domingo, 12 de febrero de 2012

COMERCIO GLOBAL



Era una vez en una pequeña villa del finisterre español...

 Un chaval muy ilusionado, cursando el tercer año de Bachiller laboral, aprendió el tejemaneje de una complicada formula que permitía calcular, entre otras cosas: la altura de una chimenea para dispersión de los humos en atmosfera libre, la sección de paso de los humos por esa chimenea, el tiro natural, el tiro inducido y, como corolario de tanta dedicación, los efectos colaterales de un cañonazo colosal sobre su cabeza cuando recibió, firmada por perito industrial de Carburos Metálicos, hoy Ferroatlantico de Cee, la papeleta  de no apto, valorado con nota 4,85. Para probar coherencia, esa nota sería repetida en septiembre y junio del año siguiente.

La fórmula para el buen comportamiento del humo por el interior de un ducto era la gallina de oro para la soberbiosa vanidad de un neófito profesor de cultura industrial. Eran tiempos difíciles para todos, lo reconozco, pero creo que no había motivo ni mucho menos necesidad para aplicación de un oportunista aprovechamiento de una supuesta ventaja competitiva por haber un diploma de perito industrial y hacer de ella arma de esgrima para no se que competición podría residir en la cabeza de aquel hombre; ciertamente tenía algo que lo impulsaba a sacanear la esperanza natural de un niño, mi esperanza,  que yo honestamente creía posible realizar un día y salir de la pesadilla del estado de casi miseria que acosaba, sin excepción,  a todos los chavales de nuestro entorno. Este hecho daría motivo para que, algunos años después, aquel gallego, emancipado de la tutela paterna, con ánimo indomable se marchara a un país tropical. Allí trabajó en empresas con más rango y mucha más tecnología industrial que aquella que había en la pestilente, humeante, contaminante y carburosamente metálica de Brens.

Muchos y muchos años después, en otro siglo, habiendo retornado a la aldea de origen, aquel niño, que había padecido el castigo de la suspensión en asignatura que dominaba con perfección, pudo percibir como su vida había sido comparativamente mejor que la vida del profesor que lo había acosado  moral y psicológicamente tres veces con un acto premeditado de suspensión, acto infeliz que acabaría provocando deserción en el camino que lo llevaría a obtener un simple diploma de bachiller laboral.

Al buscar vivienda para quedarme en el pueblo y allí vivir los pocos días que un diagnóstico de cáncer me había pronosticado,  tuve la triste infelicidad de ver como era sucio y mal cuidado el piso en que había vivido aquel perverso profesor, en aquella altura ya jubilado. Allí habían vivido algunos amigos míos; la casa pertenecía al medico del pueblo, hijo del médico que cuidó de mi al nacer, quien lo criticaba amargamente para justificar el deterioro y mal estado de la vivienda. Sin duda, mi casa en los trópicos era algunos años luz más confortable y aseada que aquella casa alquilada en que vivió aquel rudo rianxeiro profesor. Debo decir que no es odio lo que me induce a hablar de aquel perito maestro. Es un sentimiento que yo necesito exteriorizar para ver si alguien alumbra alguna respuesta que me ayude a olvidar aquel hecho que siempre estuvo presente, como señal de aviso, en los buenos y malos momentos de mi vida. Algunos testimonios yacen en las sombras del campo santo pero todavía existen algunos que como yo sufren del martirio de algún mal recuerdo.



En economía, la ley de ventajas comparativas se refiere a la habilidad que tiene una persona, un pueblo o un país, para producir alguna cosa material o servicial al menor costo marginal o de oportunidad. Aunque una persona sea más eficiente que otra en la producción de bienes y servicios (ventaja absoluta), ambas podrán ganar más haciendo intercambios entre sí durante todo el tiempo que duren sus relativas eficiencias. Era lo que podía haber ocurrido entre el profesor y yo. A mí me tocaría ganar una beca para la que ya había sido seleccionado por la profesora Carmiña Muruais, de matemáticas; Lucita, de historia y geografía; la simpática Pataquiña, de Física y química, además del profesor de gramática, Carlos Llorens y la inolvidable doña Celsa Ferrín; la selección había sido decidida en disputa acerrada con otro candidato, mi amigo Agustín Romero, hijo del teniente de la guardia civil. Al profesor cabría el mérito de haber construido estructura sólida en uno de sus mejores alumnos y que nunca, hoy lo afirma, tuvo el humo como objetivo  para un medio de vida.


El concepto de ventaja comparativa fue explicado por David Ricardo en su obra de 1817 “Sobre Principios de Política Económica y Tributación”. Consideraba el trabajo como único factor de producción y no habiendo diferencias tecnológicas creía  que no habría ventaja competitiva para producir ganancias. Argumentaba que en Portugal era posible obtener vino y ropa trabajando menos de lo que los ingleses trabajaban para producir la misma cantidad. En Inglaterra era muy laborioso la producción de vino y moderadamente trabajoso la producción de tejido. En Portugal la producción de esos dos productos se hacia más fácil. No obstante, en Portugal la producción  de tejido era menos costosa que en Inglaterra, a los portugueses le salía más barato dedicarse a la producción de vino y cambiarlo por tejido fabricado por los ingleses. Por otro lado, aunque para los ingleses el costo de producir tejido no variase, dedicándose a esa producción para cambiarla por vino les resultaba tener las dos cosas con menos trabajo.

Para mejorar la explicación, supongamos la existencia del profesor perito y yo, su alumno,  viviendo en una isla del Grove totalmente aislada. Para sobrevivir, los dos debemos acometer algunas actividades económicas  fundamentales, del tipo como buscar agua en la fuente, pescar, cocinar, providenciar abrigo y cuidar del aseo.    Yo soy joven, fuerte, educado, más ligero y más productivo en cualquier emprendimiento. El profesor es viejo, cansado y atormentado por alguna desgracia del pasado; cualquier actividad que emprendía lo hacia con absoluta desventaja. A pesar de la desventaja absoluta, había actividades que se realizaban con muchísima diferencia entre los dos y había otras actividades donde la diferencia era más reducida. Si nos ponemos de acuerdo y dividimos el trabajo conforme nuestras respectivas ventajas comparativas, es plausible esperar que yo me especialize en las tareas que soy más productivo, al mismo tiempo que el perito se especializará en aquella tareas que son ligeramente menos productivas que las mías. El acuerdo por un conveniente arreglo acabaría mejorando el bienestar de los dos al costo del mismo trabajo que haríamos en separado.


Hemos visto el martes pasado un fenómeno aparentemente novedoso en nuestra bahía. El Ideal Bulker descargaba, en la proximidad de lo que ya fue el arenal más limpio, brillante y mejor frecuentado de lo que ahora hemos convenido llamar Costa da Morte, seis mil toneladas de manganeso, al precio (presumo) de medio millón de euros retirados de las arcas de la impagable deuda que tenemos. Para el éxito de este atraco, hubo que gastar quince millones en servicio de cama y mesa para dejar el muelle y los fondos bien arreglados al interés del mercado internacional. Fue un gran suceso en una región que pocos sucesos ocurren durante los años de buenas cosechas. O esto es lo que me parece hoy, tiernamente recostado en la cumbre de Pindoschan, o mismo en mis nadadas, cuando llevo pan y agua a las lobeiras, meigas vigilantes de todo que entra por el mar y sale por la ría.


El Bulker nos permite ver lo ideal que desde hace dos siglos ya debíamos saber: somos una economía dependiente del mercado internacional. Poseíamos ventajas naturales de las que el mundo deseaba adueñarse. Habiendo sido escogida nuestra tierra como morada nocturna del poderoso Sol y de la tierna Luna, el décimo Junio Bruto aquí envió sus legiones romanas para vigilar lo que los dos hacían en las noches de tormenta por el más allá del cabo finisterre. Encolerizados por las constantes invasiones a la privacidad de los inmortales dioses, Neptuno, creyendo que la Invencible armada venía para expulsarlos del monte Pindo, donde por el día se alojaban  para contemplar la belleza de la tierra finita, arrojó sobre ella toda potencia de su pulmón, lo cual hizo revolver todo el lodo del suelo para arruinar toda y cualquier ventaja de la bélica escuadra. Más tarde, en represalia a la famosa escuadra de la marina castellana, otra más poderosa escuadra de la isla en tierras del norte, vecina de la iris de Breogán, fue enviada con la intención de cabalgar sobre nuestras costas y, por tal disimulo, aprovecharían el intento para arrancarnos nuestra ventaja natural. Gracias a la orden celestial del rey Sol y a la honestidad de la reina Luna, el intento bélico no tuvo suceso. Como también no tuvo suceso la horda de invasiones napoleónicas cuando aquí llegaron para poner fuego en los juncos secos de la ría y hacer luz para ver lo que el eterno sol hacia en las noches frías de obscuro lunar.


Debemos inferir las cosas como realmente ellas son. Que es lo que sostiene nuestras relaciones comerciales, ¿la lengua?, ¿religión?, ¿costumbres?, ¿la política?. En el caso de cuba fue el capital de un emigrante pobre, quien resolvió emigrarlo, después de hacerse rico, a su pueblo natal con intención de aquí transformarlo en riqueza cultural. Algo de lo que yo me he aprovechado para generar una gran dependencia a los amarres del pasado. Sin embargo, esa dependencia exigía una relación económica con todos los factores naturales que daba valor a nuestra cesta de ventajas. En mis tiempos infantes habían varios campos de actuación en los que era posible compartir ventajas: la pesca, agricultura, comercio comarcal y la industria de escorias fondeada en la playa de Brens, ahora muy fértil en los montes desvirgados de Dumbría. Lo correcto, siguiendo el impulso ideológico del economista Ricardo, seria aprovechar el capital cubano para adquirir experiencia y conocimiento en economías del mar y de la tierra y devolverlo en forma de capital humano a la isla de Fidel. Mi abuelo hubiese ganado méritos para poder regresar al convivio con mi abuela hijos y nietos abandonados a su suerte en el lejano oeste europeo. Todos saldríamos ganando. No fue así, se dio preferencia al abuso de nuestra capacidad natural por una industria que nos forzó en el estudio de una ventaja artificial, artificialidad que ella misma, industria de carburos metálicos, acabaría despreciando en el transcurso de los años.

Me acuerdo de un hecho que yo presencié una mañana fría en una plazuela donde tenía comercio Alfredo, el carnicero. En un piso obscuro de aquella plaza habitaba una niña amiga mía. Su padre era abogado;  defendía la causa de trabajadores que habían contraído silicosis a servicio de la fábrica de Brens y a quien los médicos del pueblo pronosticaban muerta horrenda, a la que yo tuve la triste oportunidad de presenciar en una familia de los castiñeiros, si no me engaño era un joven de la familia de los pochos. En aquella mañana vi mi amiga llorando. Yo ni diez años tenia y ella era un año más joven que yo. Fuerzas del estado a mando de la fábrica promovían un débase en la oficina del abogado, dentro de su vivienda, para encontrar algo que les diese certeza que el abogado era comunista. Siendo comunista, le acusarían de bandido; siendo bandido le darían el castigo que por el orden legal cabía a un comunista. De esta situación la fábrica extraería gran ventaja, traducida en exploración de las ventajas laborales que tenían los trabajadores del lugar y ofrecerlas, con los beneficios añadidos, a gentes de lejanos lugares. En la busca no encontraron nada que justificase prisión del abogado y lo dejaron en libertad bajo condición de que dejase por cuenta de las novenas y procesiones matinales la causa de los enfermos silicosos.

Es sabido que un aventajado de cualquier naturaleza siempre se asocia a otro aventajado para producir ventaja superior. Fue así que surgió la SICAR. Por lo dicho en lengua que se hablaba en aquellos momentos el capital de esta empresa fue consecuencia de ahorros conquistados en el exterior. Nada natural, pero como dios los crea y ellos se juntan, esa empresa fue dominando el destino de algunos jóvenes que los sacaba de la escuela del colegio Fernando Blanco para darles trabajo en la industria naviera. Así yo vi crecer un hermano al amparo de un miserable sueldo que mal daba para sostener su gasto personal.

Ventaja absoluta la tiene un pueblo que emplea menos recursos en la producción de un bien (Adam Smith 1723 - 1790). Ventaja comparativa la tiene el pueblo que produzca al menor costo de oportunidad y sacrifique menos en la producción de otro producto (David Ricardo 1772-1823). Por costo de oportunidad entendemos aquello que podríamos hacer y no hacemos porque nuestro tiempo lo dedicamos a otra cosa. En el caso de Brens, el coste de oportunidad fue la pérdida de una naturaleza exultante para dedicarse a la producción de una legión de enfermos; el bien producido no sabemos donde se encuentra, mientras que el mal salta a los ojos en días que el humo contamina toda la ría.

Es de suponer que el Ideal Bulker representa una relación de intercambio entre China, Australia, España y Cee. Esa relación puede ser expresada por el cociente entre los precios de bienes exportados y el precio de los bienes importados. Ese medio millón de euros importados en la forma de un mineral bruto van ser transformados en algo de valor mayor y en esa diferencia va puesto mucho sudor, esperanza y algo más de aquello que mi amigo Pousa denomina, y yo abomino, capital humano.

Ya decía mi amigo Villa Mir que no existen buenas o malas empresas, ni siquiera malas o buenas compañías. Apenas existen compañeros que son mal dirigidos y compañeros que son bien gestionados. (“There is no such a thing as a good sector or a bad sector; neither a good company or a bad company. You just have companies well managed or companies poorly managed”). A lo que uno también puede acrecentar, “no hay suerte que en mal no acabe por la fatalidad del destino  final”. Es por ahí que la escuela sueca, con Myrdal a la cabeza, tentó, sin cualquier éxito,  introducir en la ciencia económica algún factor capaz de prevenir las in certezas en el mismo nivel de los recursos disponibles y las condiciones técnicas para obtenerlos. De alguna manera, cada individuo condensa en su personalidad un plano propio de comportamiento económico que va hacer que todas sus acciones sean direccionadas al cumplimiento de ese plano, que por su vez fue formulado con base en expectativas futuras y, en la medida que avanza en el tiempo, esas expectativas se van remodelando con base en alguna forma de retroinformación.

Por el teorema de Heckscher y Ohlin, las naciones disponen tecnologías equivalentes para la producción de bienes económicos pero son diferentes en la disponibilidad de factores de producción, como personal, tierra, recursos naturales, capital, etc. Por ejemplo, Galicia, con abundancia de gente para trabajar, podría realizar tareas que exigen abundancia de trabajo humano a un coste relativamente bajo y, así, generar una ventaja competitiva disminuyendo la producción de un bien exigente de aplicación de capital masivo (naves inter espaciales, para poner un ejemplo o palas de helicóptero, como deseaba Bush).

La disponibilidad de trabajo humano en China es una ventaja competitiva que ellos han aprendido a manejar y consiguen exportarla en la forma de Ideal Bulker a regiones de ellos tan alejadas como pueda ser la Ferroatlantica del finisterre gallego. Australia posee abundancia en el mineral manganeso, pero tiene población relativamente escasa para el tamaño del país; como tiene abundancia de capital, ofrece mineral a Dumbria para que lo transforme en alguna cosa que le rinda más capital, que es su  principal interés derivado de su ventaja competitiva, y lo presta a Villar Mir; que lo tirará de España para llevarlo a Hispanoamérica donde existe trabajadores capacitados a producir capital a un bajo precio  y elevada rentabilidad; que irá para Francia y nunca más regresará a Cee, fuente de toda esa ventaja miserablemente competitiva.

La teoría de la ventaja competitiva ya fue dominante en la formulación de políticas gubernamentales por creer que se puede intervenir en las ventajas modificando el coste con flexibilidad laboral, despido barato, desvalorización, financiación de la exportación  y otras acciones para ampliar oferta de mano de obra barata y eternizar la angustia del capital humano. Como por la ciencia política nada se crea y todo se destruye para transformarlo en lo que antes era, vemos como el pretérito se incorpora al presente para recuperar la ventaja  que Inglaterra, Francia y Alemania tuvieron sobre nosotros y ahora, en  el presente continuo, mucho se esfuerzan para  que en el futuro todo continúe igual.

Bertil Ohlin y James E. Meade compartieron, como buenos amigos en el arte de la dialéctica económica, el premio nobel de Economía, año 1977. Sus grandes diferencias en el contenido filosófico fueron aprovechadas para reducir por la mitad la ventaja que cada uno, considerado aisladamente, podría ingresar en sus bolsillos. Lo que prueba que ni siempre la unión de dos ventajas competitivas trae más ventaja para las partes que componen tal unión.

Para todo siempre existe un modelo alternativo o eso es lo que creía Meade, algo influenciado por el utopismo de Thomas More, quien a su vez ya había sito tocado por la mosca de Aristóteles.
Agathotopia se refiere a la convergencia de la ética y la lógica sobre un mismo fin, el Bien como modelo alternativo que combina lo que hay de mejor en el sistema socialista y capitalista. En la agathotopista isla del grove, donde la vida nace, crece y muere en perfecta harmonía, todo y cualquier isleño tiene asegurado el derecho inalienable, independientemente de su edad, sexo, color, credo, condición de fortuna o estado de pobreza, a una renta mínima para que atienda a las necesidades básicas de sobrevivencia, algo parecido con el tipo de la Renta Mínima de Inserción introducida en la España de 1988 pero sin los maleficios que excluyen a los que de ella no tienen conocimiento y favorecen la ocasión para que intermediarios se hagan ricos en función del secretismo de que hace gala esa renta.

La prosperidad condicionada al comercio global envuelve escenarios en los que se puede observar las condiciones que son buenas y aquellas que no los son en el ámbito de la sociedad directamente afectada por ese comercio. No podemos caer en la tentación de discernir lo que apenas es bueno para una persona o grupo partidario y no lo es para el conjunto de la colectividad que va padecer los maleficios de un particular beneficio. Touriñan puede ser un ejemplo de una antiutopia que surge para desgracia de los locales y beneficio del indefinido global o, como concluye Meade en su Agathotopia, contrariamente a muchas creencias, si Feijoo protege la competencia internacional de Pescanova, en otros lugares surgirán ayudas para aniquilar la ventaja que solo se hace competitiva produciendo muchos más pobres en la comunidad percebera. 

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