miércoles, 29 de abril de 2009

TRABAJO HUMANO

Herramienta sin utilidad o utilidad sin privilegios.

El FMI admite lo que le interesa, lo que le conviene, lo que da lucro al mando y los sostiene en la cumbre de un poder asentado en las desgracias de la financiación inmoral y avasalladora del incauto deudor. El FMI empresta papel y retira sudor, lagrimas y sangre. Le interesa concentrar riqueza en manos de pocos porque la riqueza lleva en su entraña el fuego del poder. Y el poder se ha especializado en las técnicas sofisticadas de cobrar, cobrar y cobrar, sin la menor preocupación por la capacidad del prestamista dar satisfacción a su promesa de pago.

Los gobiernos son aconsejados a gastar ahora lo que ganarán después. Reciben gulosas cantidades de crédito en papel y con este papel la sociedad deudora busca bienes y servicios - ¿dónde?-  exactamente en el país cuyo banco central detiene el poder de imprimir con colores y promesas de valor un valor que detiene toda la fuerza expectante de quien por ese papel se ilusiona.

Una vez caído en la malla de la red fiduciaria, ambos, deudores y creedores, quedan irremediablemente dependientes entre sí. Un engranaje  se lía con otro en cadena de mutua dependencia, formando un sistema coheso, bien estructurado, con movimientos y principios propios de una perfecta y singular máquina, el FMI.

 Inicialmente este era el deseo de la idea plantada en tierra fértil de Bretton Woods, Estados Unidos, al final de la II Guerra Mundial: promoción de políticas cambiarias sustentables para reducir la pobreza y estímulo del comercio internacional. El comercio internacional ha crecido espantosamente en proporción al crecimiento de la pobreza universal.

La idea motriz de la ilusión, con amplio espectro de reconocimiento generalizado,  era la promesa de un estado vencedor en dar equivalencia de peso en oro a un papel, independientemente de su estado de natural desgaste. La sostenibilidad de tal pensamiento se vería frustrada por las críticas del general  Charles de Gaulle a las bases de sustentación del dólar americano, que, en 1967, año de gran promoción del FMI en el Brasil, tentaría restablecer, sin suceso, el rígido padrón-oro.

El gran problema internacional, y que afecta locamente a las economías locales, está en la falta de liquidez de la principal moneda de reserva para transacciones globales entre los estados independientes. La moneda internacional de reserva, prácticamente monopolio de los EEUU entre 1945 y 2001, tiene que defenderse de la juventud y pujanza del euro, actualmente con más credibilidad que el dólar. Del gran choque de intereses surgen políticas, agresivas unas, defensivas otras, muchas miserablemente dependientes del Eje capitalista en los países deudores con poca capacidad de ahorro.

No hay limitación en la oferta de crédito. Hay, sí, restricción en la demanda de crédito porque las familias ya se han dado cuenta que,  gastando lo que no tienen, en determinado plazo deberán amortizar sus deudas con lo que tienen, quedándose con nada.

La falta de trabajo también es causa de la reducción del consumo. Pero la falta de trabajo es consecuencia irremediable de la alta inversión en máquinas y herramientas, que compiten soberbiamente con la mano de obra especializada y reciben incentivos, subsidios y honrados privilegios de la Gobernanza, sin contrapartida para la decaída herramienta humana.

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