrial a partir del siglo XIX provocaría el gran éxodo de poblaciones rurales hacia las grandes ciudades. El sistema de Seguridad social como instrumento compensatorio a la acumulación capitalista surgiría, con naturaleza de obligatoriedad, en Alemania, a partir de 1883. En el Brasil, en 1960 la Ley Organica da Previdencia Social daba unidad legal a todas las categorías profesionales en torno de un sistema único de previdencia social. En España seria regulado por la Ley de Bases de 1963

En 1967 el gobierno militar promovía grandes reformas en el sistema previdenciario. INPS e INAMPS, el primero responsable por la concesión y manutención de beneficios y contribuciones en dinero. El INAMPS asumía responsabilidad sobre la asistencia médica a todos los trabajadores del país. En España, iniciativas de gestión equivalentes tendrían lugar a partir de las reformas de 1978.

1978 sería para mí un año fatídico. Contra cualquier pronóstico de suceso en las ventas del Volkswagen alemán producido en suelo brasileño, pasamos a recibir órdenes para comprar herramientas en el mercado español. Curiosamente desde mi puesto de análisis técnica pude observar y confirmar con otros técnicos que las herramientas recibidas de España no eran mejores, pero sí eran mucho más caras que las herramientas producidas en nuestras unidades matriceras. Algunas observaciones hechas en calidad de economista y coordinador industrial provocarían la perdida de empleo por primera vez en mi vida. Tiempos duros que me mostraran como mi valor capitalizado en seguros darían cobertura, por premio a mi muerte, a las necesidades de mi familia durante muchos años y que, ahora desempleado, humillado en el orgullo de mis casi cuarenta años, el sistema me probaba que vivo y desempleado yo no valía absolutamente nada y que mi familia en breve pasaría a ser acosada  por los cuervos desalmados de la financiación. Un proyecto gigantesco de inversión en la renovación de la línea de productos haría que el director de Ingeniería de la Volkswagen do Brasil me contratase para gestionar todo el sistema de cualidad de una familia de automóviles, cuyos nombres y estilos básicos, con edad de 25 años, todavía permanecen en el mercado.

Mucha agua ha corrido por el riego de mi existencia desde aquel entonces. Alcancé la merecida jubilación después de haber sido atacado por adenoma prostático. Contribuí con el máximo que el sistema permitía. Viví cándido a espera del premio de una pensión que en mi ilusión permitiría disfrutar en la mayor edad lo que no disfruté durante el joven periodo de plena dedicación al trabajo.

Hoy, sí, yo lloro el presente y yo temo todos los días por el futuro de mi pensión. Una parte me la come la inflación, otra parte se la papa el seguro privado de salud, de otra parte se encargan los tributos corregidos en todo que compro para poder vivir. Nada puedo hacer para edificar el destino. El peso de la edad se transforma en mi principal enemigo, proyecta dolor a las rodillas para hacer bambolear mi cuerpo, doblegando las piernas. El presente y pasado siguen remontando como golondrinas que no quieren posar en mi mano. Temen que un pájaro descansando sea peor que ciento volando.

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