miércoles, 1 de febrero de 2012

INTERNETELEACTUAL


El frio que esta semana va quemando los huesos, aquí, en los recunchos de Ourense, transforma usted en un promiscuo intelectual, mi gran amigo conde. Por lo que llevo leído en las ondas del viento que a mis ojos llegan, cabalgando sobre los pies del ágil correo gallego, yo me atrevería a decir que  vostede es un escritor que siente, reflexiona y especula sobre el pensamiento. Eso es ejercicio de un intelectual.

 Hoy, a pesar de la rigidez de la estructura ósea, su a cotio escrito no lo ha dejado por menos. Con su autoridad de viejo marino ve usted judías donde otros no consiguen enxergar calabazas; cuando otros caminan empujados por escuálidos ratos, usted lo hace sobre gruesa montura y, a modos del ingenioso don Sancho, con el callado en una mano y el tizón en la otra, como buen campeador de los moros, apara los vermes que se interponen en el camino  que nos conduce de la quijada a la sien del  rocinante caballero.

De lo que un huno no sabe, ningún godo lleva vergüenza, pero sí lo sabe por el peso de la herradura cuando destruye la hierba. Esto es un saber sentido que puede causarnos rubor. Y ahí uno no puede seguir pensando que por aquí nada pasa, que, evidentemente, mucha cosa pasa en las proclamas del estado que nos explica como todo lo hace por la desgracia del dolor, y, por la gracia que ellos llevan en los morros, nos quieren conservar con el hervor de sus picantes pimientos aspergidos sobre el pico del loro, a quien usted no cita, ¡válgame Dios!, por un contratiempo de la intelectualidad.

Navegando por el brutal mar de fondo de la internectualidad, uno se precave del riesgo dañino que puede haber en ese potente entendimiento cognoscitivo. Cuando le atribuimos poderes de inteligencia, en la realidad estamos ejercitando una especie de prepotencia por el sabor que pueda existir en los meandros del saber.

 Vamos viendo, en la diaria tertulia agitada del polémico conde, como algunos cultivamos la intelectualidad nutriendo la memoria, temperando el sarcasmo, echándole guindas al pavo y palo al asno, sea por ingenua conveniencia del razonamiento que queremos sostener en el tema o por el capricho de la vanidad que nos obliga a mostrar que vivimos sin atenérmonos a las razones que sustentan el polvo de la vida.

Intelectualidad es eso, el buscar cada uno la forma de hablar, o escribir, lo que ese mismo uno quiere decir. Luego, en función de una razón empírica, yo, tú, él (loro); nosotros (plumíferos), vosotros (los bien aplomados), todos sin excepción, por los ojos de Horus, somos potenciales intelectuales de la interneatualidad.  Ough, o dixen!

1 comentario: